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Pedro Zerolo llevaba más de un año exhibiendo un rostro cadavérico con un arrojo y un valor que sólo los hombres fuertes son capaces de arrostrar con la sonrisa en los labios. El cáncer no hacía concesiones pero el activista canario no dejó ni un momento de mostrar aquella servicialidad y aquella entrega constantes a las que dedicó su vida.

... Aquel personaje combativo, franco, certero en los juicios y cargado de una dignidad profunda y contagiosa, acabó siendo para mí una de esas personas que forman parte del paisaje feraz de las propias creencias...

Por una jugarreta absurda del azar, no le conocí personalmente pese a tener múltiples y entrañables amigos comunes, pero aquel personaje combativo, franco, certero en los juicios y cargado de una dignidad profunda y contagiosa, acabó siendo para mí una de esas personas que forman parte del paisaje feraz de las propias creencias, uno de esos servidores públicos que están donde deben en el momento preciso, el gran intérprete de la necesidad colectiva que se adelanta a dar el grito cuando cualquier ciudadano postrado siente el dolor intenso que le ha inferido la injusticia.

El propio Zapatero ha reconocido más de una vez que fue Zerolo quien le convenció definitivamente para que diera de una vez y sin red el arriesgado salto de romper para siempre todos los tabúes sexistas, de abatir las fronteras de la homofobia, de destruir las cazas de brujas que durante siglos castigaron al ostracismo y a la hoguera a quienes sentían determinadas preferencias sexuales heterodoxas.

Quienes le hemos sobrevivido nos encargaremos de que pase a los anales como uno de los grandes luchadores por esta democracia. Y quizá como el que más hizo por proclamar, defender y consagrar la igualdad de todos.

La igualdad real de géneros, el rescate gozoso de la homosexualidad para la normalidad social deben mucho a Pedro Zerolo, el valiente activista que dedicó enteramente su vida a la felicidad de los demás. Porque las nuevas leyes surgidas de aquel esfuerzo, que fueron pioneras en el mundo y que se han ido extendiendo poco a poco por todo el orbe, han sido eso: un derroche placentero de felicidad igualitaria para muchos colectivos que vivieron tiempos turbios emboscados a la fuerza en las tinieblas, cargados de miedo y de ira.

Zerolo ya no está en tiempo de homenajes. Pero quienes le hemos sobrevivido nos encargaremos de que pase a los anales como uno de los grandes luchadores por esta democracia. Y quizá como el que más hizo por proclamar, defender y consagrar la igualdad de todos. Su gran esfuerzo no ha sido en absoluto baldío pues con su legado se ha evitado mucho sufrimiento.

Antonio Papell

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