El portavoz de Interior del PP en el Congreso ha atribuido el escándalo suscitado por la entrevista oficial del ministro Fernández Díaz con el exvicepresidente Rato, acusado de graves delitos económicos, a la histeria provocada por la cercanía de las elecciones.
Lo que más irrita a la opinión pública es la displicencia arrogante de los actores políticos ante la crítica fundada. Que quien ha recibido la representación popular no alcance a entender la envergadura de sus propios errores y atribuya la censura al desenfoque de medio de comunicación, del periodista o del ciudadano –a la histeria, en una palabra- es una especie de pecado mortal en el mundo proceloso de lo público.
La prensa tiene la obligación de informar y calificar pero no le corresponde encabezar protestas ni pedir dimisiones.
En este caso, el error es de envergadura: el Partido Popular ha estado y sigue estando –y conviene recordarlo- enmarañado hasta las cejas con la corrupción a todos los niveles, prácticamente sin excepción. Desde el ‘caso Bárcenas’, que contaminó el corazón mismo del partido, a los diferentes episodios –Gurtel, Púnica- que han manchado a grupos importantes de administradores infieles, pasando por innumerables escándalos autonómicos y locales. Y ahora, en vísperas electorales, por coincidencias del calendario judicial, estamos en presencia de uno de los más espectaculares e incalificables episodios de esta índole: la investigación de las andanzas de quien ha sido vicepresidente económico y ministro de Hacienda con Aznar, director gerente del Fondo Monetario Internacional –lo que le confiere una dimensión global al escándalo- y presidente de Bankia. Pues bien: en esta coyuntura difícil, en puertas de unas elecciones autonómicas de gran calado y a pocos meses de unas elecciones generales, el ministro del Interior, es decir, el jefe de la policía, tiene la ocurrencia de conceder una audiencia pública en su despacho oficial a este personaje, acusado de fraude fiscal, blanqueo de capitales y de otra media docena de graves delitos.
Lea también: Tendencia hacia las generales y las otras dos alternativas a Rajoy dentro del PP
Como señaló en parecida ocasión embarazosa el sabio y curtido Mitterrand, en el desempeño de sus funciones, los ministros no tienen “estados de ánimo” ni “asuntos personales” que atender.
LA REACCIÓN...
¿Cómo deberían reaccionar, a juicio del PP, los partidos de oposición y los medios de comunicación? ¿Con alabanzas al señor Fernández Díaz, un personaje de limitadas aptitudes, por el gesto amical hacia su conmilitón de toda la vida? ¿Tendríamos que hacernos lenguas ante el gesto caritativo de recibir al hijo pródigo en el viejo caserón de La Castellana? ¿Deberíamos elogiar la sutileza de quien es ministro por el único mérito personal de ser amigo de quien le ha nombrado?
La prensa tiene la obligación de informar y calificar pero no le corresponde encabezar protestas ni pedir dimisiones. Y en ese papel, los medios han afeado con el énfasis adecuado la ineptitud de quien, según parece, no ha valorado a priori el error de recibir en su despacho a quien –lo ha reconocido paladinamente- quería darle “su versión de los hechos”.
Dejando de paso en evidencia a su anfitrión, quien había declarado que el motivo (inverosímil) de la entrevista era “personal”. Como señaló en parecida ocasión embarazosa el sabio y curtido Mitterrand, en el desempeño de sus funciones, los ministros no tienen “estados de ánimo” ni “asuntos personales” que atender.
El PP no puede estar en manos ni de ministros de este pelaje ni de portavoces como el que, conforme a la vieja rutina, ha pretendido en este asunto matar al mensajero para desviar la atención. Sea como sea, éste uno de los episodios que se terminan pagando con puntualidad en las urnas.
Antonio Papell
Lea también:
Cifuentes admite que 'no fue muy afortunado' recibir a Rato y dice que ella no lo habría hecho
El ministro del Interior solicita comparecer en el Congreso para hablar sobre su reunión con Rato
Rato fue recibido por el ministro del Interior tras declarar por el caso Bankia