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La banca se ha dado un nuevo tiro en el pie de su maltrecha reputación por tratar de hacer negocio con los créditos avalados por el ICO para autónomos y empresas en situación desesperada por la crisis del coronavirus. Bolsamanía informó ayer de la denuncia de muchos clientes de que las entidades les exigían contratar un seguro para concederles esta financiación, y el escándalo fue tan grande que las tres patronales del sector lanzaron una comunicación conjunta prometiendo dejar de hacerlo. Lo peor es que el Banco de España no se fía de ellos y, acto seguido, les advirtió de que va a vigilar que lo cumplan.

Los acontecimientos no acabaron ahí, sino que la AEB (la asociación de bancos) y la CECA (la de las antiguas cajas), conscientes de la crisis de imagen que puede conllevar esta metedura de pata, anunciaron que aplazaran 12 meses el capital (no los intereses, ojo) de las hipotecas de los afectados por la epidemia (decidir quiénes son los afectados queda a discreción de cada banco sin criterios objetivos).

En un momento tan crítico para la ciudadanía y donde los nervios están a flor de piel, genera una enorme repulsa que se trate de sacar provecho apretando las clavijas a unos autónomos y pymes que se han visto obligados a cerrar, que se han quedado sin ingresos, que tienen que hacer ERTE porque no pueden pagar las nóminas, que piden moratorias a la Seguridad Social y que, en fin, no saben si podrán sobrevivir ante la falta de ayuda del Gobierno.

La AEB ha remitido un vídeo a Bolsamanía como respuesta a estas informaciones, en el que considera "inaceptable" exigir la contratación de un seguro para poder acceder a los créditos avalados por el Estado.

Hay que entender que la banca está como está: márgenes bajo mínimos, rentabilidad ridícula, bonus suprimidos y nuevas reducciones de capacidad (o sea, de sucursales y empleados) en el horizonte. Con el confinamiento, el panorama pasa a ser apocalíptico. Eso explica que intenten convertir masivamente las líneas de crédito que tienen concedidas en líneas avaladas por el ICO para reducir en un 80% las previsibles pérdidas futuras. Es más, en la mayoría de los casos, han aprovechado esta operación para subir los tipos de interés -en dirección contraria al BCE- pese a esa fuerte reducción de su riesgo.

También en muchas de estas operaciones han exigido más garantías porque saben que la mayoría de estos créditos entrará en mora. De ahí la necesidad de asegurarlos. Y es humano también que los directores de oficina quieran compensar un poco el desplome de sus ingresos aprovechando la coyuntura para hacer la famosa "venta cruzada" colocando un seguro obligatorio y generar así unas cuantas comisiones más.

LAS CÚPULAS DEBERÍAN HABERLO IMPEDIDO

Pero no es el momento y las cúpulas de las entidades no deberían haberlo incentivado o tolerado. Porque era evidente que los medios lo íbamos a contar y que se iba a liar la que se lió ayer. Más vale renunciar a un pequeño incremento de ingresos hoy que jugarte tu futuro, sobre todo cuando has conseguido que el Gobierno asuma el grueso de la pérdida esperada.

Porque la banca no termina de ser conscientes de su enorme problema reputacional. Su imagen se hundió hasta los infiernos en la crisis por comportamientos como la venta de preferentes, bonos, salidas a bolsa, ampliaciones, etc. en las que se engañó a los clientes -o al menos se jugó con su ignorancia- e incluso se falsearon las cuentas (con la aquiescencia de auditores y supervisores, eso también).

Es cierto que algunas acusaciones, como la de haber sido rescatados con dinero público, son falsas. Pero cierta izquierda ha cumplido la máxima de Goebbles de que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, y eso es lo que ha calado en la ciudadanía. Y también es injusto que la banca tenga peor imagen que las telecos o las eléctricas, pero es lo que hay.

UN RETROCESO DE AÑOS

Esa batalla ya está perdida, así que solo queda hacer acto de contrición y propósito de enmienda, y construir una mejor reputación sobre las ruinas de la anterior. En eso estaba el sector, cuando va y comete el inmenso error de los avales para el coronavirus.

Lo peor de todo es que, a renglón seguido, salga el Banco de España a dejar claro que ni siquiera el supervisor se fía de que los bancos cumplan su promesa (que, por otro lado, supone simplemente cumplir la normativa y sus propios protocolos de actuación). El colmo del ridículo es que el sector contraataque de nuevo con una moratoria hipotecaria de 12 meses que no se sabe a quién se va a aplicar y que no incluye los intereses (los ingresos del banco).

Todo esto denota también un nerviosismo y una improvisación que tampoco ayudan en nada al sector. Los medios de comunicación tenemos una máxima: la credibilidad cuesta años construirla y se pierde en un minuto. La banca vivió ayer ese minuto, que echó por tierra el esfuerzo de unos cuantos años.

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