• Moon aspira a hacerse notar en la política internacional y a ser clave en el conflicto entre EEUU y Corea del Norte
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Millones de surcoreanos se disponen a culminar en las forzosas elecciones presidenciales de este martes la histórica exhibición de presión ciudadana que protagonizaron en respuesta al escándalo político más grave de la historia del país, y que terminará mañana en unas urnas donde se espera un elevado nivel de participación. Los coreanos votan también con la atención puesta en el conflicto con Corea del Norte a expensas de EEUU y China y con la promesa del favorito, Moon Jae In, de que Seúl ocupará un papel protagonista en las tensiones que se han desencadenado entre Donald Trump y Kim Jong Un.

Estos comicios decidirán al sucesor de la presidenta Park Geun Hye, cesada el mes pasado por su supuesta implicación en una trama de corrupción y sobornos que ha sacudido los cimientos de los gigantes empresariales del país, los 'chaebol', con el conglomerado Samsung a la cabeza, señala ‘Europa Press’.

Moon, el favorito, aspira a hacerse notar en la política internacional y a ser clave en el conflicto entre EEUU y Corea del Norte

El revitalizado electorado surcoreano exige a los pretendientes a la sucesión presidencial que aborden sin dilación una cuestión principal: la gravísima crisis de desempleo juvenil que azota a un país donde el paro entre las personas de entre 15 y 29 años de edad (los jóvenes de entre 15 y 17 años pueden trabajar con permiso paterno) alcanza un 10,8%, siete puntos más que la media nacional.

Esta es la prioridad interna para el hombre que parte como máximo favorito a la victoria, el candidato Moon Jae In, presidente del principal partido del país, el Partido Demócrata, centrista, con cierta inclinación a la izquierda y que ostenta más de 20 puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, Ahn Cheol Soo, antiguo magnate informático de 55 años, fundador del más centrista Partido Popular.

La externa, siempre presente, es Corea del Norte, el ámbito donde Moon aspira a hacerse notar en la política internacional, dada su promesa de volver a convertir a Corea del Sur en un actor fundamental durante el conflicto con el país vecino, dejando atrás los años en los que parecía delegar públicamente esta responsabilidad entre China (el principal valedor del régimen de Pyongyang) y Estados Unidos.

SEÚL, PROTAGONISTA

De momento, el enfoque protagonista de Moon parece pesar más en el electorado. "No se puede depender de China", ha declarado el candidato durante la campaña. "Deberíamos ser nosotros, Corea del Sur, quienes desempeñemos este rol. Si Corea del Norte acepta renunciar a sus armas nucleares, me comprometo a impulsar un acuerdo integral de paz, porque el gobernante de Corea del Norte es Kim Jong Un, y no tenemos más remedio que reconocerle como tal, ya sea a través de las sanciones o del diálogo", ha aseverado en declaraciones recogidas por Channel News Asia.

Tan próximo se muestra Moon que muchos desertores norcoreanos han reconocido francamente su temor. Todos recuerdan que Moon era miembro del Gobierno surcoreano durante la llamada "Política del Sol", un estado de relaciones bilaterales entre Norte y Sur que se prolongó por espacio de una década (entre 1998 y 2008), enormemente aperturista, caracterizada por la intensificación de la ayuda humanitaria.

Sin embargo, esta relajación no se tradujo ni mucho menos en un desarrollo de los Derechos Humanos en Pyongyang, cuyas autoridades por contra, endurecieron todavía más sus castigos contra los disidentes. "Si el candidato Moon Jae In es elegido", ha avisado este mes una organización de desertores en un comunicado recogido por la BBC, "estamos convencidos de que equipos de asesinos norcoreanos cruzarán la frontera para secuestrarnos o para matarnos".

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