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Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal

Los banqueros centrales son los señores del dinero. Sus políticas monetarias y sus declaraciones mueven los mercados financieros y cautivan a la opinión pública. Las acciones, los bonos y las divisas cotizan en función de las medidas y las expectativas de organismos como la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE). Sin embargo, en los últimos meses el mercado está comenzando a perder la confianza en estas instituciones. Y eso es peligroso.

La semana pasada, Mario Draghi y Jerome Powell, los presidentes del BCE y la Fed, prometieron que aplicarán los estímulos monetarios que sean necesarios para cumplir sus objetivos. En el caso del BCE, impulsar la inflación hacia el 2%. Y en el caso de la Fed, además de ese objetivo de inflación, promover el máximo nivel de empleo en EEUU. Como consecuencia, los rendimientos de los bonos bajaron de manera notable y los mercados de acciones subieron.

Sin embargo, expertos como los del banco de inversión Berenberg comienzan a cuestionarse si la aplicación de más estímulos permitirá a los bancos centrales seguir cumpliendo sus objetivos. También se plantean qué sucederá cuando se produzca una recesión y esos estímulos sean aún más necesarios.

“En las circunstancias actuales, con un exceso de reservas en los sistemas bancarios globales, tipos de interés negativos y artificialmente bajos y una proliferación peligrosa de los rendimientos negativos de los bonos, la eficacia de una mayor acomodación monetaria es turbia, y los costes y riesgos a la baja están aumentando”, afirman estos analistas.

La eficacia de más rebajas de los tipos o nuevos programas de compra de activos requieren que estas medidas estimulen los canales de crédito e impulsen las expectativas del sector privado. Así aumentaría el gasto del consumidor, la inversión y la demanda agregada. Pero actualmente esto “es altamente cuestionable, porque más recortes de tipos en la zona euro generarían beneficios pero también distorsiones, mientras que las rebajas de tipos en EEUU tendrían un efecto inmaterial en los costes de crédito y en los costes reales de capital”, argumentan. Por ello, consideran que más compras de activos “solo aumentarían el exceso de reservas en los sistemas bancarios y no estimularían la oferta de crédito o la actividad económica”.

Actualmente, los bancos centrales se enfrentan a unas débiles condiciones económicas que no son de naturaleza monetaria, como el menor crecimiento de China, la guerra comercial entre este país y EEUU y el Brexit. “Los banqueros centrales quieren ayudar y eso es admirable. Pero la política monetaria es una herramienta de demanda agregada y es incapaz de compensar las restricciones de oferta en la economía. Además, estas restricciones de oferta no durarán para siempre. Los esfuerzos de los banqueros centrales para revitalizar las expectativas pueden ser contraproducentes, lo que disminuiría su credibilidad y socavaría su estrategia política y flexibilidad a largo plazo”, comentan desde Berenberg.

Al mismo tiempo, los tipos de interés negativos durante un tiempo muy prolongado, los grandes balances de los bancos centrales y la proliferación de los rendimientos negativos de los bonos suponen un riesgo potencial en aumento para la economía real y la estabilidad financiera. Distorsionan los mercados y la actividad económica y no incentivan políticas fiscales adecuadas de los gobiernos.

En su opinión, una bajada de tipos de la Fed podría “impulsar los mercados financieros, pero no las expectativas de la economía real”. Por ello, el banco central debería considerar que una bajada de tipos preventiva puede afectar a la efectividad de su futura política monetaria y buscar nuevas herramientas que sean efectivas cuando se produzca una futura crisis.

Sobre el BCE, Berenberg señala que “es complicado ver cómo más acomodación monetaria estimulará el crecimiento o impulsará la inflación en una economía lastrada por el menor comercio global y la incertidumbre sobre el Brexit. Aunque el BCE logre impulsar las bolsas, el impacto de sus medidas en el coste del capital o la inversión empresarial será reducido. “Más compras de activos depreciarían el euro y aumentarían las exportaciones, lo que impulsaría temporalmente la inflación, pero estos efectos serían compensados por un menor crecimiento global y un comercio internacional más débil”, señalan. En su opinión, Mario Draghi debería presionar mucho más a los gobiernos para que apliquen estímulos fiscales y promuevan la integración económica de la zona euro.

Su conclusión es clara: “No hay límites físicos para los recortes de tipos o los balances de los bancos centrales, pero existen límites a la efectividad de la flexibilización monetaria. A menos que las economías caigan en recesión, nuevas medidas a corto plazo por parte de la Fed y el BCE no son aconsejables y supondrían un aumento de los costes y los riesgos”.

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Desde Morgan Stanley, consideran que EEUU se enfrenta a un escenario de menor crecimiento que está afectando a los beneficios empresariales. Por ello, aunque la Fed aplique medidas de estímulos monetario, “si los datos continúan indicando debilidad en el tercer trimestre, anticipamos una corrección del 10%” en Wall Street.

“El debate ahora es si la Fed y cualquier posible pausa o acuerdo comercial entre China y EEUU puede detener la desaceleración. Nuestra opinión es que la desaceleración, los recortes de beneficios y una mayor volatilidad están por venir, lo que representa un riesgo a la baja absoluto para las acciones y un riesgo de cartera desmedido para muchos inversores”, concluyen.

En este sentido, desde Amundi afirman que “es probable que las promesas de recortes de tipos y unas condiciones financieras más favorables mantengan vivo un entorno favorable que ayude a evitar caídas persistentes en renta variable”.

“Sin embargo”, añaden que “no podemos descartar el riesgo de errores por parte de los bancos centrales”, porque la línea entre recortes de tipos preventiva y reactivos es muy fina. “Mientras que una postura preventiva de la Fed resultará positiva para la renta variable, una Fed percibida como reactiva, o que inicia un ciclo de relajación agresiva, probablemente preocuparía a los inversores al sugerir un aumento del riesgo de recesión”.

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