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Las nuevas elecciones cogen al Gobierno en funciones con los deberes a medio hacer en materia económica. Las amenazas que se vislumbraban antes de las elecciones del 28 de abril (Brexit, guerra comercial, parón del crecimiento...) son ahora mucho más palpables y pintan bastos para el futuro inquilino de La Moncloa si no se pone manos a la obra tras el 10 de noviembre. La caída del empleo de agosto -el peor dato desde 2010- es el síntoma de una enfermedad que no se nota en el bolsillo de los votantes, todavía, pero que podría manifestarse hacia finales de año. En definitiva, 'es la economía, estúpido'.

La parálisis política se ha traducido en inacción económica de un PSOE que ha funcionado con el piloto automático y con unos presupuestos de 2018 prorrogados 'sine die'. La promesa de la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, de tener un proyecto de nuevas cuentas hacia febrero o marzo no significa que estas se vayan a aprobar: dependerá del resultado electoral y de la aritmética parlamentaria. Y, entretanto, "la certidumbre económica seguirá brillando por su ausencia", señala César Lajud, profesor de economía en la Universidad Europea.

"Si no está clara la política económica y social, prosigue la incertidumbre de cara a los inversores extranjeros", continua el experto, para quien este es "el coste más elevado de la repetición electoral". "Hasta que no se defina hacia dónde vamos, los fondos extranjeros seguirán sin entrar" y sin inversión pública, privada e internacional, "la creación de empleo se detiene", expone Lajud.

Antes de acudir a las urnas, se conocerán dos informes más del mercado laboral que confirmarán si el ritmo de reducción del desempleo sigue en declive, como se apreció en agosto. El del mes pasado también dejó otro dato preocupante: la séptima caída consecutiva en los contratos indefinidos, que suponen sólo el 8,11% del total. La cadena de transmisión de la inversión en la confianza empresarial está atascada y los expertos auguran que en septiembre y octubre siga la tendencia a la baja, pero sus efectos electorales serán mínimos. El PSOE puede argumentar "que entra dentro de la normalidad y se debe a factores estacionales", explica Jordi Pacheco i Canals, decano del Colegio de Politólogos de Catalunya.

Por más que PP y Ciudadanos se empleen en sacarle jugo a los malos datos macroeconómicos que se publiquen en el mes y medio que queda antes de acudir a las urnas, "la debilidad de la economía aún no se percibirá por los ciudadanos", prosigue el politólogo, por lo que no augura que la derecha, "que es percibida como más preparada ante las crisis económicas" note un impacto significativo de usar estos argumentos en campaña.

GUERRA COMERCIAL Y BREXIT

Al incremento del desempleo y el frenazo en la inversión se suman factores foráneos. La desaceleración económica mundial es un hecho. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha rebajado las perspectivas de crecimiento para la eurozona en 2019 y 2020 en una y cuatro décimas, respectivamente, hasta una subida del 1,1% este año y del 1% el próximo. Más fuerte ha sido el recorte a nivel mundial. Calcula que el crecimiento global se ralentizará al 2,9% en 2019 y al 3% en 2020 y advierte de que es el aumento anual más débil desde la crisis financiera de 2008.

Los 'sospechosos habituales' que llevan a las economías del mundo a una coyuntura sombría y que mantiene a las instituciones y gobiernos con el dedo en las alarmas de crisis son dos fundamentalmente: la guerra comercial entre China y EEUU y el Brexit. Ambos procesos van a llenar titulares en octubre y exigirán un esfuerzo extra por parte de los políticos que deberán formular y explicar políticas específicas, indican los analistas consultados, que coinciden en señalar que el proceso de divorcio entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) es especialmente sensible para España.

Los economistas hace tiempo que defienden que la complacencia sobre la posibilidad de un abandono caótico de Londres del bloque comunitario es excesiva. En esta línea se ha expresado el ministro británico para el Brexit, Stephen Barclay, desde Madrid, quien ha avisado de que la economía española acusaría el impacto de un Brexit duro, y ha expresado sus dudas de que las pequeñas y medianas empresas españolas estén preparadas para este escenario.

¿RECETAS?

Por si esto fuera poco, el futuro Ejecutivo se va a encontrar con otros 'incendios' domésticos, coinciden politólogos y economistas. La revalorización de las pensiones, la subida salarial de enero a los funcionarios, que está en el aire, la actualización de las entregas a las Comunidades Autónomas y la activación de otras partidas de más de 9.000 millones, entre otros.

La receta que da Lajud al futuro Ejecutivo para sortear todos estos obstáculos es la de generar más ingresos, a poder ser "sin incrementar impuestos o que las subidas se noten lo mínimo" y "aumentar el gasto público en políticas que tengan impacto en el desarrollo del PIB". Asimismo, pide hacer hincapié en materias como "la educación y la formación a los trabajadores, la vía más clara para elevar la calidad del empleo y la productividad".

"Se ha hecho un buen trabajo (en España) en los últimos años pero se ha dejado mucho por hacer, como el ajuste fiscal", resaltaba por su parte Rubén Segura-Cayuela, economista jefe para Europa de Bank of America Merill Lynch, antes de la investidura fallida de julio. "En España hay una deuda externa muy significativa, hacen falta mejoras en el mercado del trabajo, servicios, productos...", enumeraba este experto. Si nada de esto se soluciona, a medio plazo la economía sí podría estar en una situación vulnerable, avisaba.

"La alternativa es que, cuando nos veamos afectados por un 'shock', que nos veremos, tendremos que hacer un ajuste fiscal rápido y mal", proseguía Segura-Cayuela. Una advertencia mucho más acuciante ahora que se ha confirmado que la parálisis institucional seguirá, como poco, hasta finales de año.

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