• El sector financiero, uno de los que más ha sufrido la aparición de nuevos riesgos
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Dos tercios de las compañías españolas que integraban originariamente el Ibex 35 en el año 1992 han desaparecido, lo que pone de manifiesto la importancia de disponer de una estrategia de gestión integral de los riesgos para crear sociedades resilientes capaces de adaptarse a las condiciones del entorno, según coinciden los expertos de KPMG.

El socio responsable de Risk Consulting de KPMG en Europa, Oriente Medio y África, Pablo Bernad, explica que, mientras que hace unos años la gestión de riesgos era "un tema de mero cumplimiento", hoy en día se trata de una cuestión de supervivencia estratégica que determina el éxito empresarial. "O lidiamos con estos riesgos y entran en nuestras estrategias o no tendremos cabida en el mercado", advierte Bernad.

Para llevar a cabo una estrategia de gestión de riesgos adecuada, es necesario mirar más allá del corto plazo, como señala el socio responsable de Gobierno, Riesgo y Cumplimiento de KPMG España, José Luis Blasco, quien subraya que el método tradicional de identificación de riesgos ha dejado de funcionar, al sustentarse en mirar al pasado para predecir el futuro.

En cualquier caso, advierte de que durante los últimos 20 años "se ha producido una indexación al corto plazo brutal", lo que conlleva que la vida media de las empresas decrezca. "Las compañías que miren en el corto plazo tienen más posibilidades de perecer en un mundo tan cambiante que las que miran más hacia el futuro", asegura Blasco.

Uno de los sectores que más ha sufrido la aparición de nuevos riesgos y ha tenido que adaptarse ha sido el financiero, que ha pasado de estar integrado por más de 50 entidades en España hace algo más de una década a apenas superar la decena.

El socio responsable de Gestión de Riesgos Financieros de KPMG en España, Gonzalo Ruiz-Garma, explica que los modelos han cambiado y solo han sobrevivido las entidades más grandes y con una gestión de riesgos diferenciada, que además deben enfrentarse a una presión regulatoria y a unos tipos de interés que hacen que los bancos, en ocasiones, aprueben operaciones sin rentabilidad financiera.

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