• La opacidad de la operación alienta el peligroso juego de buscar 'quién es el siguiente'
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Panel identificativo del BCE en la sede de la institución en Fráncfort.

La paradoja alcanza dimensiones colosales. Tan colosales que resulta casi inconcebible. En un mundo inundado de liquidez, que en la Eurozona se manifiesta en que cada día les sobra -sí, les sobra- a los bancos mucho más de 1 billón de euros, uno de los suyos, Banco Popular, murió de sed. Se quedó sin dinero; sin esa desbordante liquidez. Y eso levantó su acta de defunción,

Porque según la versión oficial fue eso, quedarse sin liquidez, lo que activó el proceso por el que el Popular fue intervenido, 'vaciado' y vendido al Santander. Después de que el nuevo presidente, Emilio Saracho, fuera incapaz de generar la confianza que la entidad y el mercado necesitaban y tras soportar una creciente fuga de depósitos en la recta final de mayo, el Popular entró en la 'UVI financiera' a comienzos de semana. Fue entonces cuando solicitó que el Banco Central Europeo (BCE) la suministrara dinero de manera urgente a través de la ventanilla dispuesta para ese fin (ELA, por sus siglas en inglés).

Lógicamente, ningún banco acude a los préstamos de emergencia de la ELA por gusto. Cuando llega ahí es que el 'enfermo' ya está muy grave. Es la última esperanza, la última fase para que el BCE desempeñe su función de prestamista de último recurso. Más allá no hay nada; el final. Los bancos griegos, por ejemplo, llevan años enganchados a este recurso, unas veces con más necesidad y otras veces con menos, para obtener la financiación que no pueden lograr por otras vías más normales.

Han tenido más suerte que el Popular. Según fuentes conocedoras de la situación, pidió la asistencia de la ELA el lunes, en apenas 24 horas se 'pulió' 3.500 millones de euros y el martes, a primera hora de la tarde, se entregó. Ahí se acabó todo. ¿El motivo? Que se quedó sin colateral. Es decir, sin las garantías que el BCE exige a un banco a cambio de prestarle dinero. El proceso funciona así: para que el BCE preste dinero a un banco, a cambio le pide que deposite algo que le pueda servir como garantía para recuperar el dinero en caso de que el banco no le devuelva el dinero. Esas garantías pueden ser bonos públicos, deuda privada, titulizaciones o cédulas hipotecarias. Esto es, títulos con un mínimo de calidad que cotizan en un mercado y por tanto tienen un precio, de tal modo que el BCE obtendría dinero a cambio de ellos y recuperaría así su préstamo.

El mercado había desterrado el riesgo de liquidez. Desde 2012 se había dado por hecho que los problemas de liquidez habían terminado para la banca. Error. El final del Popular así lo demuestra

Esas garantías se le acabaron al Popular el martes. Y ahí terminó su camino. Y ahí surgen las primeras dudas. ¿Cómo es posible que al banco español sólo le quedara colateral para acudir a la ELA durante un día? ¿No le quedaba nada en el balance que pudiera titulizar para llevar como garantía a la ventanilla del BCE? ¿Nadie, ningún supervisor, detectó antes semejante gravedad? ¿Y el equipo gestor del banco, acaso ocultó lo que estaba pasando o es que se vio superado por la velocidad de los acontecimientos? ¿No es una información demasiado relevante como para que no llegara al mercado, a los inversores, de algún modo? Las preguntas, por tanto, se agolpan.

Sobre todo, porque el Popular no era nuevo en esto de la financiación colateralizada, es decir, de la que se consigue a cambio de garantías. Según recogía el último Informe Anual del banco, a finales de 2016 este tipo de financiación representaba el 22,6% del total, con 29.490 millones de euros. De ellos, 13.503 millones provenían de tres cámaras de contrapartida de las que el Popular era miembro desde 2010, LCH Londres, París y Eurex Repo, y los 15.987 millones restantes procedían del BCE. La entidad, por tanto, tenía experiencia en este terreno y sabía que 25 de cada 100 euros los obtenía por esta vía, con lo que 'algo' debía saber sobre la necesidad de contar con buen y abundante colateral, aunque reconocía que debía empezar a quitarse de esta 'adicción'. "Se considera fundamental (...) la reducción de la dependencia de la financiación colateralizada", admitía el banco en el Informe Anual.

LA ILUSIÓN DE LA LIQUIDEZ

La clave, por tanto, y según el relato oficial, es que el Popular se la agotaron las garantías. Y que por eso no el BCE no pudo seguir suministrándole liquidez. Ni siquiera de emergencia. Fin de la historia. De casi 91 años de historia, porque es la edad que el Popular hubiera cumplido el 14 de julio.

