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Que a la hora de contratar cualquier préstamo hay que leer bien todas las condiciones no es algo nuevo. No obstante, en algunos casos, las entidades destacan determinadas características a sus clientes como ventajas que, por desconocimiento o dejadez, pueden volverse en contra y pasar a suponer un contratiempo para su bolsillo. La comisión financiada, la carencia inicial, o alargar el plazo para bajar la cuota pueden no ser tanto chollo.

Aunque es cierto que hay algunos que no las tienen, uno de los factores principales de los préstamos son las comisiones, sobre todo la de apertura, que está presente en la mayoría de ellos, con un interés que varía en función del banco pero que suele estar entre el 0,25% y el 3%. La diferencia viene en la forma en la que se cobra esa comisión. En principio, puede parecer mejor la idea de que sea financiada y así no tener que asumir esta cantidad de golpe.

Sin embargo, a la larga puede salir más caro, ya que el importe de la comisión se suma al total prestado y los intereses se generan sobre una cantidad mayor, con lo que "financiar la comisión encarece el crédito", explican desde el comparador financiero HelpMyCash.com. Por ello, recomiendan pagar esta comisión siempre junto a la primera cuota, aunque de esta manera la primera mensualidad crezca.

La carencia inicial es otra de las ventajas que al final pueden no serlo. Esta característica consiste en pagar solo intereses al inicio del préstamo, de manera que las primeras cuotas son muy bajas. Pero, a su vez, esto supone que, pese a unos meses de alivio, siempre se terminará pagando más ya que, cuando se empiece a reembolsar el crédito personal, los intereses se calculan respecto a un importe mayor. Y es que la carencia puede ser de dos formas. Una es solo de capital, donde pasado el período acordado los intereses se seguirán generando sobre el capital inicial, ya que este no habrá decrecido. Otra es la carencia total, en la que los intereses que se van generando se suman al capital pendiente.

Por últimos, hay créditos en los que se permite un plazo de devolución amplio a cambio de pagar una cuota más baja cada mensualidad. Una posibilidad que resulta atractiva pero que oculta una parte no tan buena, puesto que se pagarán los mismos intereses y cuantos más meses se alargue, más se tendrá que pagar por ellos.

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