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El gobierno japonés ha sondeado al vicegobernador del Banco de Japón (BoJ), Masayoshi Amamiya, como posible sucesor del actual gobernador, Haruhiko Kuroda. Será el primer cambio de liderazgo en el banco central en una década.

Así lo ha adelantado el diario 'Nikkei' este lunes, citando fuentes anónimas del Gobierno y del partido gobernante, aunque posteriormente 'Bloomberg' ha publicado que la información había sido desmentida por el portavoz adjunto del Ejecutivo japonés.

Según el medio asiático, el próximo jefe del BoJ se enfrentará a la delicada tarea de normalizar la política monetaria ultralaxa, que está suscitando cada vez más críticas públicas por distorsionar el funcionamiento del mercado, después de los pasos dados por otros bancos centrales como la Reserva Federal estadounidense (Fed), el Banco Central Europeo (BCE) o el Banco de Inglaterra (BoE).

No obstante, la propuesta de Amamiya ha sido recibida con tibieza, dado que el banquero, de 67 años, es el arquitecto de la mayoría de las políticas que se han adoptado durante el mandato de Kuroda. Amamiya ha participado en el proceso de planificación y toma de decisiones de la política monetaria ultralaxa del actual gobernador, por lo que el mercado considera que no daría un giro drástico hacia la normalización.

La administración del primer ministro Fumio Kishida presentará este mes al Parlamento sus candidatos al puesto de gobernador del Banco de Japón y a los dos puestos de vicegobernadores, puesto que el mandato de Kuroda finaliza el 8 de abril. Los gobernadores del BoJ son nombrados por periodos de cinco años y requieren la aprobación de ambas cámaras del Parlamento nipón.

Si finalmente Amamiya es designado para el puesto, se convertiría en el primer gobernador del BoJ, desde el predecesor de Kuroda, en ser promovido desde dentro del banco central. Actualmente Amamiya es subgobernador junto a Masazumi Wakatabe, pero su mandato finaliza el 19 de marzo.

POLÍTICA ULTRALAXA

El BoJ ha aplicado un nivel de relajación monetaria sin precedentes durante la última década bajo el mandato de Kuroda, que asumió el cargo en 2013, con el objetivo de lograr una inflación estable del 2%. Sin embargo, ahora el IPC se sitúa en su cota más elevada en décadas (4%).

Además, aunque las compras de deuda pública a gran escala del banco han ayudado a Japón a luchar contra la deflación, han sido criticadas por socavar las funciones del mercado y la salud fiscal del país. Retirar estas medidas sin conmocionar la economía y los mercados financieros de Japón requerirá una profunda experiencia en la formulación de políticas monetarias, y puede que por eso haya salido a la palestra el nombre de Amamiya.

Y es que ha participado en casi todas las medidas clave del banco para luchar contra la deflación, desde la relajación cuantitativa en 2001 hasta el control de la curva de rendimientos que sigue vigente hoy en día. Además Amamiya ha apoyado a Kuroda desde 2013, primero como director ejecutivo y luego como subgobernador.

EL RETO DEL BoJ

En cualquier caso, cabe recordar que el Banco de Japón posee en la actualidad más de la mitad de la deuda pública japonesa en circulación, lo que le convierte en gestor de facto de la deuda del país. Por eso la tarea de normalizar la política monetaria será ardua: hacerlo demasiado rápido podría conmocionar a los mercados financieros.

Sin olvidar que el banco también tendrá que considerar el posible impacto en las empresas, los hogares y los mercados, que se han acostumbrado a tipos ultrabajos. Además, la tasa de crecimiento económico potencial de Japón se sitúa por debajo del 0,5%, con lo que los cambios precipitados de política también podrían reavivar la presión deflacionista sobre el PIB.

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