Pero, aun dando por bueno que sea así -en el sector hay quien encuentra extraño que se la acabara tan pronto el colateral o que nadie hubiera dado antes la voz de la alarma-, el final del Popular delata un riesgo que se había desterrado por completo: el de quedarse sin liquidez. ¿Cómo iba a desaparecer o morir un banco por falta de liquidez en un mundo que nada en ella? El mercado había dado por enterrado el riesgo de liquidez allá por 2012, cuando el recién llegado presidente del BCE, Mario Draghi, regó a la banca con un 'manguerazo' de 1 billón de euros a través de dos operaciones de financiación a largo plazo (LTRO, por sus siglas en inglés), una maniobra que ha versiones en dos ocasiones posteriormente (TLTRO y TLTRO II). Pero es que aún hay más. Los restantes ingredientes de la generosa política monetaria del BCE, principalmente las compras de deuda en el mercado por valor de 60.000 millones de euros mensuales, desembocan a que en la actualidad a los bancos europeos les sobre 1 billón de euros al día. Para ser exactos, este jueves el exceso de liquidez alcanzaba los 1,67 billones de euros. En este mundo es en el que Banco Popular se ha quedado sin liquidez, un desenlace que, de repente, trae de vuelta el riesgo de liquidez a la banca.

"Que un banco de la Eurozona se resuelva por un problema de liquidez en un entorno así demuestra que quedan asuntos pendientes en las funciones del BCE, en la regulación y en la transmisión de la liquidez", denuncia el economista y experto en temas bancarios Javier Santacruz. A su juicio, no hay duda en la secuencia relatada. "Si un banco se queda sin liquidez para el día siguiente no lo puedes abrir", concede. Pero todo está lleno de matices. Y de dudas. "Por un problema de liquidez no resuelves un banco. ¿Dónde está la promesa de liquidez a los bancos que son solventes?", cuestiona.

"Por un problema de liquidez no resuelves un banco. ¿Dónde está la promesa de liquidez a los bancos que son solventes?"

Porque el BCE, a través de su vicepresidente Vítor Constancio, confirmó este jueves, un día después de que todo estallara y el Popular terminara intervenido y vendido al Santander, que la entidad presidida por Saracho tenía "problemas de liquidez, no de solvencia". ¿De dónde venían las urgencias del banco? De la fuga de depósitos a la que Constancio también aludió. Los clientes, sin confianza en el equipo de Saracho y asustados por el hundimiento de las acciones en bolsa, estaban yéndose con el dinero a otra parte. Para atender esas peticiones, el banco necesitaba dinero; hasta que se le terminó. Y cuando se le terminó ya no había más. Ni en esas tres cámaras de contrapartida ni en el BCE.

Pero, incluso así, era solvente. Lo ratificó Constancio. Y eso no hace sino incrementar el volumen de la paradoja: en ese mundo sobrado de dinero, Popular tenía activos para pagar sus deudas -era solvente, insiste el relato oficial de las autoridades-, pero no dinero para abrir sus oficinas -tenía un problema de liquidez-. En el sector, esta realidad chirría. Al ritmo al que estaban huyendo los depósitos, la situación del banco se hubiera seguido deteriorando y los problemas de solvencia acabarían llegando. Pero la falta de liquidez lo mató antes. Quien lo certificó fue el brazo supervisor del BCE, el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), que declaró la "inviabilidad" del banco, que el hecho que desencadenó la intervención y su posterior venta. Con ello también certificó que lo que hace el otro brazo, el dedicado a la política monetaria, con su abundante suministro de liquidez, no elimina el riesgo de liquidez.

La insistencia en la liquidez por parte de las autoridades también alienta en el sector la necesidad de aportar transparencia al proceso. Porque hay puntos oscuros. O poco claros, al menos. Uno de ellos es el del colateral y el acceso a la liquidez de emergencia. Teniendo en cuentas las históricas consecuencias de la decisión final, donde 305.000 accionistas y los tenedores de deuda subordinada lo han perdido todo, donde las acciones y esos bonos se han volatilizado de la noche a la mañana y donde 4 millones de clientes han pasado de un banco a otro -el Santander-, y que todo ello ha ocurrido por un problema de liquidez, se echa de menos una mayor transparencia -y una mejor supervisión- con respecto a lo que ha pasado con la liquidez, los colaterales y por qué se ha quedado tan rápido sin acceso al BCE.

Estas cuestiones -y otras, como la relativa al experto independiente al que se encargó una valoración del Popular en la noche del martes, que concluyó que el banco tenía "unos valores económicos" de -2.000 millones en un escenario central o de -8.200 millones en otro adverso y cuyo nombre no ha trascendido oficialmente- requieren alguna respuesta adicional. Porque aunque esta vez la operación no ha costado dinero a los contribuyentes, la decisión de resolver el Popular sí está empezando a alimentar una peligrosa espiral: la que puede ocurrir cuando cae la acción de un banco en bolsa, y eso genera un miedo que desata una fuga de depósitos... y ahora ya se sabe que sin tener un problema de solvencia y padeciendo uno de liquidez, el banco puede ser intervenido y pasar a la historia. Solvente, pero historia.

Porque así se ha construido el relato. Con la liquidez. Tal vez no hiciera falta más; tal vez se han evitado males mayores, como el de tener que aplicar quitas a los depósitos de más de 100.000 euros. Pero morir por falta de liquidez en un mundo en el que sobra no sólo representa una paradoja mayúscula. Es algo que conviene explicar. Por las consecuencias que ha tenido en el Popular. Pero, sobre todo, para que el mercado dé rienda suelta de verdad a las especulaciones sobre quién será el siguiente. Este juego es muy peligroso. Y Europa, con Grecia, Irlanda, Portugal y el rescate bancario de España ya a sus espaldas, bien que lo sabe.

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