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Recep Tayyip ErdoganMustafa Kamaci/Turkish Presidenc / DPA

Recep Tayyip Erdogan seguirá como presidente de Turquía durante cinco años más después de hacerse con la victoria en la segunda vuelta electoral celebrada este domingo. A pesar de la inestabilidad económica que vive el país, se prevé que el líder otomano siga con sus políticas expansivas. Una situación que hará que la economía siga expuesta a "un ajuste desordenado si mantiene las políticas económicas insostenibles, las cuales, ejercen presión sobre la lira y las balanzas exteriores del país".

Así lo cree Thomas Gillet, director de calificaciones soberanas de Scope Ratings, para el que "los controles de capital y las medidas macroprudenciales, como los límites a las retiradas de efectivo, el plan de protección de depósitos y las medidas coercitivas sobre las asignaciones de cartera de los bancos", seguirán siendo el núcleo de las políticas económicas de Turquía.

"La victoria de la oposición habría conducido probablemente a una política económica y financiera más ortodoxa: mayor flexibilidad de la divisa, subidas de tipos amplias y rápidas y freno al crecimiento del crédito. La actual administración ha repetido que mantendrá su estrategia heterodoxa. La retórica del presidente Erdogan durante su discurso en el balcón el domingo por la noche siguió haciendo hincapié en la lucha contra la elevada inflación", valora Guillaume Tresca, estratega senior de Mercados Emergentes en Generali Investments

En este sentido, el difícil contexto al que se enfrenta la economía del país, caracterizado por una tasa de crecimiento del PIB por debajo del potencial del 2,7% este año (tras el 5,6% en 2022), un amplio déficit por cuenta corriente, la disminución de las reservas internacionales y la alta inflación (43,4% interanual en abril) "mantendrán la presión sobre la calificación crediticia de Turquía (deuda en moneda extranjera calificada B-/Perspectiva negativa) a corto y medio plazo", señala Gillet.

A ello hay que unirle la perspectiva de que continúen las políticas expansivas, como los bajos tipos de interés reales del banco central, algo que ya se refleja en el tipo de cambio de la lira, que ha ampliado las pérdidas frente al dólar (-6% interanual, hasta 20,03 TRY), mientras que el diferencial de los CDS a 5 años ha aumentado bruscamente (hasta 679 puntos básicos).

"El plan gubernamental de 'liratización' ha aumentado los depósitos bancarios de los residentes en moneda local, aunque su eficacia a largo plazo no está clara. La medida tiene un alto coste para las finanzas públicas, que aumenta aún más en caso de que se produzcan grandes fluctuaciones de la lira, lo que hace menos probable cualquier devaluación significativa", destaca el experto de Scope.

"Las autoridades políticas pueden ajustar los instrumentos alternativos o los tecnicismos del sistema de depósitos protegidos contra las fluctuaciones del tipo de cambio. Sin embargo, no esperamos subidas explícitas de los tipos y vemos el riesgo de que las autoridades den marcha atrás más adelante en los cambios necesarios", asegura Tresca.

Aun así, para la agencia de calificación, la gestión intensiva de la moneda local, en un escenario de grandes necesidades brutas de financiación exterior (estimadas en 230.000 millones de USD en 2023, equivalentes a alrededor del 25% del PIB) y de salidas de capital de no residentes, exige que el banco central recurra a unas reservas netas de divisas ya negativas una vez corregidos los efectos de los swaps de divisas bancarios (con un mínimo histórico de 65.100 millones de USD negativos a finales de abril de 2023).

"Turquía necesitará más ayuda exterior bilateral y en su mayoría incondicional, en forma de préstamos directos, canjes de divisas y acuerdos de comercio energético, para aliviar parcialmente las fuertes presiones sobre la balanza de pagos y los amortiguadores exteriores", afirma Gillet.

Sin embargo, estima que la ayuda multilateral seguiría siendo probablemente el último recurso, ya que implicaría una estricta condicionalidad política exigida por los acreedores occidentales.

Del mismo modo, los desequilibrios monetarios y exteriores seguirán ejerciendo presión sobre las finanzas públicas a través de medidas como la subida de salarios y pensiones introducida para compensar las consecuencias de la debilidad de la lira y una tasa de inflación elevada, aunque en descenso.

"Dichos desequilibrios también seguirán siendo un riesgo importante para el sector bancario turco que posee una parte significativa de títulos públicos, ya que las tenencias de deuda nacional por parte de no residentes se redujeron al 0,6% en abril de 2023, frente a aproximadamente el 20% a principios de 2018", explica el analista de Scope.

Por ello, la profundización de los desequilibrios macroeconómicos, como resultado de la errática formulación de políticas, "inevitablemente aumentaría los riesgos de un ajuste desordenado y haría que cualquier período de normalización de las políticas fuera más complejo de manejar a largo plazo", subraya Gillet.

Ahora la atención se centrará en el nombramiento del nuevo gabinete, que tendrá lugar probablemente en las primeras semanas de junio, y especialmente en el ministro de Finanzas y los posibles cambios en el banco central.

"Hay ciertas esperanzas de que se nombre al ex ministro de Finanzas Simsek. Su nombramiento podría alimentar las esperanzas de un cambio y provocar algunas reacciones positivas en el mercado. Dicho esto, aún está por ver un cambio real en la combinación de políticas y mantenemos una postura prudente. El presidente Erdogan ha mantenido durante muchos años su política poco convencional de que unos tipos más altos provocan una inflación elevada, incluso durante periodos de fuerte tensión en los mercados. Es una parte estructural de su retórica y su opinión apenas ha cambiado a lo largo de los años", concluye Tresca.

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