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Rodrigo Quinallata, activista político aymara.EUROPA PRESS

LA PAZ, 19 Oct (EUROPA PRESS)

Evo Morales, de etnia aymara, se convirtió, en 2006, en el primer presidente indígena de la historia de Bolivia.

Horas antes antes de su toma de posesión, el 21 de enero de ese año, el líder boliviano, vestido con ropajes tradicionales, fue nombrado jefe de los pueblos originarios de su país y de toda América, en un rito celebrado en las ruinas de Tiwanacu.

Morales legisló de inmediato en favor de los indígenas, mejorando el acceso de las comunidades al agua, a la electricidad, y a la educación, y haciendo descender los niveles de pobreza.

Tres años después de llegar al poder vio la luz la Constitución de 2009, impulsada por el líder aymara, que convirtió a Bolivia en un Estado Plurinacional y reconoció la existencia de 36 pueblos originarios.

"Lo hizo bien en el tema formal. El aymara ahora puede bajar a la acaudalada zona sur de La Paz, por ejemplo, cosa que antes no hacía, porque había un sentido de rechazo en la población", apunta Rodrigo Quinallata, activista político aymara.

Pero hasta ahí reconoce. Ahora se ha convertido en un férreo opositor a Morales, habiendo llegado incluso a promover una campaña contra su nueva postulación presidencial.

Como él, parte de los indígenas bolivianos han dado la espalda a Morales en los últimos años, decepcionados con su gestión.

"No habíamos contado los pueblos indígenas con la mediocridad. Nos dijeron que íbamos a tener autonomía, pero el poder se ha centralizado más", lamenta Quinallata.

En 2015, el presidente boliviano llegó a perder su bastión, la ciudad de El Alto, conformada por al menos un 40 por ciento de indígenas, a manos de Soledad Chapetón, también de etnia aymara, pero de centroderecha.

El principal catalizador del descontento se dio el año siguiente. Morales convocó un referéndum, en febrero de 2016, para consultar a los bolivianos si aprobaban un cambio a la Carta Magna, que él mismo impulsó, con el objetivo de permitir la reelección por más de dos periodos consecutivos.

Los ciudadanos rechazaron la opción, por escaso margen, pero el Tribunal Constitucional habilitó a Morales, en un polémico fallo, aludiendo a su derecho humano a ser elegido.

Ese desconocimiento del voto popular afectó a su prestigio, sustentado, en buena parte, en el crecimiento económico medio del 4,6 por ciento que el país mantiene desde su llegada a la presidencia.

"Los aymara no estamos de acuerdo con la perpetuación de poder, y nuestra cultura se basa en la rotación de cargos. Uno no puede ser jefe por dos gestiones seguidas. El Gobierno de Morales no tiene una identificación con las prácticas andinas. Más bien las contradice, las anula y las deslegitima", critica Quinallata.

Otra crítica generalizada entre los indígenas que no votarán por Morales es el modelo extractivista de la economía boliviana, que se ha acentuado durante su mandato, y choca con su discurso en defensa de la Madre Tierra, la 'Pachamama'.

"Ya no es un discurso coherente. El buen vivir ha quedado por el piso. Estamos matando no sólo nuestros pulmones, sino el pulmón del mundo", señala Quinallata.

LOS INCENDIOS EN EL AMAZONAS

La popularidad de Morales entre los indígenas ha vuelto a resentirse tras los recientes incendios en el Amazonas, que han devastado más de cuatro millones de hectáreas, según la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN).

Parte de los bolivianos, y de los pueblos originarios amazónicos, culpan al presidente de los fuegos, tras la modificación de un decreto, el pasado julio, que acabó autorizando el desmonte de tierras en los departamentos afectados.

"Lo que ha pasado fue culpa del Gobierno. Evo tenía un plan con la Chiquitanía. Ingresar a la zona y meter a gente en esas áreas, y para eso era necesario tener un espacio libre, y despejado, donde pudieran ingresar, medir y hacer sus nuevos asentamientos, por lo tanto, él es el único culpable", denuncia Orlando Socoré, cacique de la Asociación de Cabildos Indígenas de San Ignacio de Velasco (Acisiv).

Ha pasado el último mes caminando desde su pueblo a Santa Cruz de la Sierra, junto con varias decenas de personas más, para pedir la declaración de desastre nacional y reclamar que sólo los originarios del lugar puedan acceder a repartición de tierras.

El Gobierno ha descartado taxativamente que haya dotado terrenos a colonos en las áreas afectadas.

"Pero Morales no hizo nada mientras el incendio devoraba los bosques. Sólo después de un mes, recién solicita el avión que permitía apagar los incendios", recuerda Socoré.

UNA CARRETERA QUE CRUZA UNA RESERVA DE AGUA

El inicio de las mayores desavenencias entre Morales y los indígenas tuvo lugar en 2011, cuando el mandatario anunció la construcción de una carretera que cruzaría el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro - Securé (TIPNIS), considerado como una gran reserva de agua.

Parte de los moradores de la zona protegida se negaron a aceptar la carretera, y organizaron una gran marcha indígena rumbo a La Paz, que fue duramente reprimida en el municipio de Chaparina.

"He recibido amenazas y he sido secuestrado. Además, sufro muerte civil, porque el Gobierno me ha cerrado todas las puertas. No puedo encontrar trabajo, lo que supone un sufrimiento enorme para mí y para mi familia", denuncia Fernando Vargas, líder de aquellas protestas.

"Esa carretera fomentaría la deforestación, el sobreprecio de la tierra y su redistribución. Nosotros tendríamos que salir de nuestro hábitat para ir a no sé dónde, tal vez a las ciudades", expone el comunero.

También afectó a la popularidad de Morales entre los pueblos originarios la corrupción en el Fondo Indígena, una cartera repleta de proyectos fantasmas y de millones de dólares de dinero público que acabaron en manos particulares.

"Hoy por hoy, con el Gobierno de Evo Morales, nos hemos dado cuenta de que no sólo roba quien tiene corbata, sino también el que tiene ojotas (chancletas)", apunta el activista Quinallata. "Eso nos está estigmatizando", admite.

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