Burbuja en los mercados.

"La madre de todas las burbujas está al caer". Así lo asegura Joseph Zidle, estratega de Blackstone, en uno de sus últimos informes. Y está en la deuda soberana. La entidad ha estimado incluso la fecha en la que estallará: entre mediados de 2020 y finales de 2021.

La próxima recesión será muy similar a la de 2008. Al menos, nuestra forma de llegar hasta ella. Según Zidle, al igual que entonces, habrá muchas señales de alarma que pueden pasar como elementos aislados... y solo unos pocos sabrán interpretar correctamente.

El jefazo de Zidle y CEO de Blackstone, Steve Schwarzman, se refiere a esta teoría como la caza de "notas discordantes". Estas notas, que no son musicales, son sutiles eventos de la economía y los mercados que suelen ser pasadas por alto por la mayoría. Combinados, forman un patrón que da señal de alarma.

La nota más discordante en estos momentos es la deuda soberana. A ella se refiere Zidle como "la madre de todas las burbujas". Lo peor de todo para este experto es que el mercado ya parece haberle asumido. Asimilado. Como si fuera algo normal. Y la deuda a tipos negativos ya asciende a los 13 billones de dólares a escala mundial.

Para Zidle, el gran problema de este rally de la renta fija es que los inversores no ven la deuda soberana como un refugio sino como un activo con el que especular. Se ha pervertido, al fin y al cabo.

Y la forma de afrontar este problema no está siendo la adecuada. Zidle carga contra la política monetaria de los bancos centrales y avisa que corre el riesgo de no ser efectiva esta vez. "Incluso hace un año cuando los bancos centrales endurecían su postura, las condiciones de crédito no eran significativamente más ajustadas de lo que son hoy en día", asevera. "Si estos no son el problema, es poco probable que el 'dinero fácil' sea la solución", apostilla.

Solo hay dos formas de desenredar la situación: la primera es el fin de la guerra comercial que "impulsaría la confianza y echaría más leña al fuego del ciclo alcista más largo de la historia". La otra es "un resurgimiento del crecimiento de las ganancias empresariales que, a su vez, auparía a la renta variable con unas alzas que dejarían de depender de la Fed". En este último escenario, "los títulos cíclicos y de baja calidad o con débiles balances deberían rendir mejor que el resto".

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