• Puede aventurarse la hipótesis de que lo ocurrido es el resultado explosivo de un conjunto de factores ligados a la presión migratoria
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El atentado de Niza, obra de un solo hombre en apariencia –falta profundizar en las investigaciones-, ha sido interiorizado por los franceses y por la comunidad internacional como una nueva salvajada yihadista, con móviles religiosos, y por supuesto acorde con la estrategia del ISIS, que, como bien ha señalado nuestro ministro de Exteriores, está perdiendo la guerra. Significativamente, al producirse la matanza, Kerry estaba en Moscú cerrando el círculo pragmático contra el islamismo radical, cada vez más presionado y aislado.

Lo ocurrido es el resultado explosivo de un conjunto de factores ligados a la presión migratoria, a la dificultad de integrarse en una sociedad culturalmente muy distinta, a la perversa pedagogía que extiende el terrorismo islamista...

Y sin embargo, las cosas no son tan sencillas. El autor de la horrenda masacre no era aparentemente un ‘lobo solitario’ sino más bien un desclasado con problemas. Las informaciones que llegan confirman que Mohamed Lahouaiej Bouhlel, de 31 años, nacido en la localidad tunecina de M`Saken y residente en Niza, era un conductor profesional, estaba en trámite de divorcio y se hallaba fichado por delitos comunes, entre ellos violencia doméstica, posesión de armas y amenazas, pero no por vínculos con grupos terroristas, según varios medios franceses que citan fuentes de la investigación. No era religioso ni rezaba, ha dicho un vecino musulmán, y le gustaba la música salsa, según la cadena BFMTV. Se ganaba la vida como conductor de reparto y tenía problemas económicos.

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Al parecer, en enero tuvo un accidente de carretera, en el que chocó con cuatro vehículos, porque se durmió al volante. La última condena la recibió en marzo por un violento altercado de tráfico. El gran camión usado en el atentado había sido alquilado hace unos días en la localidad cercana de Laurent du Var, y debía haber sido devuelto el día 13, lo que parece demostrar que el atentado no había sido rigurosamente premeditado. Ningún grupo terrorista se ha atribuido de momento la paternidad de la acción.

LAS RAZONES QUE HAY QUE ANALIZAR

Así las cosas, parece que el homicida ha actuado por mimetismo, ha lanzado su frustración, su marginalidad y su incapacidad para integrarse agrediendo de forma indiscriminada a toda la sociedad con la mayor fuerza que ha sido capaz de acopiar. No es un fanático religioso que quiere redimir al mundo sino un desesperado que quiere arrastrar al mundo a su propio infierno. Dicho de otro modo, Mohamed Lahouaiej es aparentemente un desequilibrado que había sido abandonado a su suerte por el destino y que se ha rebelado del mismo modo que hacen los terroristas frente a una sociedad que detestan: ha imitado a los fanáticos sin serlo.

El episodio se presta a muchas lucubraciones y el tiempo facilitará seguramente una reflexión profunda y pausada, pero de momento puede aventurarse la hipótesis de que lo ocurrido es el resultado explosivo de un conjunto de factores ligados a la presión migratoria –los pobres del sur viajan al norte para buscar una oportunidad-, a la dificultad de integrarse en una sociedad culturalmente muy distinta, a la perversa pedagogía que extiende el terrorismo islamista, a la inexistencia de resortes sociales para que los marginados puedan solicitar ayuda… Hay, en definitiva, en el caso una mezcla amarga y venenosa de ideología violenta, de insolidaridad, de odio, de miedo y de depravación.

No caben, por tanto, simplificaciones reduccionistas.

Antonio Papell

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