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Facilitar la financiación de grandes gastos a aquellos sin tarjetas de crédito ni otros productos crediticios contratados. Esta es la nueva ocurrencia que algunos bancos están implantando y que ya ofrecen a sus clientes. A priori puede parecer una buena idea, pero como la banca no da duros a pesetas, conviene leer la letra pequeña y saber que si se acepta, el consumidor también se está endeudando, llegando a asumir incluso elevados intereses.

Se trata de una fórmula que permite pagar en varios meses compras hechas con la tarjeta de débito, recibos domiciliados o, incluso, impuestos, es decir, cualquier gasto que aparezca en el extracto de la cuenta corriente y que cumpla los requisitos del banco se podrá pagar a plazos. Al cliente que opte por fraccionar alguno de estos gastos el banco le reembolsará el dinero pagado y le cobrará cada mes la cuota correspondiente según el plazo que se haya elegido.

De manera similar a como se promocionan los préstamos preconcedidos, la opción de fraccionar el gasto aparecerá en la banca online. El cliente que lo desee tendrá que seleccionar en el extracto la operación que quiera pagar en varias cuotas, elegir el plazo y confirmar la operación. En principio, este servicio está disponible para clientes con la nómina domiciliada o ingresos regulares en la entidad que lo ofrece y para los movimientos de la cuenta o la tarjeta de débito que cumplan con el requisito del importe mínimo.

Según la entidad, los gastos de la cuenta deberán ser de un importe mínimo. Como detallan desde el comparador financiero HelpMyCash, de media se podrán financiar compras desde 175 euros. Aunque algunas entidades como BBVA bajan este importe a los 50 euros y otras como Bankia lo suben hasta los 250 euros. Además, su coste también es muy variable, ya que algunos bancos lo ofrecen como un servicio de fraccionamiento gratis, como Evo, mientras que otros, como Sabadell, aplican un coste del 26,4% TIN, superior al de una tarjeta de crédito.

De esta manera, hay que tener claro que, frente a la principal ventaja de la rapidez y comodidad hay una clara desventaja: fraccionar compras y facturas significa endeudarse, contraer la responsabilidad de devolver el dinero y, en la gran mayoría de los casos, pagar intereses por ello. "Por ello, es muy importante revisar cuánto se pagará en total por fraccionar un gasto pagado a débito para valorar si vale la pena o no fraccionarlo", explican. Además, destacan que tener la opción de financiar compras pagadas a débito, cuando nuestra intención era pagarlas al momento, puede hacer que gastemos de más al pensar que podremos pagar este gasto en varios meses. "Esto conlleva un riesgo de sobreendeudamiento y una falsa sensación de estar pagando menos de lo que realmente pagaremos", afirman los expertos.

Su recomendación es clara. No usar este servicio cada vez que nos lo ofrecen, sino únicamente en momentos puntuales en los que pueda ser de utilidad realmente y siempre que tengamos los recursos para devolver el dinero y sepamos cuánto nos va a costar el servicio.

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