tuit traders
Tuit TradersAlberto Sánchez

Si existiese una competición entre los mejores museos del mundo tengo muy claro el top dos pero no su orden: la Tate Modern de Londres y la tienda de la Tate Modern de Londres. El caso es que en la segunda cayó en mis manos el libro fotográfico recién publicado de Stephen McLaren titulado 'The Crash', con el que hace su particular homenaje al pinchazo de la burbuja ocurrida en 2008 -del que precisamente se cumplen diez años- y que pilló a la mayoría con el pie cambiado y a mí en plena adolescencia. Y me lo tuve que llevar, claro.

Aquel lunes negro en el que las protagonistas no fueron personas sino cajas de cartón, McLaren, armado con un arsenal de objetivos, se echó a las calles de la City de Londres para plasmar, furtivo, el derrumbe de un castillo invisible pero catedralicio. Dicen que en el espacio exterior habita el silencio más escandaloso, pero incluso lo de ahí fuera parecería un veintitrés de diciembre en un centro comercial en comparación con lo vivido por el bueno de Stephen, frente a frente, con un Támesis anegado por la luz reflejada del sol en los imponentes rascacielos de Canary Wharf.

La fotografía, como la mayoría de artes, persigue el cenit de capturar las más histriónicas emociones, ya sean mundanas o pomposas, y plasmarlas a través de una instantánea que cristaliza dicho momento en inmortal. Se trata de un recorrido sobrecogedor de ascenso y caída a los infiernos declamado por personajes anónimos pero impecables, que prácticamente hacen palpable a través de los folios la angustia, el miedo y el pavor del que se sabe al filo del acantilado viendo el vacío desde un ángulo de no retorno.

Lo boyante de la riqueza de los protagonistas, enfundados en trajes italianos hechos a medida y tirados en el suelo a orillas del río, es el contraste más salvaje entre dos realidades totalmente antagónicas.

Diez años después todavía dura la resaca, profunda y penetrante, arraigada en nuestro interior luchando por no convertirse en nuestro sino y nuestra excusa para absolutamente todo. Vienen tiempos de asumir responsabilidades con la boca cerrada y la cabeza erguida, porque nunca verás a Luka Modric echar balones fuera.

Y cuando otees en el horizonte los primeros rayos de luz del día, abre las ventanas y ventila la intimidad de tu alma, porque nunca harás nada tan malvado como para no perdonarte a ti mismo. Pero si al final el crepúsculo te devora el corazón, que esta sea tu última sentencia: no fui tan feliz pero al menos me divertí.

Noticias relacionadas

contador