• 'Es triste porque podemos vernos, pero queremos tocarnos', dijo María del Carmen, de 54 años, antes del encuentro con su hija
  • María del Carmen no sólo atravesó una vez el desierto, sino dos, 'Por el cerro, sin zapatos, con las uñas todas que se me cayeron de tropiezos y tropiezos'
tijuana frontera

Gabriela Esparza y su madre, María del Carmen han estado durante seis años sin poder apenas rozarse las yemas de los dedos por la verja que separa México de Estados Unidos. Este sábado, por fin han conseguido pasarla y fundirse en un calido abrazo. Aunque solo fue por tres minutos, ya que se concedió este privilegio con motivo de la celebración del Día del Niño en México.

Tres minutos es el tiempo que tuvo cada una de las seis familias que se reunieron en la verja que separa ambos países para encontrarse físicamente tras años separados. Por tercera y excepcional vez, la puerta de emergencia de la valla entre San Diego y Tijuana se volvió a abrir brevemente para que varias familias se pudieran ver sin impedimentos, ni los guardias fronterizos pudieron reprimir sus lágrimas, según recoge BBC Mundo.

"Mis padres vinieron buscando algo mejor para nosotros", afirma Gabriela, cuyo padre es residente estadounidense y atraviesa la frontera cada día para trabajar en San Diego.

Una de las seis familias es la de Gabriela, de 25 años que vive en San Diego, Estados Unidos y su madre, María del Carmen, que reside en Tijuana, México.

Gabriela está muy contenta en Estados Unidos, "Todo es bueno, me encanta esto", aseguró a la BBC en un perfecto inglés y satisfecha con el país que la acogió.

Llegó a EEUU en el año 2001, aunque primero se trasladó su padre en el año 1976. Luego fue llegando el resto de la familia de forma ilegal.

"Es triste porque podemos vernos, pero queremos tocarnos", dijo María del Carmen, de 54 años, antes del encuentro con su hija

"Mis padres vinieron buscando algo mejor para nosotros", afirma Gabriela, cuyo padre es residente estadounidense y atraviesa la frontera cada día para trabajar en San Diego.

Gabriela ha conseguido quedarse con su hijo en Estados Unidos pero su hermano mayor fue deportado y sus padres fueron separaron ya que su madre regresó a México para ayudar a otra hija enferma.

En 2012 se benefició del programa DACA, que permite a ciertas personas que llegaron a Estados Unidos cuando eran niños continuar en el país durante un período de dos años, sujeto a renovación, por lo que Gabriela pudo estudiar y trabajar. "Fue una bendición increíble. Me dio la oportunidad de trabajar legalmente".

Pero no puede viajar a México, "Queremos tocarnos", dice la chica que asegura que la relación con su madre, sus hermanos y sus sobrinos es únicamente a través de llamadas y SMS.

"Sólo podemos tocarnos las yemas del dedo. Un dedo completo no entra entre las rejas"

De vez en cuando van a la verja para verse en el llamado Parque de la Amistad, "Hablamos durante horas, metemos el dedo pequeño por el agujero y la puedo tocar", cuenta. "Es triste porque podemos vernos, pero queremos tocarnos", dijo a BBC María del Carmen, de 54 años, antes del encuentro con su hija.


María del Carmen no sólo atravesó una vez el desierto, sino dos. Por primera vez en el año 2001. "Por el cerro, sin zapatos, con las uñas todas que se me cayeron de tropiezos y tropiezos".

Y volvió ha repetir en el 2004 tras haber regresado a México por el fallecimiento de su padre.

En 2009 se rompió su matrimonio y tuvo que elegir entre acompañar a una de sus hijas, que estaba enferma, de vuelta a México o quedarse con Gabriela, que decidió continuar en Estados Unidos.

"No logró lo que ella quería. Quería irse a una misión con la iglesia y se vino todo abajo. Ha logrado más que los demás en el lugar que está, pero no del todo", lamenta

María del Carmen dice que Estados Unidos es como una "droga", pese a que su hijo mayor pasó por muchos problemas y estuvo año y medio en prisión antes de ser deportado.

"El que prueba Estados Unidos ya no puede vivir bien en México", dice, "agradecida" al país en el que su hija ha decidido de momento pasar su vida.

"Se ha superado", dice orgullosa y sentada junto a su marido, al que ha perdonado y con el que ha vuelto tras años separados. "Si papá y mamá están bien, los hijos van a estar bien", asegura.

Pese a los años, aún siente culpa por su ausencia.

"La dejé desamparada", se repocha. "No logró lo que ella quería. Quería irse a una misión con la iglesia y se vino todo abajo. Ha logrado más que los demás en el lugar que está, pero no del todo", lamenta.

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NO A TRUMP

La familia de Gabriela está en contra de la separación que Donald Trump promete si llega a ser presidente de Estados Unidos.

"Si ya se ven casos de separación familiar, pienso que con este señor se van a hacer más", teme María del Carmen.

"Ya lo vivo con mis hijos y mis nietos y es muy triste. Si vienen a refugiarse (en Estados Unidos) es porque tienen mejor forma de vivir, mejores estudios", justifica.

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"Hay mucha gente deportada. Se llevarán muchas cosas. Sólo espero que no gane. Mejor que no. Es injusto lo que hace, Espero que algo cambie, que toque su corazón y haga las cosas diferentes"

Enrique Morones, fundador de la ONG Border Angels (Ángeles de la Frontera), la organización detrás de la idea de abrir la verja por unos minutos, no menciona a Trump, pero también pide "construir puentes" en lugar de muros.

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