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Es posible que usted se encuentre en esta situación. Millones de ahorradores recibieron esta respuesta de su director de sucursal o incluso de sus gestores de cartera: "Con los tipos negativos, los depósitos no dan nada y la deuda pública da muy poco y tiene mucho riesgo, porque los tipos no pueden bajar más. Si quieres algo de rentabilidad, no queda más remedio que asumir riesgo y entrar en bolsa". Los que siguieron ese consejo pierden un 10% este año.

Sí, es cierto que les avisaron de que estaban asumiendo un riesgo; todo el mundo sabe que en bolsa se puede perder. Y ese riesgo se ha materializado. Pero no por saberlo duele menos. En primer lugar, la mayoría de estos gestores les aseguraron que la bolsa tenía muy buenas perspectivas por la recuperación económica, la mejora de los beneficios empresariales y las bajas valoraciones (salvo las tecnológicas norteamericanas). Mostraron sesudos informes de análisis con esos y otros muchos argumentos alcistas. Y los clientes se fiaron de ellos.

En segundo y más grave lugar, muchos de estos inversores no tenían un perfil adecuado para la renta variable porque no pueden soportar pérdidas, ni siquiera pequeñas; mucho menos del 10%. Entre nada y bolsa, cogieron bolsa. Pero un buen gestor le tenía que haber dicho que no, que eso no era para él porque el riesgo era excesivo, y que lo mejor era mantenerse en liquidez a la espera de tiempos mejores. Pero casi ninguno lo hizo porque la liquidez no deja comisiones.

Ahora llegan los disgustos, las reclamaciones e incluso las demandas. Aunque, con el precedente de las preferentes, es raro que alguna entidad no haya hecho los tests pertinentes o no tenga firmados todos los papeles que la eximen de responsabilidad.

Es verdad, dirán algunos, que si se ha diversificado geográficamente, la pérdida es mucho menor que la de la bolsa española o incluso se puede estar en beneficios. Cierto. Pero esa diversificación solo es factible con un patrimonio elevado. Y además, si la mayoría de estos ahorradores ya aceptaba a regañadientes meterse en bolsa, no iba a entrar también en otros países e incluso en otras divisas. Así que el grueso acabaron en fondos de bolsa española más o menos activos (o directamente con una cesta de acciones) que, al final, tienen una altísima correlación con el Ibex.

EL ASESORAMIENTO PIENSA MÁS EN LA ENTIDAD QUE EN EL CLIENTE

El problema sigue siendo que, con Mifid II o sin ella, la inmensa mayoría de los servicios de asesoramiento financiero en España no buscan lo mejor para el cliente, sino para ellos. Y al final, aunque el inversor tenga que firmar verdaderos tomos que no se lee, le colocan lo que ellos quieren aprovechando la escasa o nula cultura financiera.

Pero además, persisten grandes mitos sobre el mercado que la realidad refuta una y otra vez. El más extendido es el de que, a largo plazo, en bolsa siempre se gana, que es casi tan famoso como el de que la vivienda nunca baja. Todo depende de qué se entienda por largo plazo. ¿20 años? ¿30? Porque, más de 10 años después, el Ibex sigue a casi un 100% de los máximos históricos de 2007. Por no hablar de la bolsa japonesa. Como decía Keynes, a largo plazo, todos muertos.

Invertir en bolsa requiere tener estómago para aguantar las pérdidas, porque en algún período va a haberlas sin remisión. Si uno quiere invertir por su cuenta, debe seleccionar cuidadosamente los valores, fijarse stops, ser disciplinado y seguir constantemente las posiciones. Y si no, debe buscar buenos gestores, que los hay (salvo excepciones, fuera de los bancos), con un buen historial y que no le cuenten que en bolsa siempre se gana.

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