• Se pone el énfasis en mayor transparencia en la estructura de costes
  • Los inversores deben tener presentes cuestiones como los costes o cómo y cuándo rebalancear sus carteras
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Salvo sorpresa, la directiva sobre mercados e instrumentos financieros MiFID II, que entrará en vigor en 2018, promete dar una vuelta al asesoramiento patrimonial y de inversiones. Al menos, con eso cuentan muchos profesionales. Unas expectativas muy altas, que se materialicen o no, suponen un momento inmejorable para controlar tus inversiones. Sean con una cartera propia o con un asesor.

Un consejo en este sentido de Carmelo Lázaro, director comercial de grandes patrimonios de Tressis, es que todo inversor “esté pendiente de sus inversiones”, ya sea con asesor o exponiéndose al mercado en solitario. “Si no tiene experiencia en el mundo de la inversión, es recomendable que vaya poco a poco, aunque alguien le asesore, e ir aprendiendo cómo son los productos disponibles y cómo funciona el mercado”, matiza. Para expertos, la recomendación es no caer en errores comunes. Como no incidir en los costes de la cartera o hacer que ésta sea demasiado compleja. No en vano, no hay que olvidar que la recomendación de Warren Buffett, tanto a los asesores que aconsejen a su familia cuando ya no esté, como al propio Lebron James, son invertir en un ETF de renta variable estadounidense y en deuda a corto plazo para asegurarse liquidez cuando sea necesario. Es decir, primar la simpleza.

En el caso del asesoramiento, la nueva normativa exigirá una mayor transparencia. Los asesores tendrán que justificar toda comisión que cobren al cliente. Así, “el asesoramiento independiente es el que tiene sentido, y el no independiente carece de él”, defiende Rafael Gascó, consejero delegado y fundador de Diaphanum. El ejecutivo considera que en el pasado, con tipos de interés superiores al 4% y al 5% en el mercado, la mayor facilidad para conseguir altas rentabilidades escondía la poca transparencia en el sector. Sin embargo, el entorno de tipos al 0% ha motivado que haya una “crisis de confianza” y “mayor complejidad” para el asesoramiento tradicional. Ahora, los clientes “exigen claridad y transparencia”.

El entorno de tipos al 0% ha motivado que haya una “crisis de confianza” y “mayor complejidad” para el asesoramiento tradicional

De esta opinión es Javier Estrada, economista y profesor de dirección financiera del IESE. El experto cree que el nivel de formación de los inversores particulares en España “es bastante bajo”. Mientras que advierte de que “el asesoramiento gratuito suele estar lleno de conflictos de intereses: lo que no se cobra por un lado se cobra por algún otro”.

El doctor en Economía por la Universidad de Illinois Urbana-Champaign recomienda a los alumnos del programa 'Cómo gestionar mi cartera de inversión' realizar una serie de preguntas a su asesor o a ellos mismos en la construcción y comprensión de sus activos, entre ellas las tres que figuran a continuación:

1. ¿CUÁLES SON LAS PROPORCIONES DE ACCIONES, BONOS Y ALTERNATIVOS?

Parece una pregunta baladí, pero la información disponible dice lo contrario. Por ejemplo, el 9% de los partícipes reconoció no acordarse de en qué fondo tiene invertido más patrimonio entre los encuestados por el tercer estudio del Observatorio Inverco sobre conocimientos de sus fondos y los gestores. Así, el primer paso es tener clara la composición de la cartera y evaluar si es la conveniente.

A menudo se comete el error que el célebre inversor Peter Lynch (1944, Estados Unidos) denomina 'diworsification'. Es decir, tanto en el caso de inversores como de empresas, diversificar y empeorar la calidad de los activos. Por lo tanto, todo inversor debe tener claro su perfil de riesgo, su horizonte temporal y, a partir de ahí, analizar la conveniencia de invertir en renta variable, deuda o alternativos como petróleo y oro. Lo que debe cuestionarse, o debe preguntar al gestor, es por qué tiene cada clase de activo, a qué se debe la proporción, y con qué tipos de instrumentos es mejor exponerse entre el amplio abanico de acciones, bonos, fondos de inversión de gestión activa o pasiva, y ETF.

2. ¿CUÁL ES EL COSTE DE SU CARTERA?

La rentabilidad nominal de un activo difiere de la percibida por el inversor debido al coste de forma dramática en algunos casos

Este es un elemento central de cualquier cartera de inversión, tanto el coste directo de las inversiones como el del asesor. Pero también es uno de los más olvidados. La rentabilidad nominal de un activo difiere de la percibida por el inversor debido al coste de forma dramática en algunos casos. Una cuestión cuya importancia se magnifica en España debido a que es el único gran mercado de la Eurozona en el que las comisiones de los fondos han crecido entre 2013 y 2016, según un estudio de Morningstar. Además, la base de datos de esta firma de análisis refleja que lo más caro, a menudo es peor. Es decir, los fondos españoles de renta variable con más comisiones, en casi ningún caso, están entre los más rentables.

El problema, advierten los expertos, es que muchos asesores recomiendan fondos por las retrocesiones que cobran. Es decir, seleccionan un producto de una gestora que va a pagarles una comisión a cambio. La directiva MiFID II pone el acento en evitar estas situaciones de conflicto de interés. Al fin y al cabo, recuerdan en Morningstar, “con todas las demás variables constantes, los fondos más atractivos ahora por su bajo coste continuarán siéndolo en el futuro”.

3. ¿CÓMO, CUÁNDO Y POR QUÉ REBALANCEAS TU CARTERA?

Construir una cartera y dejarla sin cambios eternamente puede provocar muchos disgustos. Pero también realizar continuos cambios por los costes de las operaciones y, dependiendo el activo y las circunstancias, por tener que declarar ante Hacienda cada ganancia generada.

Las recomendaciones de los expertos pasan por 'momentum', es decir, analizar los diferentes escenarios por los que atraviesa el mercado para aprovecharlos; establecer unas cuotas fijas en el peso de los activos y comprar y vender en función de cómo se aleje la cartera de estos objetivos -por revalorizaciones o caídas de los activos-; o prefijar plazos para rebalancear las carteras en función de algunas de alguno de los dos principios anteriores. Las tres opciones tienen argumentos a favor y en contra. Pero en lo que coinciden casi todos los expertos es en la conveniencia de preestablecer estas decisiones junto con el perfil de riesgo y el horizonte temporal. La clave, siempre: evitar caer en la euforia y en el pánico... y como reitera Francisco García Paramés en el libro 'Invirtiendo a largo plazo', tener paciencia.

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