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La época de cero comisiones ha ido llegando a su fin y las tarjetas de débito no se han librado de la búsqueda de mayores ingresos por parte de los bancos. Precisamente, tres de las grandes entidades de nuestro país ya cobran a sus clientes por poseer este medio de pago, el más común por detrás del efectivo, una cantidad que oscila entre los 20 y los 40 euros al año. Pero hay formas de librarse de pagar.

Una de las principales condiciones es la de seguir a rajatabla los requisitos impuestos en la cuenta bancaria asociada a la tarjeta en cuestión. Entre ellos se suele incluir la domiciliación de los recibos, vincular los ingresos, operar desde los canales digitales de la entidad o realizar una serie de movimientos con la tarjeta.

"En el caso de que nuestra cuenta no disponga de la posibilidad de eliminar esta comisión, tenemos dos opciones: cambiar de tipo de cuenta en la misma entidad, o bien decir adiós a nuestro banco", señalan desde el comparador financiero HelpMyCash.

Quienes prefieran mantenerse en él, pueden optar por renegociar las condiciones del contrato. Siempre que se cuente con un buen perfil a la entidad le interesará conservar al cliente, con lo que destacando los puntos fuertes es probable que el banco acceda. No obstante, cabe la posibilidad de que esto no ocurra y que la entidad no brinde alternativas para dejar de pagar costes. "En ese caso, debemos sopesar la idea de poner fin a la relación con nuestra entidad de toda la vida", añaden.

Aquí, aconsejan mudarse a una más digital que, como se determina en sus libros de tarifas, no aplican comisiones por la emisión y mantenimiento de sus tarjetas de débito. Además, las cuentas online no suelen cobrar costes por la operativa básica, tienen ventajas como rentabilidad, regalos o descuentos y suelen ser más transparentes, lo que supone que el cambio puede beneficiar al cliente también en otros aspectos.

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