Más de un centenar de encuestas elaboradas en los últimos meses habían dibujado un panorama poco menos que apocalíptico en el Reino Unido: los dos grandes partidos, conservador y laborista, fuertemente desgastados ambos, quedarían muy lejos de la mayoría absoluta, lo cual, unido al declive de los liberaldemócratas, obligaría a complicadísimas alianzas para conseguir la estabilidad. El nacionalista Scottish National Party (SNP) y el euroescéptico UKIP se convertían en dichas hipótesis en elementos clave de unas negociaciones arduas y complejas…

La demoscopia no es una ciencia exacta y en esta ocasión los sociólogos políticos han fracasado.

Finalmente, la realidad ha desmentido todas las previsiones, prácticamente sin excepción. Lo cual permite realizar varias hipótesis para explicar lo sucedido:

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1.-Las encuestas han fracasado por sus propias deficiencias internas. Ya se sabe que la demoscopia no es una ciencia exacta y en esta ocasión los sociólogos políticos han fracasado.

Las encuestas han actuado sobre la realidad, modificándola más intensamente que de costumbre.

2.-Las encuestas han sido maliciosamente tergiversadas, con el fin de conseguir movilizar a la sociedad en la dirección deseada, en este caso hacia el voto conservador. No es imposible pero parece muy difícil que se pongan de acuerdo tantas voluntades en una manipulación.

3.-Las encuestas han actuado sobre la realidad, modificándola más intensamente que de costumbre. Ya se sabe –se ha estudiado mucho- que la realización de encuestas nunca es inocua: los datos volcados sobre la opinión pública generan inevitablemente reacciones que también modifican la realidad. Y no parece que pueda descartarse que la generación de una expectativa tan turbia como la que se dibujaba en el Reino Unido haya generado un corrimiento hacia la opción más segura, que casi siempre es la conservadora y que esta vez jugaba además con la ventaja de haber encabezado una objetiva recuperación económica.

La realidad oscila probablemente entre la primera y la tercera hipótesis. Y lo ocurrido debe ilustrarnos sobre qué son y para qué sirven las encuestas, que no pasan de ser herramientas de interpretación de la realidad a las que debe darse la importancia que tienen. Los encuestadores no son adivinos, y si lo fueran ya no tendría sentido convocar elecciones.

Antonio Papell

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