• 'La pelota está en el tejado de Rajoy'
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El presidente Rajoy es radicalmente previsible y poco amigo de improvisaciones, de donde hay que creer en principio que agotará la legislatura como ya ha manifestado reiteradamente. Sin embargo, no puede ser tampoco insensible a ciertos argumentos que parecen recomendarle una anticipación, y que chocan con otros que, por el contrario, sugieren la conveniencia de prolongarla hasta su final natural.

Las razones para la anticipación son claras: las formaciones emergentes, consolidadas por los resultados del 24 de mayo, están adquiriendo protagonismo al desarrollar su labor en las instituciones autonómicas y locales. Es cierto que los nuevos partidos corren el riesgo de descrédito a causa de ciertos patinazos resonantes –en el ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, ha habido ya episodios que han puesto en evidencia al nuevo equipo-, pero también se afianzan a medida que adoptan decisiones populares con las que tratan de justificarse. En cualquier caso, la visibilidad del PP cae radicalmente a medida que se ponen en marcha los nuevos equipos de gobierno formados por otos partidos en los antiguos feudos populares.

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Más en concreto, el PP, que ya ha quedado reducido a un menguado 27% de los votos en las elecciones locales, corre el riesgo de verse reducido a la mínima expresión en las elecciones del 27 de septiembre en Cataluña, donde se verá sobrepasado ampliamente por Podemos –que irá a las elecciones de la mano de ICV- y por Ciudadanos… También el PSOE corre este mismo riesgo por la mala situación del PSC, pero ésta es otra cuestión que afecta sobre todo a la regresión del bipartidismo en su conjunto.

El PP corre el riesgo de verse reducido a la mínima expresión en las elecciones del 27 de septiembre en Cataluña

En sentido contrario, el PP tiene a favor de llevar la legislatura hasta su término el argumento de que, con el actual crecimiento económico, más clara será la bonanza a medida que pase el tiempo. Y a finales de año, la incipiente euforia actual puede haberse extendido y contagiado a muchas más personas. En cualquier caso, las cifras del desempleo y de la precariedad laboral variarán poco en este periodo.

Por último, el análisis no quedaría completo si no se examinaran los pros y las contras de hacer coincidir las elecciones generales con el 27S catalán: la superposición desnaturalizaría la pretensión plebiscitaria de los nacionalistas pero quizá la maniobra movilizaría más hacia el nacionalismo a los sectores tibios que se están desmarcando de las posiciones soberanistas. Parece, en fin, que el Estado ha de enfrentarse al fenómeno del independentismo con más sobriedad que oportunismo.

Las condiciones de la anticipación electoral, previa disolución del Parlamento, son bien conocidas pero no está de más recordarlas. El artículo 115 CE otorga al presidente del Gobierno la facultad de disolver las cámaras en cualquier momento mediante un decreto que deberá fijar la fecha de las elecciones, y el artículo 68.6 CE dispone que “las elecciones tendrán lugar entre los treinta días y sesenta días de la terminación del mandato”, es decir, de la disolución. Así, para que las elecciones generales fuesen el 27 de septiembre, la disolución habría de decretarse entre el 27 de julio y el 27 de agosto.

La pelota está en el tejado de Rajoy.

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