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Guerra comercial.

La guerra comercial fue una de las grandes incertidumbres para los mercados en 2018. Los inversores están encarando 2019 con la esperanza de que el conflicto arancelario vaya perdiendo cada vez más protagonismo, más aún ante las noticias de que las negociaciones entre las dos mayores economías del mundo han entrado en su fase final. Pero está lejos de resolverse, según Rentamarkets.

La gestora asegura que, “independientemente del acuerdo al que lleguen ahora”, hay guerra comercial para rato aunque irá atravesando “picos y llanos” a lo largo de los próximos años. Al fin y al cabo, se entiende como algo normal entre la economía hegemónica del mundo y la única capaz de discutirle el trono.

Desde Rentamarkets reconocen además que el gigante asiático es un país inquieto, de muchos recursos y con un gran crecimiento macro (del 6% en estos momentos) que le permite competir de tú a tú con Estados Unidos. A ello ha sumado recientemente su interés por liderar la carrera tecnológica, especialmente la del 5G.

El florecimiento de China es bueno para Europa. Rentamarkets afirma que “el gobierno del país asiático tiene como prioridad impulsar su desarrollo y las empresas europeas están aprovechando dicho impulso para hacer negocios”.

Es aquí donde la gestora aprovecha para recalcar que, mientras en 2018 las automovilísticas sufrían el peso de los aranceles que las dos potencias se intercambiaban entre sí, empresas de sectores como el lujo prosperaban. Concretamente, las primeras registraban caídas de doble dígito y, en respuesta, las de lujo experimentaban crecimiento de doble dígito.

EL MODELO MULTINACIONAL EUROPEO, CUESTIONADO

Rentamarkets asevera, por tanto, que reconocer el hecho de que la guerra comercial ha llegado para quedarse implica también cuestionarse elementos como el actual modelo multinacional europeo. Este se basa actualmente en centros de producción deslocalizados con líneas de suministro y fabricación muy extensas que, sin embargo, “solo tiene sentido en un mundo globalizado y pacífico”.

Este escenario dejaría a Europa ante “un renacer de la inversión en el Viejo Continente, apoyado sobre la tecnológica, robótica y digitalización”. Un claro ejemplo es la sueca Electrolux, que afirma poder competir (al fin) con las empresas turcas (que tradicionalmente han empleado mano de obra barata) gracias a la implantación de robots que agilizan los procesos en sus fábricas.

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