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Tras una primera ronda de ataques entre Estados Unidos y Europa, el presidente Donald Trump ha dejado caer en repetidas ocasiones su intención de gravar la importación de coches desde el Viejo Continente "hasta que no circulen más Mercedes por la Quinta Avenida". Un nuevo intento del republicano de compensar una relación comercial que considera injusta y que pone en juego un flujo de aproximadamente 63.000 millones de dólares, unos 54.000 millones de euros.

En contexto con el vínculo mercantil que une a ambos bandos, el sector automovilístico representa un 12% del total de exportaciones de la UE a EEUU y algo más de un 9% del total de bienes que ambos intercambian, según datos de la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos. En el lado europeo, la principal perjudicada sería Alemania, con un peso de casi el 50% del total de exportaciones entre ambos en esta materia.

El argumento de Trump será el mismo de siempre, perseguir una actividad que pone en peligro la seguridad nacional de su país y una práctica dañina para su industria. A través de su cuenta de Twitter, el mandatario ha repetido cómo, mientras que Estados Unidos impone aranceles a los coches europeos del 2,5%, el Ejecutivo comunitario aplica un gravamen del 10% a ese mismo producto. Sin embargo, los analistas de Rabobank aseguran que este razonamiento es fácilmente rebatible al enfocarse en un único grupo de bienes y no en la postura global de cada uno. De hecho, la Unión Europea (UE) mantiene aranceles del 2,5% de media, mientras las medidas de EEUU alcanzan el 2,9% en términos globales.

Estas diferencias se remontan a las negociaciones que Uruguay albergó hace veinticinco años en los inicios de lo que actualmente se conoce como Organización Mundial del Comercio (OMC). Por entonces, las negociaciones se basaron en el principio de eficiencia de Pareto por el que dos bandos podían arreglar aranceles para productos individuales, mientras los beneficios finales del paquete conjunto fueran equivalentes. Así, Europa decidió proteger a sus fabricantes de automóviles mientras Estados Unidos priorizó por defender sus pick-ups y camiones.

UNA RESPUESTA EQUIVALENTE ACABARÍA CON UN 0,2% DEL PIB EN EEUU

Si Trump cumple sus amenazas, la UE debería afrontar un paquete de aranceles del 20% sobre importaciones valoradas en 43.800 millones de euros. Y atendiendo a la anterior respuesta del bloque comunitario a un ataque de este calado, la respuesta sería idéntica sin conocer exactamente qué sector estadounidense saldría afectado. Un escenario que dañaría dos décimas el crecimiento económico estadounidense, según apuntan los analistas de la entidad holandesa, y que no contempla la ronda inicial de ofensivas ni los daños del conflicto mercantil con China.

Por supuesto, Europa también saldría perjudicada con una reducción de las exportaciones de este tipo del 25% y un impacto mucho mayor al sufrido por los gravámenes sobre el acero y el aluminio. En Alemania, donde la venta de coches a Estados Unidos representa unos ingresos de casi 22.000 millones de euros al año, la situación para el sector podría llegar a ser caótica. Por último, los expertos de Rabobank aseguran que este fenómeno podría golpear al común de la industria de la Eurozona y aumentar la tasa de paro bajo un clima de confianza mucho peor que el actual.

CADENAS DE SUMINISTRO MUNDIALES

No obstante, los beneficios de un conflicto así podrían ser mucho menores de lo Trump piensa. La cadena de suministro de los fabricantes de vehículos se encuentra altamente dispersa a lo largo del globo. Como referencia, el 18% de los procesos que sigue un coche de fabricación en México han tenido lugar en territorio estadounidense, por lo que aplicar aranceles a estos productos tendría un impacto directo en la oferta de EEUU.

Por otro lado, el tipo de producto al que Trump apunta posee una demanda inelástica, es decir, esta no es muy sensible a los cambios bruscos de precio. Los coches alemanes son muy bien valorados en norteamérica y sus clientes basan sus decisiones de compra por un motivo económico. Por ello, un aumento de los precios en este tipo de bienes sería repercutido directamente al consumidor y nunca compensado por el fabricante.

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