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Trabajadores de la planta de producción de Nissan en Barcelona queman neumáticosDavid Zorrakino - Europa Press

Las promesas de que, por alguna especie de conjuro mágico, las grandes empresas multinacionales iban a seguir en España aunque el Gobierno no haga ni caso a sus peticiones se vinieron ayer abajo con estrépito con el anuncio del cierre de Nissan en Barcelona y del principio del cierre de Alcoa en San Cibrao (Lugo). Son la respuesta lógica a una inacción absoluta del Ejecutivo en política económica a la hora de dar incentivos para mantener el empleo. O peor: a la actitud anti-business que destilan casi todas sus actuaciones.

En Bolsamanía hemos sido muy críticos con la gestión de la actual crisis por parte del Gobierno por muchos motivos, pero por uno por encima de todos: que, en vez de tomar medidas para preservar el empleo como las de los países de nuestro entorno (rebajas fiscales, ayudas a empresas, bonificaciones, etc.), prefiere subsidiar a quienes lo pierdan (ERTE, prestación de autónomos, ingreso mínimo... el llamado "escudo social"). Asumiendo un coste similar para el erario público, parece mucho más acertado para nuestro futuro adoptar el primer enfoque en vez del segundo.

Pero la elección del Ejecutivo no ha sido esa, como todos sabemos, y ahora se empiezan a recoger los frutos con la salida de las primeras multinacionales, a las que seguirán varias más si nada cambia: Ford ya ha anunciado 350 despidos en Valencia. Hablamos de multinacionales a las que les da igual producir aquí que en otro sitio porque el factor diferencial siempre son los costes. Y cuando están en pérdidas, como Nissan, necesitan reducirlos de inmediato.

El mundo actual es el que es, por mucho que no les guste a nuestros gobernantes, algunos de los cuales preferirían vivir en el 'paraíso comunista'. Y, en el mundo real, si quieres que el país crezca y genere empleo, tienes que adaptarte. España fue durante muchos años un lugar perfecto para instalar fábricas por nuestros bajos salarios, la escasez de competidores, la excelente industria auxiliar y nuestra situación geográfica estratégica. Ya no: hay muchos países que tienen salarios más bajos y que han invertido mucho en logística y transporte (Europa del Este, Asia...).

BAJAR COSTES LABORALES, FISCALES O ENERGÉTICOS

Por tanto, tendremos que ser competitivo en otros costes, como los extrasalariales, los fiscales o los energéticos. Pues no. todo lo contrario: la política de la coalición PSOE-Podemos no hace más que encarecerlos o, peor aún, crear incertidumbre al respecto. En los laborales, el pacto y marcha atrás con Bildu para derogar de un plumazo la reforma laboral, pese a los intentos de Nadia Calviño por sofocar el incendio, ha sembrado el pánico; ninguna empresa se fía, y con razón.

De los fiscales, para qué hablar: el Gobierno no ha contemplado ninguna rebaja de impuestos como pide hasta el FMI (ni IRPF, ni sociedades, ni IVA) a ningún sector, ni siquiera a los más afectados por el Covid; tan solo aplazamientos de los pagos. Al contrario, mantiene su intención de subir los impuestos con nuevas figuras como las tasas Tobin y Google, o el "impuesto a los ricos" de Pablo Iglesias. De nuevo, el rechazo de María Jesús Montero no convence a nadie. Ir a un modelo de impuestos bajos tan exitoso como el irlandés ni se les pasa por la cabeza.

Los costes energéticos son el principal motivo de la salida de Alcoa. Bolsamanía ya adelantó que la cosa tenía muy mala solución -o una subvención o una rebaja del recibo de la luz que crearía un agravio comparativo-, pero, en todo caso, se podía haber buscado una salida negociando con la empresa (¿rebajando los múltiples impuestos y peajes del recibo para todo el mundo, quizá?). Sin embargo, el Ejecutivo no se ha sentado con ella a pesar de que lleva amenazando con irse muchos meses, confiando en que no cumpliría su amenaza. Resultado: un día se harta y se va de verdad.

LA ACTITUD ANTI-BUSINESS NOS LLEVA AL SUICIDIO

Detrás de todo esto se encuentra una actitud abiertamente anti-business, que considera a la empresa la enemiga (capitalistas explotadores) y que toma medidas basadas en esa concepción. Y que, lógicamente, ahuyenta las inversiones, que prefieren otros destinos que están ávidos de su dinero y sus empleos, por lo que están dispuestos a darles muchas más facilidades que aquí.

España no puede permitirse el lujo de que se vayan estas multinacionales. Nuestro modelo económico se basa en tres patas: el ladrillo, el turismo y los servicios, y la industria enfocada a la exportación, sobre todo del automóvil (pero también Alcoa, ArcelorMittal o Airbus). Si la inacción gubernamental no hace nada por conservarla, el futuro económico de España será muchísimo más negro que el que ya se dibuja por el parón del coronavirus.

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