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Stephen Shaver - Archivo

El crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) de China, la segunda mayor economía mundial, se desaceleró en el tercer trimestre del año al 6%, lo que supone el menor ritmo de expansión del gigante asiático desde 1992.

Además, el dato se situó una décima por debajo de la previsión del 6,1% establecida por el consenso del mercado en medio de la guerra comercial que mantiene con EEUU. Pekín maneja una previsión de crecimiento de entre el 6% y el 6,5% para 2019, inferior al objetivo del 6,5% establecido para el año pasado.

"Debemos ser conscientes de que, dadas las condiciones económicas complicadas y severas tanto en el país como en el extranjero, la desaceleración del crecimiento económico mundial y el aumento de la inestabilidad e incertidumbre externas, la economía está bajo una creciente presión a la baja", advirtió la Oficina Nacional de Estadística de China.

EL CRECIMIENTO ES INCLUSO MÁS SUAVE

Sin embargo, incluso la cifra oficial del 6% ha sido puesta en duda por el mercado. “El crecimiento del 6% da continuidad a un escenario perfecto, de lenta pero robusta desaceleración y sin fluctuaciones, que no es una medida ni precisa ni posible del desempeño de la economía real”, argumentan los expertos de la firma de inversión Berenberg. Según su valoración, “el crecimiento actual es más suave que la cifra oficial del 6%”.

Los datos mensuales de septiembre mostraron un repunte al alza en las ventas minoristas y la producción industrial a partir de tendencias mucho más débiles. Pero, en realidad, afirman, China está luchando con su transición hacia la dependencia del consumo y la demanda interna, una deuda cada vez más onerosa y un sector manufacturero lastrado por la caída de las exportaciones.

En este sentido, explican que los PMI manufactureros de China permanecen en territorio de contracción, lo que sugiere que más empresas están viendo descensos en su producción que aumentando la actividad. Tras los años de bonanza, las exportaciones están disminuyendo ligeramente, mientras que las importaciones han bajado un 6,2% en tasa interanual, lo que refleja la débil demanda interna.

“En términos denominados en dólares estadounidenses, una medida justa ya que una parte considerable de sus exportaciones e importaciones se realiza en dólares, los descensos son más severos. Un crecimiento global más débil está reduciendo la demanda de productos chinos, y los costes laborales unitarios de China se han disparado mientras su moneda sigue sobrevaluada”, señalan estos analistas.

Además, subrayan que las ventas de vehículos han caído un 15% desde su máximo de principios de 2018, a pesar de los importantes recortes en el IVA y la flexibilización monetaria. Las preocupaciones sobre la excesiva dependencia del crédito y el aumento de la deuda han llevado a los reguladores a endurecer los estándares de crédito para los automóviles, mientras que la demanda de vehículos comerciales ha caído en respuesta a una producción más lenta. Y aunque el gasto del consumidor continúa subiendo, está limitado por un crecimiento más lento en empleos y salarios y una alta deuda.

DESACELERACIÓN NATURAL DEL CRECIMIENTO CHINO

Sobre la guerra comercial con EEUU, señalan que los aranceles estadounidenses y las incertidumbres de la política comercial “acentúan la desaceleración natural del crecimiento chino”. Las interrupciones en las cadenas de suministro mundiales están afectando directamente las instalaciones de producción y a los trabajadores industriales con altos salarios.

Berenberg todavía es positivo y espera “un acuerdo comercial parcial que reduzca algunos aranceles y comience a disipar las incertidumbres”, lo que será “una gran ventaja obvia”. Probablemente, el acuerdo incluirá un rango objetivo para permitir que la cotización del yuan se deprecie gradualmente, pero esto no será suficiente “para estimular las exportaciones, ni aliviará la carga de la deuda de China ni revitalizará el sector del automóvil”.

Para estos analistas, la desaceleración de China y la guerra arancelaria han tenido un doble efecto negativo: han recortado un 0,9% el comercio mundial y un 1% la producción industrial global. Los principales socios comerciales de China son los más afectados: las exportaciones y la producción industrial han bajado en Japón, Corea del Sur y Alemania. Además, consideran que la relajación monetaria de la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Japón no puede compensar estas limitaciones en el lado de la oferta.

Como conclusión, Berenberg estima que “más estímulos en muchas dimensiones eventualmente sacarán a China de su actual bache de crecimiento, lo que contribuirá a una recuperación global”. Sin embargo, considera que el crecimiento fundamental más lento del gigante asiático “lastrará el ritmo de su recuperación”.

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