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Víctor GrifolsGRIFOLS
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El rumor de que el Fútbol Club Barcelona negocia un patrocinio con la familia Grifols no es nuevo. En dos años consecutivos ha trascendido que la directiva del club mantiene contactos con la multinacional y en ambas ocasiones la empresa de hemoderivados lo ha negado. "No hay absolutamente nada", aseguraba un portavoz de la misma a Bolsamanía. Infundado o no, el Barça no ha desmentido en esta ocasión que haya conversaciones, dando lugar a todo tipo de especulaciones. De materializarse, no sería la primera incursión de la familia catalana en el mundo del deporte, cuyos intereses se extienden más allá de la industria farmacéutica.

El Club Joventut de Badalona de baloncesto anunció en agosto el acuerdo con el grupo inversor Scranton Enterprises, que tiene un 8,67% de las acciones de Grifols. Más tarde, en septiembre, se convirtió en el accionista mayoritario del equipo después de que el resto del accionariado aceptara una ampliación de capital de 3,69 millones de euros. Además, la sociedad vinculada a la familia catalana invirtió 1,5 millones de euros en RealTrack Systems, la empresa almeriense que monitoriza con geolocalización los chalecos que llevan en los entrenamientos los jugadores aportando datos inmediatos.

Scranton Enterprises, con sede en Holanda, pertenece a diversos directivos del gigante catalán de hemoderivados, entre los que figura Víctor Grífols Roura, que era el presidente y consejero delegado del grupo hasta que traspasó en enero sus funciones de dirección a su hermano Raimon Grífols Roura y a su hijo Víctor Grífols Deu, si bien ocupa el cargo de presidente no ejecutivo del consejo de administración.

Scranton Enterprises, con sede en Holanda, pertenece a diversos directivos del gigante catalán de hemoderivados

La empresa declara tener intereses en el sector inmobiliario en Europa, así como en empresas de mediana y pequeña capitalización de las tecnologías de la información y financieras. No obstante, es el ámbito de la salud donde se encuentra el grueso de sus inversiones que ejecutan en un alto porcentaje en Europa, mientras mantienen una pequeña cota de mercado en EEUU.

Como inversores, también participan en Wallapop, considerado durante un tiempo como lo más cercano al primer 'unicornio' (empresa valorada en más de 1.000 millones de dólares) español -título que ostenta Cabify-. Además, entróaron en octubre del año pasado en la compañía bodeguera Juvé i Camps para reforzar su capital. La tercera marca de vino y cava catalana en volumen de ventas, después de Freixenet y Codorníu, encontró en el fondo una tabla de salvación a sus disputas que se saldaron con la compra de las acciones que estaban en propiedad de una de las ramas de la familia, los Rosal Juvé.

AIGÜES DE VILAJUÏGA

No obstante, la empresa insiste en que todas estas inversiones no tienen nada que ver con la multinacional que cuenta con más de 20.000 empleados y filiales en 30 países. Grifols logró hasta septiembre acumular 468 millones de beneficios, un 8,5% más que en el mismo periodo de 2017, y repartirá el próximo día 4 de diciembre más de 136 millones entre sus accionistas.

Fuentes de la compañía insisten en que su negocio es el de los hemoderivados, donde son referente mundial, por eso casi se excusaron durante la última Junta de Accionistas, celebrada en junio en su sede de Sant Cugat (Barcelona), cuando informaron que habían rescatado la empresa centenaria Aigües de Vilajuïga.

Raimon y Víctor Grifols dejaron claro que no significaba que para nada estudiaran prodigarse en el negocio de la alimentación. La empresa adquirió la planta de agua carbonatada antes del verano de 2017 y relanzó la marca en septiembre, después de que la empresa cesara su actividad en abril.

Grifols pagó el año pasado cerca de un millón de euros a cambio de todos los activos de Aigües de Vilajuïga: marca, terrenos, instalaciones, maquinaria y concesión del manantial. Toda una "adquisición romántica", como declaró el mismo Raimon ante el accionariado.

Los socios del Barça se preguntan ahora si llevados por el mismo 'romanticismo' que también les hizo mantener su sede en Barcelona durante la diáspora empresarial tras el referéndum del 1-O firmarán un contrato con el club de fútbol para asumir el patrocinio del nuevo estadio. El valor del acuerdo se estima en 400 millones de euros para que el Camp Nou lleve el apellido que ellos decidan (no necesariamente el suyo) durante 20 años. La inyección para el club sería de 20 millones anuales, superior a otros hitos en el negocio de los llamados 'namig rights' como el de los 17 millones que Barclays paga anualmente a los Brooklin Nets.

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