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El yuan chino (CNY) ha sido una de las divisas que mejor ha resistido en los mercados emergentes desde que estallara la pandemia en el primer trimestre de 2020, hasta el punto de que no resulta nada descabellado considerarla como la nueva integrante del club G10. Estos buenos resultados del yuan se habrían debido en gran parte a la capacidad de las autoridades chinas de controlar la propagación del COVID-19 (actualmente, el gigante asiático ha logrado distribuir 97 dosis por cada 100 habitantes).

Aunque históricamente China ha tenido una postura intervencionista en el mercado de divisas, los movimientos que hemos visto desde el comienzo de la crisis parecen haber reflejado el sentimiento del mercado. El esfuerzo del Banco Popular de China por gestionar muy de cerca la moneda y garantizar que no hubiera una desviación diaria de más del 2% en el tipo de cambio ha hecho que la divisa siga siendo una de las menos volátiles de los mercados emergentes.

Asimismo, uno de los principales factores que impulsaron la apreciación del yuan en 2020 fue la diferencia entre el desempeño económico de China y el de casi todos los demás países. La economía china registró el año pasado sus peores resultados desde 1976, aunque el crecimiento del 2,3% en 2020 fue mejor de lo esperado, siendo China una de las únicas potencias que experimentó un crecimiento el año pasado. La habilidad de las autoridades chinas para contener los contagios y aplicar restricciones más localizadas ha resultado ser menos perjudicial para la economía del país.

Hay que decir, además, que la economía china ha seguido teniendo un comportamiento bastante bueno en los últimos meses. Se expandió un 0,6% intertrimestral en el primer trimestre de 2021 e incluso llegó a duplicar esa tasa en el segundo trimestre (1,3% intertrimestral).

Ante este panorama, seguimos siendo positivos con respecto al yuan. Los fundamentos del país son sólidos y pensamos que el sentimiento positivo hacia las monedas de los países emergentes y la debilidad del dólar estadounidense deberían servir de apoyo al yuan.

Además, como señalábamos al principio, creemos que estamos asistiendo a un cambio significativo entre los inversores, y el yuan se percibe ahora más como una divisa principal que como una emergente. Estamos viendo una progresiva internacionalización del yuan, que sigue representando una parte cada vez mayor del comercio mundial y de los activos de reserva de divisas, utilizándose cada vez más el CNY para la facturación y los pagos. Estos últimos siguen constituyendo un volumen mucho menor que el peso de China en el comercio mundial, lo que indica que hay margen para el crecimiento y una mayor demanda de la moneda.

En este contexto, pensamos que la divisa probablemente se apreciará de forma reducida tanto en 2021 como en 2022. A medida que la economía mundial se recupere y continúen las campañas de vacunación, seguramente se reducirán la mayoría de las ventajas que tenía el yuan sobre otras divisas, mientras que el riesgo de un crecimiento más lento y la posibilidad de una mayor relajación de la política monetaria suponen un cierto riesgo para las perspectivas de la moneda. Las relaciones internacionales de China también siguen en el punto de mira, con un panorama político aparentemente más complejo en estos últimos meses.

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