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Donald Trump y Jerome PowellThe White House (Flickr)

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mostrado públicamente en varias ocasiones su oposición a estrategia basada en la subida de tipos de interés seguida por el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, que él mismo nombró en 2017 y que ha llevado a Wall Street a su peor semana en una década.

El choque de trenes ha llegado a su punto álgido este fin de semana, con la publicación de varias informaciones que apuntaban hacia el deseo de Trump de cesar de su cargo a Powell, lo que sería particularmente bien recibido entre muchos analistas de mercados de Wall Street.

A pesar de que en julio, cuando el conflicto entre Trump y Powell no había alcanzado la temperatura actual, el presidente dijo que estaba dejando a la Fed "hacer lo que cree que es mejor", lo cierto es que el Ejecutivo está muy limitado a la hora de ejercer ningún tipo de influencia sobre el banco central estadounidense.

PUEDE NOMBRAR, DESPEDIR Y QUEJARSE

Para tratar de evitar que la decisión sobre subir los tipos de interés con el fin de aplacar una posible inflación se mantenga como un dictamen técnico y no se politice, la independencia de la Fed está garantizada a través de distintos mecanismos. El presidente de Estados Unidos nombra a los miembros de la Junta de Gobernadores, incluido el presidente, pero solo puede despedirles "por causa justificada" y el Senado debe aprobar el nombramiento de sus sustitutos.

Por lo tanto, técnicamente el presidente está autorizado a despedir a Powell, si bien la normativa es muy ambigua y no se especifica en ningún caso en qué consiste una "causa justificada" y "ningún director de la Fed en la era moderna se le ha aplicado esa cláusula", según el académico Peter Conti-Brown de la Universidad de Pennsylvania, citado por Bloomberg. Trump podría llegar a cesar a Powell, pero la última palabra la tendrían sus colegas del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), que podrían volver a designarles presidente de la Fed.

Ante esta perspectiva, Trump tiene pocas más opciones que quejarse o tratar de presionar indirectamente a Powell para que cambie de estrategia. Aunque presidentes anteriores como Lyndon Johnson, Richard Nixon o George H.W. Bush ya tuvieron conflictos abiertos con otros presidentes de la Fed, desde la llegada al poder de Bill Clinton la línea oficial de la Casa Blanca ha sido no hablar sobre las políticas de la Fed, una línea que Trump no parece dispuesto a continuar.

NO PUEDE TENER APOYOS GARANTIZADOS NI INFLUIR DIRECTAMENTE

Aunque el presidente estadounidense tiene la potestad de nombrar al presidente del Fed y a los siete directores de la Junta, no tiene ninguna herramienta para garantizar que estos vayan a brindarle apoyo después del nombramiento. El mismo Powell fue nombrado por Trump para sustituir a la presidenta de la era Obama, Janet Yellen. Los directores nombrados por el actual jefe del Ejecutivo para la junta tampoco se han mostrado particularmente favorables a la línea contraria a subir los tipos para reducir el desempleo defendida por Trump.

Finalmente, el elemento más decisivo a la hora de evitar que Trump pueda realmente tomar ninguna decisión política determinante para cambiar la línea estratégica asumida por la Fed es que esta entidad no necesita aprobación parlamentaria. Ni su proceso de toma de decisiones, ni su presupuesto está regulado por el Congreso por lo que, a pesar de las amenazas aireadas en los últimos días, la independencia de la Fed estaría blindada y sus decisiones tendrían pocas o ninguna posibilidades de ser modificadas por el Ejecutivo.

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