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La altísima inflación se ha convertido en la protagonista casi absoluta de la actualidad económica. Por ella, la mayoría de bancos centrales están endureciendo su postura y subiendo los tipos de interés con la esperanza de conseguir domarla y devolverla a un nivel saludable para la economía. En este sentido, tanto el Banco Central Europeo (BCE) como la Reserva Federal (Fed), por citar a algunos, han anunciado que todavía queda mucho camino por recorrer y que el mercado debe esperar movimientos semejantes en el futuro. En el lado opuesto se sitúa el Banco Popular de China (POBC), que está siguiendo su propio camino y ha reducido por tercera vez consecutiva en agosto los tipos de interés, una decisión con importantes implicaciones para la renta fija y los mercados de divisas mundiales.

Reactivar el crecimiento se ha convertido en una cuestión de la máxima prioridad para las autoridades monetarias chinas, a diferencia de sus homólogas estadounidenses y europeas”, señalan desde Fidelity. La firma bostoniana destaca que la continua desaceleración del crecimiento, la crisis inmobiliaria, la debilidad del consumo o los confinamientos por Covid-19 y la caída de la demanda externa son algunos de los motivos esgrimidos por el gigante asiático para emprender este camino.

Sin embargo, la República Popular cuenta con una “enorme ventaja”: la inflación interna se mantiene por debajo del 3%. Este contexto, apuntan los expertos de Fidelity, ha propiciado que en el segundo trimestre el tipo del bono chino de referencia a diez años se situase por debajo del estadounidense por primera vez en más de una década.

La firma estadounidense subraya que se produjo este cruce de trayectorias y que la diferencia de los rendimientos se ha ampliado hasta más de 60 puntos básicos. En esta circunstancia, cabría pensar que el atractivo relativo de deuda pública china ha mermado al inversor internacional. Con todo, desde Fidelity señalan que la situación “admite más matices” si uno tiene en cuenta “los rendimientos reales después de la inflación y se comparan con la coyuntura macroeconómica general”.

Asimismo, los expertos de la gestora norteamericana opinan que las medidas de relajación monetaria que se han tomado en China “no han hecho mucho por estimular el crédito a las empresas o reactivar la actividad económica” en lo que llevamos de 2022. Esta tesis, indican, “refuerza los argumentos para decretar más medidas y más contundentes”.

“No obstante, no esperamos ver nada similar al abrumador grado de intervención monetaria o presupuestaria que los grandes países desarrollados aplicaron tras las desaceleraciones económicas inducidas por el Covid-19”, agregan.

EL YUAN CLAUDICA FRENTE AL DÓLAR

En este sentido, las economías de EEUU y Europa se encuentran en una “trayectoria muy diferente” a la de China debido a la altísima inflación que las atenaza. En el caso de Europa, el IPC se ha situado en el 9,1% en agosto, tres veces más que hace un año, mientras que en la primera economía del mundo la tasa de inflación se moderó ligeramente hasta el 8,3%, pero la inflación subyacente siguió aumentando. En el lado contrario de la balanza, el IPC chino de agosto se situó en el 2,7%, aumentando únicamente la inflación recreativa.

Con estos datos presentes y teniendo en cuenta nuevas bajadas de tipos por parte del POBC, los expertos de Fidelity creen que habrá “nuevas caídas” del yuan chino frente al dólar estadounidense. “Vemos una alta probabilidad de nuevos recortes de los tipos de interés en China a corto plazo, lo que sostendría el mercado interno de bonos chinos, pero también tiraría aún más a la baja del yuan frente al dólar”, explican.

“Con todo, las salidas de capitales no parecen preocupar en exceso al banco central de China debido a los controles que aplica a los flujos transfronterizos, sostenidos por los 3 billones de dólares en reservas de divisas que acumula el país”, matizan.

Asimismo, la firma bostoniana considera que, a largo plazo, “las tendencias demográficas podrían elevar la presión sobre el tipo de interés neutral de China” durante las próximas décadas “a medida que envejezca la población”. “Esta dinámica generalmente se traduce en una caída de la productividad, menores rentabilidades sobre el capital y, por lo tanto, tipos más bajos”, añaden. Este hecho sugiere, apuntan, que la “divergencia de los tipos de los bonos tiene margen para ampliarse aún más a muy largo plazo”. A corto plazo, sin embargo, todas las miradas están en los próximos movimientos de los tipos y la dirección de estos no puede ser más clara.

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