Mario Draghi, President of the European Central Bank, ECB

La reunión del mes de julio del Banco Central Europeo (BCE) se pone interesante. Las actas del cónclave bancario del mes de junio, publicadas este jueves, muestran un amplio consenso en el seno del instituto emisor sobre la necesidad de preparar mayores estímulos ya que “no hay margen para la complacencia” en cuanto a los objetivos de inflación. La gran pregunta que deja en el aire es si este mes prepararán el terreno para flexibilizar aún más las condiciones de la Eurozona o si lanzarán un paquete de estímulos de forma inmediata.

Algunos analistas defienden la postura de que, llegados a este punto, el banco central ya tiene el dedo en el gatillo y sólo queda aclarar si el nuevo paquete llegará en forma de más bajadas de tipos, de una nueva tanda de compras de activos o de otro cambio en la guía a futuro de los mercados (más retrasos sobre el inicio de las subidas de tasas). Con las tasas ancladas en terreno negativo, en el -0,4%, un 'QE' (quantitative easing) de 2.600 millones de euros a sus espaldas y la certeza de que el precio del dinero no se moverá hasta 2020, el documento incluye estas tres opciones como potenciales medidas que puede adoptar el organismo. El fin es alcanzar el objetivo de que los precios se ubiquen en el 2% ante “la caída de las expectativas de la inflación”.

Asimismo, muestra que algunos de los miembros del Consejo de Gobierno del BCE se mostraron a favor de que la tercera ronda de Operaciones de Refinanciación a Largo Plazo (TLTRO) tenga unas condiciones más acomodaticias y de dejar claro al mercado que los tipos se mantendrán en los niveles actuales hasta marzo de 2020. Pero los analistas no descartan ninguna de las otras herramientas, tal como el mismo presidente de la entidad, Mario Draghi, expresó en su rueda de prensa de junio y reiteró en el foro de Sintra.

Entoces, desplegó sus alas de paloma y reconoció que si las perspectivas no mejoran, serán necesarios estímulos adicionales, y aseveró que nuevas reducciones de tipos forman parte de los instrumentos con los que cuenta el banco central para afrontar la situación.

La mayoría de casas de análisis digieren el documento y se inclinan porque el italiano no mueva ficha en julio. Los expertos de Nordea, en cambio, ven más plausuble que la nueva inyección monetaria a la eurozona llegue en septiembre ya que, como ha expresado el miembro del BCE, Benoît Coeuré, también este jueves, "las bajas perspectivas de inflación no son una medida sólida para que el banco central lance sus estímulos este mes". Por lo tanto, a finales de verano, junto a la publicación de las proyecciones macro de la entidad, "es un mejor momento·, indican estos analistas.

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