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La última crisis energética desatada a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, junto con las consecuencias visibles del cambio climático, han acelerado el proceso de transición energética hacia un modelo de cero emisiones netas, aunque este proceso requerirá de un esfuerzo coordinado por parte de las principales potencias mundiales, que, como señalan los analistas de Berenberg, deberán afrontar "un auge" en el gasto.

Desde la firma señalan que "es probable que el aumento de la inversión en energías renovables, la inversión en redes de apoyo y una recuperación en la inversión en energía convencional impulsen la inversión general en energía considerablemente en los próximos años".

"Estimamos la inversión potencial solo en nueva capacidad de energías renovables (principalmente eólica y solar) fuera de China en alrededor de 5,6 billones de dólares entre 2020 y 2040. Para que la UE cumpla sus objetivos, estimamos un requisito de 3,8 billones de dólares de inversión en nueva generación de energía hasta 2050, con una inversión adicional de 2,5 billones en redes eléctricas a través de nuevas conexiones, refuerzos, digitalización y reemplazos", manifiestan.

En general, las estimaciones realizadas por Berenberg señalan que el nivel actual de inversión en energía se duplicará "con creces" a lo largo de los próximos diez años.

Además, destacan que "Europa está lista para electrificarse", un proceso para el que cuenta con alguna ventaja a su favor, como la previsión de un menor consumo energético en el Viejo Continente "hasta 2030 y más allá", por lo que la demanda debería reducirse a medida que se alteran las fuentes de producción, par dar mayor peso a la generación eléctrica.

Si la transición se realiza en base a las metas y objetivos definidos, el peso de la electricidad en el mix energético debería crecer desde el 32% actual hasta cerca de un 63%, "a medida que el transporte y la calefacción se electrifiquen cada vez más".

"Con el suministro de electricidad creciendo un 150% durante ese tiempo, habrá una enorme necesidad de inversión e infraestructura en la red y para respaldar la construcción", agregan.

LAS ENERGÍAS RENOVABLES

Según los datos de 2020, las energías renovables intermitentes representaron el 26% de la producción bruta de electricidad, y desde Berenberg confían que esta proporción se eleve hasta el 75% de cara a 2050, "con el resto compuesto por energías renovables no variables (6%), tecnologías bajas en carbono como la nuclear (8%) y otras fuentes bajas en carbono (7%), y una contribución limitada del gas natural (4%)".

"Esperamos que se agreguen más de 1.000 GW de capacidad solar para 2050 en la UE, con más de 850 GW de energía eólica terrestre también agregados. La capacidad combinada, eólica y solar debería representar más del 40% de la inversión total en energía (excluido el combustible) en la UE hasta 2050, incluida la inversión en redes", agregan.

Además de los cambios sobre la producción y el impacto medioambiental, la transición energética puede generar además "desafíos para la estabilidad de la red", puesto que, a medida que las energías renovables intermitentes se conviertan en una parte más importante de la combinación de energía, el almacenamiento se volverá crucial, tanto para el uso intradiario como a largo plazo y estacional.

"Existen varias tecnologías de almacenamiento posibles (hidrobombeo, baterías a escala de red, aire comprimido, hidrógeno...), con diferentes duraciones y potencialidades; con el tiempo, es probable que muchos de ellos deban proporcionar estabilización y otros servicios a la red", aseguran.

REDUCCIÓN DE EMISIONES

Las consecuencias de esta transición energética se podrán ver reflejadas en las emisiones de carbono, que en Europa se espera que caigan un 55% para 2030, en relación con los niveles de 1990, a través de "una fuerte reducción en el uso de carbón para la energía y la industria, un menor uso de petróleo en el transporte, una mayor eficiencia energética y una rampa arriba continua en energías renovables".

Esto implica que desde Berenberg ven como "alcanzable" el programa europeo 'Objetivo 55' que persigue, precisamente, la reducción de las emisiones en al menos el 55% para 2030. También incluye un "mecanismo de ajuste en frontera", que pretende evitar que los esfuerzos de reducción de emisiones de la UE se vean contrarrestados por un aumento de las emisiones fuera de sus fronteras debido a la deslocalización de la producción a otros países.

En este proceso se antoja fundamental el régimen de comercio de derechos de emisión (ETS, por sus iniciales en inglés), aunque también será necesario que se resuelvan varios desafíos técnicos, particularmente en términos de descarbonización de sectores difíciles y entrega de una red eléctrica estable y confiable donde la mayor parte de la capacidad está en energías renovables intermitentes.

"Creemos que necesitaremos una fuente nueva y creciente de energía firme con bajas emisiones de carbono, que sigue sin definirse en la actualidad; las opciones más probables son gas con captura y almacenamiento de carbono, hidrógeno o nuclear", concluyen desde Berenberg.

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