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Con el inicio de la 28º cumbre mundial del clima (COP28), muchos inversores se preguntan si las inversiones verdes o basadas en criterios ESG ganarán peso. Podría ser el caso, opinan desde Scope Ratings, y es que de un tiempo a esta parte "ha crecido el malestar por el hecho de que, a pesar de años de esfuerzos y miles de millones de euros de inversión, las emisiones mundiales de CO2 han vuelto a aumentar". Esta cita, que se celebra en Dubái hasta el 12 de diciembre, puede ser una buena excusa para que los inversores hagan valer sus opiniones sobre la viabilidad de las estrategias de cero neto, sobre todo en el sector energético. Y en última instancia, esto podría ser una "buena noticia" para la emisión de bonos verdes.

Así lo cree Dierk Brandenburg, responsable de análisis de crédito y ESG en Scope Ratings, quien se habla en profundidad del aumento de las emisiones de CO2 tras una recuperación económica "fuerte e intensiva en carbono" desde la pandemia, que coincidió con la escalada de la guerra de Rusia en Ucrania. "En busca de fuentes de energía seguras y asequibles, incluso los países europeos han reactivado fuentes de energía altamente contaminantes como el carbón", y eso terminará por afectar al medioambiente.

En opinión del experto, hay dos advertencias importantes a tener en cuenta. Primero, que a los países de la OCDE, aunque han logrado ciertas mejoras, "les queda un largo camino por recorrer, con un enorme coste potencial a largo plazo para los gobiernos". Y segundo, que la reducción de las emisiones en la OCDE "se ven más que compensadas por el fuerte aumento de las emisiones en China y otras grandes economías no pertenecientes a la OCDE de rápido crecimiento, sobre todo India y Brasil".

Además, comenta que da la casualidad de que el aumento de las emisiones coincide con una ralentización en la adopción, por parte de los consumidores, de tecnologías con bajas emisiones de carbono como los vehículos eléctricos y las bombas de calor. ¿La causa? El aumento de los costes y la caída de los ingresos reales en Estados Unidos y Europa.

"El dilema para los inversores centrados en el clima es que, en este entorno, las emisiones absolutas son difíciles de controlar a nivel de empresa o país porque dependen de factores macroeconómicos que afectan a la demanda y a la oferta e influyen en la combinación energética disponible. Esto hace que la atención se centre en las mejoras relativas de la producción de energía verde en comparación con los escenarios de cero emisiones netas", dice Brandenburg.

Por eso, teniendo en cuenta la escasez de recursos, debemos dar prioridad a la idea de "asignar el capital 'verde' allí donde contribuya en mayor medida al objetivo de cero emisiones netas, lo que en estos momentos significa hacer más ecológica la combinación energética disponible para los hogares, la industria y el sector del transporte".

Tal y como destaca el analista, la mayoría de los escenarios de cero emisiones netas "presuponen un enorme aumento de la capacidad renovable mundial de aquí a 2030", aunque reconoce que el sector está "bajo presión" por los aspectos económicos. En este sentido, se refiere a las recientes advertencias de incumplimiento de previsiones de operadores como Orsted y Siemens Energy, tras el abandono de grandes proyectos de energía eólica marina en EEUU y Europa, y también a los malos resultados de las acciones de empresas de energías alternativas en todo el mundo.

Frente a eso, los inversores "han vuelto a interesarse por las empresas petroleras y gasísticas que se benefician de la creciente demanda de productos que proporcionan más de la mitad del suministro mundial de energía, al tiempo que contribuyen al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero".

Brandenburg explica que el análisis de la trayectoria de la industria a cero emisiones netas, especialmente de las emisiones de metano, "está totalmente justificado, pero también está claro que el resultado vendrá determinado en última instancia por la disponibilidad de alternativas de energía verde al petróleo y al gas, y no por un petróleo y un gas más verdes".

Por eso afirma que las inversiones sensibles al clima "deben tener una visión holística del sector energético, incluidos el petróleo y el gas".

En cualquier caso, comenta que la "escasa rentabilidad" de las energías renovables "no es del todo una mala noticia si está relacionada con la caída de los precios, por ejemplo, en la energía solar fotovoltaica o con el desarrollo tecnológico de mejores turbinas y baterías más eficientes". Sin embargo, avisa, en lo que respecta a los proyectos energéticos a gran escala, la inflación y la subida de los tipos de interés han incrementado el coste de los proyectos y reducido los beneficios esperados en un sector que se "adapta lentamente a la realidad económica".

Así las cosas, con la "pérdida de fe" en las energías renovables por parte de los inversores de renta variable, es de esperar que aumente la demanda de inversiones verdes financiadas con deuda. "Con los rendimientos en máximos de la década y los extinguidos greeniums (prima en precio que suele pagar el comprador de un bono verde en comparación con otro bono de la misma compañía que no tenga características sostenibles), puede que no sea un resultado tan malo después de todo", concluye Brandenburg.

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