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La respuesta de la Unión Europea (UE) para la crisis del coronavirus ha suscitado decepción y críticas a partes iguales. Los ministros de Finanzas lograron salvar los muebles con un plan de ayudas contra el Covid-19 “insuficiente”, a juicio de Nicola Mai, analista de crédito soberano de PIMCO, que además ha dejado al bloque completamente fracturado y el proyecto europeo tambaleándose y en la UCI. Los 540.000 millones de euros son una patada adelante que cubre parcialmente las necesidades en materia sanitaria y laboral y empresarial a corto plazo y deja en el aire el debate de la reconstrucción.

Dado que se espera que la producción de la zona del euro disminuya en casi un 10% este año y que aumenten el desempleo y el déficit fiscal, las expectativas eran elevadas para que se produjera una actuación amplia, contundente y bien coordinada de los ministros europeos. Nada más lejos. La pantagruélica cantidad suena impresionante en apariencia, pero los detalles sugieren que se queda corta “y deja la carga de la gestión de crisis en manos de los gobiernos nacionales y el Banco Central Europeo (BCE)”, explica el experto. Si bien el banco central tiene la munición para estabilizar la región durante algún tiempo, la continua falta de coordinación política deja a ‘los Veintisiete’ en un estado “frágil”, asevera.

Las proyecciones de la gestora prevén una caída de casi el 10% en el producto interno bruto (PIB) en 2020, un aumento de casi el 4% en el desempleo y un fuerte incremento de los déficits fiscales por encima del 10% del PIB en la mayoría de los países. La recesión, con todo, será “breve”, aclara Mai, y tal vez dure hasta mediados de este año, pero el impacto será “profundo”, ya que la producción puede no volver a los niveles previos a la crisis hasta algún momento en 2022. La crisis dejará los balances soberanos en un estado vulnerable, “lo que subraya el importancia de una respuesta coordinada”, insiste.

Así, los 240.000 millones de euros en préstamos del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para gastos sanitarios, los 100.000 millones de la Comisión Europea para planes de desempleo y los 200.000 millones del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para empresas, es un paquete “poco convincente” para el analista de PIMCO que “pone la carga de la gestión de la crisis en manos del BCE y los Gobiernos nacionales”. Además, generará más deuda, ya que se trata de préstamos, no de transferencias y conlleva el estigma de haber accedido al MEDE para aquellos países que se acojan a ello, a menos que todos lo hagan a la vez.

Las críticas de Mai se centran también en la envergadura de los estímulos: “Muy pequeños en relación con la escalada de la crisis”, ya que se puede pedir prestado al fondo de estabilidad el 2% del PIB, que no es una cantidad particularmente alta. En cuanto a las dos otras líneas de ayudas palidecen comparado con lo que algunos gobiernos ya han gastado o prometido y cree el analista de la consultora estadounidense que son ínfimos en relación a lo que se acabará gastando.

MUTUALIZACIÓN DE LA DEUDA DE FACTO

“La pelota está en el tejado de los países y de la entidad que preside Christine Lagarde”, insiste Mai. De hecho, reivindica que el BCE está “proporcionando una mutualización de facto del riesgo soberano” a través del reciente lanzamiento del Programa de Compra de Emergencia Pandémica (PEPP) de 750.000 millones de euros, además de su compromiso anterior de compras de activos por valor de 120.000 millones.

Una estrategia “efectiva por ahora, pero que tienen al menos tres problemas”, prosigue. En primer lugar, “el previsible deterioro macroeconómico significa que el supervisor monetario probablemente tendrá que renovar su compromiso de estabilizar la región en algún momento”. También cree el economista que “la falta de un acuerdo verdaderamente incondicional dejará a los gobiernos de los países periféricos más débiles con dudas sobre la duración y la coherencia del apoyo que reciben”.

Por último, advierte el experto sobre el efecto pernicioso de la inacción europea. Al igual que otros analistas habla de que la falta de solidaridad generará “mas euroescepticismo”. “La ausencia de una respuesta fiscal sin paliativos a una crisis común y exógena podría generar cada vez más animadversión por parte de las poblaciones de los países más débiles hacia la UE”, explica. “El reciente aumento en el sentimiento euroescéptico en Italia y España es revelador a este respecto”, redondea.

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