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No sólo China. La guerra comercial que se fragua entre las dos primeras potencias mundiales tiene en guardia a todos los países asiáticos y sus efectos ya se notan en las bolsas del continente, que han arrancado el semestre en rojo. Es el gigante asiático quien está en la diana de los aranceles de Donald Trump, pero el impacto alcanzará a otros productores regionales y expondrá sus divisas a mayores depreciaciones.

Actualmente, están bajo amenaza 450.000 millones de dólares en exportaciones chinas, “que abarcan prácticamente la totalidad del comercio de Pekín con su socio estadounidense”, señala Mitul Kotecha, analista de TD Securities. La ofensiva comercial, que es “uno de los principales riesgos que afrontan los mercados emergentes en la actualidad”, prosigue el experto, es consecuencia del presunto robo de propiedad intelectual de los EEUU y una “forma de combatir” la política del Gobierno de Xi Jinping de “Made in China 2025”. Pero el asunto está en que los productos tecnológicos hechos en la segunda potencia mundial tienen componentes fabricados en Corea o Taiwan.

Sin haber llegado a un acuerdo satisfactorio para ambas partes, el 6 de julio se espera que entren en vigor impuestos por valor e 34.000 millones de dólares en exportaciones chinas, de las cuales, sólo una fracción muy pequeña son bienes de consumo. La gran mayoría están clasificadas (según la OCDE) como "bienes de capital" o "artículos intermedios". Es decir, gran parte de los productos electrónicos a los que se gravará con impuestos están producidos por multinacionales de otras regiones asiáticas como las anteriormente citadas que, junto a Japón, aglutinan la mayor parte de importaciones chinas no procedentes de EEUU.

Por lo tanto, subraya Kotecha, “el alcance de la guerra comercial tendrá efectos en otras naciones vecinas con las que el gigante asiático mantiene una estrecha relación y que son suministradores de componentes electrónicos y de productos de alto valor añadido”.

El alcance de la guerra comercial tendrá efectos en otras naciones vecinas con las que el gigante asiático mantiene una estrecha relación y que son suministradores de componentes electrónicos

EL WON COREANO Y EL DÓLAR DE TAIWAN, ARRASTRADOS POR EL YUAN

El analista de TD Securities pone el énfasis en que, si bien China será “la perjudicada número uno”, Asia en su conjunto “tiene mucho que perder dado que EEUU es el socio comercial por antonomasia de una región cuyas economías emergentes son los principales exportadores mundiales”. “Esperamos que el proteccionismo frene el rendimiento del comercio exterior, influya en las posiciones de cuenta corriente y reduzca las entradas de capital, dejando a las monedas asiáticas vulnerables”, añade el experto.

Obviamente, son el won coreano y el dólar de Taiwan las divisas que van a verse más arrastradas por la depreciación del yuan. La divisa china ya ha perdido un 4,5% en lo que va de año, mientras que el won ha cedido casi un 6% en el mismo período y la divisa tailandesa un 3,4%. Pero el reciente declive del renminbi en junio ha desplomado las divisas de los dos países vecinos hasta nuevos mínimos de más de un año.

China es el principal cliente coreano de productos como semiconductores o chips de memoria, por lo que “saldrá muy perjudicada por el revés que puedan sufrir las exportaciones de estos productos de tecnología que acaparan el 38,5% del total de comercio exterior del país”, valora el analista de TD Securities. Taiwan, por su parte, es el mayor socio del gigante asiático, donde van a parar un 58% de sus exportaciones, así que “cualquier impacto en los productos tecnológicos chinos va a tener reverberaciones en Taiwan, prosigue Kotecha”.

Por todos estos motivos, espera el experto más presión en las monedas de estas regiones. Pero en lo que se refiere al yen, “cualquier input negativo en la economía nipona será contrarrestado por el estatus de valor refugio de la divisa”, argumenta el analista del banco canadiense, “lo que probablemente contribuirá a un fortalecimiento de la moneda japonesa en un entorno de aversión al riesgo”, concluye Kotecha.

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