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“Ya no es absurdo pensar que el rendimiento nominal de los bonos del Tesoro de EEUU pueda ser negativo”. Así de clara es la opinión de los expertos de Pimco, uno de los mayores inversores mundiales en el mercado de deuda pública.

Joaquim Fels, asesor económico de Pimco, destaca que el rendimiento de los bonos alemanes a 30 años ha caído en territorio negativo por primera vez en la historia. Y que unos 14 billones de dólares en bonos en circulación, el 25% del total, se negocian con rendimientos negativos.

Lo que durante mucho tiempo se consideró una aberración a corto plazo (que los acreedores paguen a los deudores por tomar su dinero) ya se ha convertido en la nueva normalidad en los mercados desarrollados fuera de EEUU. “Cuando la economía mundial entre en hibernación, los bonos del Tesoro americanos, activo refugio además del oro, probablemente no serán una excepción. Y si la guerra comercial sigue escalando, podemos llegar más rápido de lo que pensamos a la rentabilidad negativa”, asegura Fels.

Según este experto, la mayoría de los observadores culpa a los bancos centrales como el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón (BoJ). Al gravar las reservas excesivas de los bancos con tasas de depósito negativas, hacen que los bonos sean más escasos, al eliminarlos del mercado a través de sus programas de compra. El Banco de Japón ahora posee la mitad y el BCE el 30% de los bonos emitidos por sus respectivos gobiernos.

Sin embargo, para Joaquim Fels los bancos centrales no son los villanos, sino las víctimas de los factores fundamentales más profundos que están detrás de las tasas de interés bajas y negativas. “Los dos impulsores seculares más importantes son la demografía y la tecnología”, asegura.

“El aumento de la esperanza de vida aumenta el ahorro deseado, mientras que las nuevas tecnologías ahorran capital y se están volviendo más baratas. Y por lo tanto, reducen la demanda antes de la inversión. Y el exceso de ahorro resultante empuja la tasa de interés 'natural' cada vez más abajo”, añade.

En este contexto, la historia financiera de la última década está plagada de bancos centrales que mantuvieron la tasa de interés 'monetaria' por encima de la tasa 'natural' o trataron de aumentarla demasiado pronto (el BCE en 2011) o demasiado lejos (la Fed en 2018). “Ambos fueron castigados por las fuerzas del mercado y han tenido que revertir el curso”, señala Fels.

Junto a los impulsores seculares mundiales que deprimen las tasas de interés, las fuerzas cíclicas que bajan los tipos de Estados Unidos han aumentado recientemente. Por ejemplo, el informe de empleo de julio y las revisiones que acompañaron a los meses anteriores muestran que la recesión en el sector manufacturero global y estadounidense ha comenzado a extenderse al mercado laboral americano.

“Con el enfriamiento del mercado laboral, es probable que los hogares aumenten el ahorro, lo que se sumará al exceso de ahorro inducido demográficamente”, señala Fels. Además, la escalada de la guerra comercial aumenta la incertidumbre y es probable que induzca a las empresas a posponer o recortar aún más el gasto de inversión (y la contratación), reduciendo así la demanda para fondos invertibles.

En este escenario, la Reserva Federal de EEUU (Fed) corre el riesgo de quedarse por detrás de la curva, por lo que sus recortes de tipos pueden llegar demasiado tarde y ser poco efectivos. “Por ello, si la Fed sigue recortando los tipos de nuevo hasta el 0% y reanuda su programa de compra de activos, la rentabilidad negativa de los bonos del Tesoro americanos puede ser el 'nuevo normal' para los inversores”, concluye Fels, quien aconseja “aprovechar los rendimientos positivos en EEUU mientras duren”.

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