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Después del papel del diputado de ERC, Gabriel Rufián, en el debate de investidura de Pedro Sánchez y de la abstención de sus 15 diputados en el Congreso, los republicanos deben rendir cuentas. El independentismo les ha caído encima, especialmente Junts per Catalunya, que cree ver una oportunidad en su 'traición' para arañar puestos en unas encuestas que cada vez son más favorables a sus incómodos socios de gobierno. Desde las filas de la formación liderada por Oriol Junqueras tratan de mantener su postura, a la vez que debaten internamente sobre qué precio acabarán pagando si no retiran su cheque en blanco al PSOE, si hay segundo intento en septiembre.

Los expertos coinciden en señalar que la abstención en la investidura del pasado 25 de julio no le pesará electoralmente a ERC, por ahora. "El partido ha sabido leer en una sociedad que está ahora por el diálogo y por abandonar el frentismo mucho mejor que sus compañeros en la Generalitat y ha reivindicado la conciliación con el Estado", explica Jordi Pacheco i Canals, decano del Colegio de Politólogos de Barcelona. "ERC entiende que no hay mejor alternativa que el PSOE para encontrar una salida negociada al conflicto", explican por su parte fuentes próximas al partido.

Pero su apuesta por el gobierno de coalición con Podemos les ha puesto en un serio aprieto frente al soberanismo, que aprovecha el fracaso del presidente en funciones para echarles en cara que se alinearan con uno de los partidos del 155. Las críticas de los postconvergentes estaban más que descontadas. El mal ambiente entre ambos partidos se arrastra desde las elecciones municipales por los pactos postelectorales que han vuelto a amenazar la estabilidad del Govern. Esta tensión se ha visto exacerbada por el antagonismo entre ambos en la investidura de la semana pasada.

El partido de Carles Puigdemont ya había decidido votar 'no' al PSOE y no escatimaron en comentarios en las redes sociales. Varios dirigentes se dirigieron a Rufián y a los suyos con el calificativo 'pagafantas' y fueron generosos con las críticas de toda índole. Pero este ataque era esperable. Menos llevadero es el de la entidad soberanista, ANC, que también ha cargado en las redes sociales contra los republicanos y les ha afeado su falta de voluntad para lograr el independentismo e ir todos a una contra el Estado.

De hecho, el mismo vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonés, ha tenido que salir al paso de las críticas y aclarar que el partido no busca una vuelta al autonomismo. En declaraciones de este lunes, ha asegurado que su partido no ha planteado un debate de investidura a cambio de cuatro competencias, en sus palabras, y ha apostado por la negociación: "Nosotros vamos a provocar un escenario de diálogo y negociación, de la misma manera que lo plantea Bildu".

Y ha insistido: "No queremos volver al autonomismo de Convergència i Unió. No hemos ido al Congreso a mejorar las condiciones de las autopistas", ha dicho en una entrevista en Catalunya Ràdio. Estas declaraciones se suceden a la carta a al militancia del sábado, en la que el mismo Junqueras dibujaba las líneas rojas de la formación y explicaba que su abstención del 25 de julio iba encaminada a facilitar un Gobierno del PSOE y Podemos en contraposición al "Gobierno bendecido por un Ibex que ha dejado bien claro, por activa y por pasiva, que su escenario es un pacto del PSOE con la derecha".

¿HABRÁ UNA NUEVA ABSTENCIÓN?

En este contexto, y a algo menos de dos meses vista, se abren serias dudas sobre si podrán volver a brindar su apoyo a ambos partidos en una hipotética segunda investidura a finales de septiembre, en pleno otoño caliente en Cataluña, cuando la sentencia del juicio del procés estará a punto de conocerse.

Los expertos creen que a los republicanos les será muy difícil de justificar una repetición de su voto en un nuevo intento del PSOE de revalidar La Moncloa el 23 de septiembre. Son fechas que coinciden con el calendario que baraja el Tribunal Supremo, que podría aplazar su veredicto, a todas luces condenatorio y de gran severidad, hasta inicios de octubre. Una nueva abstención a pocos días de hacerse pública la más que probable condena a los líderes del 1-O someterá la formación de Junqueras a un alto nivel de estrés, más cuando la peor pena se espera para su líder.

"Es posible, entonces, que reciban un castigo de los electores", explica Pacheco i Canals. Una reacción fatal en la antesala de unas elecciones en Cataluña que casi todo el mundo da por hechas entre finales de 2019 y la primavera de 2020. Los expertos aseguran que en cuanto concluya el proceso judicial de los políticos soberanistas, no habrá quien recosa la ya muy maltrecha coalición de Junts per Catalunya y ERC: saltará por los aires y se convocarán nuevas elecciones en la región.

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