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Corre el año 2016 y el mundo se prepara para acoger al tratado comercial más ambicioso hasta el momento: la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés). El texto acordado entre la UE y EEUU está llamado a sentar las bases del intercambio de mercancías del siglo XXI. Pero entonces llega Trump. Y tan solo un año y medio después, ambos gigantes se encuentran inmersos en una guerra comercial provocada por el proteccionismo y con China como invitada.

Todo comienza durante la campaña electoral de Donald Trump en 2016. El actual presidente de EEUU recorre el país con la palabra “proteccionismo” pegada a sus labios. Mientras, a miles kilómetros y en pleno corazón de la UE, se gesta el TTIP de la mano de Cecilia Malmström, comisaria de Comercio, y con la voluntad de Obama.

Pero entonces, a comienzos de 2017, Donald Trump alcanza la Casa Blanca, y solo tres meses después, la propia Comisión reconoce que el TTIP ya muestra signos de congelación. El propio presiente confirma que las negociaciones se han suspendido. Desde entonces, los ataques comerciales entre ambos gigantes se suceden.

GUERRA DE IMPUESTOS

La batalla de trincheras comienza este mismo mes de marzo, cuando durante una reunión con representantes de la industria de EEUU, Trump promete reconstruir los sectores del aluminio y del acero mediante la imposición de aranceles del 10% y el 25%, respectivamente.

La UE se queda en shock y amenaza a EEUU. Pero no surte efecto, y poco después, Trump firma los aranceles. Bruselas comienza entonces una ronda de contactos en los que la comisaria de Comercio intenta que EEUU dé marcha atrás y conceda una exención a los Estados Miembros. Durante días, ambas partes se muestran inmóviles, hasta que la UE decide pagar con la misma moneda, y solo unas jornadas más tarde, ya circula por los pasillos de Bruselas un listado con productos estadounidenses cuyas exportaciones equivalen a más de 6.000 millones de euros, una cantidad muy similar al gasto que provocarían los aranceles de EEUU.

Sin embargo, a final de esa misma semana, se atisba cierta descongelación en EEUU. Horas después, Trump da marcha atrás y anuncia que deja a la UE fuera del aumento de los aranceles a la importación del aluminio y del acero: las tarifas de estos productos quedan suspendidas. Con esta decisión, Trump pone en marcha su estrategia de negociación y espera que la UE “abra el mercado y elimine aranceles”, según explica Federico Steinberg, Investigador Principal de Economía y Comercio Internacional del Real Instituto Elcano.

El 1 mayo Trump anuncia otra prórroga para los aranceles. Mientras, la UE prepara acciones legales ante la Organización Mundial del Comercio. Según el propio Juncker, presidente de la Comisión Europea, no les queda “otra opción”.

PRIMAVERA ARANCELARIA

Llega junio, y con él, el enésimo aviso de EEUU. Esta vez informa de que sigue adelante con los aranceles a las importaciones de acero y aluminio. Bruselas cifra esta medida en pérdidas por valor de 6.400 millones de euros, al tiempo que decide imponer aranceles por un valor similar a gran parte de la lista de productos de EEUU “notificada a la OMC”, según el Ejecutivo comunitario.

La disputa llega a las redes y Trump acusa públicamente a la UE de “cobrar aranceles masivos” y de obtener un superávit comercial con EEUU de “151.000 millones de dólares".

Pocos días después, entran en vigor los aranceles aplicados por la UE por valor de 2.800 millones de euros a productos estadounidenses, y la propia comisaría de Comercio explica que no les queda “más opción”. Trump, por su parte, cierra el mes de junio con la peligrosa amenaza de imponer tasas aduaneras de un 20% a los vehículos de la UE.

Ante tal afirmación. la CE advierte de que adoptará más medidas por valor de 252.000 millones de euros y pide a EEUU que no se tire piedras contra su propio tejado, ya que sería "dañino principalmente para la economía de EEUU", e incluso la propia Cámara de Comercio norteamericana alerta de las consecuencias que la escalada de aranceles puede tener en el empleo.

La reciente promesa del embajador de EEUU en Alemania de eximir a los fabricantes de automóviles de la tasa del 20% no parece haber relajado el ambiente. Según Steinberg, la situación “va a ir a peor” y augura una mayor escalada arancelaria en los próximos meses.

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