• Se ha producido contra pronóstico un deslizamiento a la baja de Ciudadanos
  • 'Es absolutamente impensable que el socialismo tienda la mano al partido populista'
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Los resultados electorales del 26J arrojan un panorama complejo, pero en contra de lo que se pronosticaba no han variado los elementos centrales de la composición de lugar con relación al 20D. En estas segundas elecciones ha habido una importante pero no dramática caída de la participación, no se ha producido el tan cacareado sorpasso –una buena noticia salvo para los antisistema- y se ha producido contra pronóstico un deslizamiento a la baja de Ciudadanos, sin duda a causa de las apelaciones al voto útil de Rajoy, que han encontrado seguramente más eco después del Brexit.

El PSOE y –sobre todo- el PP han mejorado su posición, lo que podría interpretarse como un avance hacia la estabilidad a la vieja usanza, en tanto la formación Unidos Podemos no ha logrado su objetivo de sumar las clientelas de Podemos y de IU: como algunos escribimos en su momento, era claro que el planteamiento transversal de la formación encabezada por Pablo Iglesias se arruinaría si se producía el pacto con la izquierda radical, muñido en esta ocasión nada menos que por Julio Anguita, el de la célebre pinza con Aznar contra el PSOE.

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Con estos mimbres, siguen siendo básicamente dos las teóricas opciones posibles. Una primera, que de antemano puede darse por muy remota, la formación de una mayoría de izquierdas, a la que PSOE y UP sólo aportarían 156 diputados y que debería contar por tanto con otras minorías. Después de una campaña en la que Iglesias se ha pretendido apoderar de la denominación de origen socialdemócrata y en que ha maltratado políticamente al PSOE hasta someterlo a una verdadera humillación, es absolutamente impensable que el socialismo tienda la mano al partido populista. Además, la caída de Ciudadanos dificulta la repetición de la maniobra que pretendió Pedro Sánchez tras el 20D: un gobierno PSOE-C’s apoyado por Podemos.

LOS EFECTOS DEL BREXIT

La otra opción, la más razonable y coherente con los resultados obtenidos, es la coalición entre formaciones constitucionalistas, que seguramente es en este momento la única viable, ya que acaba de encontrar un argumento de gran importancia que se añade a los demás que pudieran enunciarse para impulsarla: el Brexit acentúa la necesidad de que los partidos constitucionalistas, europeístas sin tacha ni complejos, den ahora la batalla por el fortalecimiento de la Unión Europea, por un trabajo en equipo de los países grandes del club comunitario en pro de la reconstrucción del edificio de Bruselas, que debe reconciliarse con la opinión pública, acercarse más a los ciudadanos, reforzar las instituciones representativas y muy especialmente el Parlamento europeo, etc. Y aunque Podemos ha cambiado de actitud en sus últimos programas con respecto a los primeros, y en esta ocasión, como ha recordado Pablo Bustunduy, ha hecho incluso campaña en el Reino Unido contra el Brexit, la organización de Pablo Iglesias pertenece a la familia de los euroescépticos, de los críticos con la ortodoxia que emana de los Tratados.

La hipotética coalición entre PP y Ciudadanos sumaría ya 169 escaños, a siete de la mayoría absoluta, suficientes para formar un gobierno considerablemente estable si se consiguen los apoyos necesarios para la investidura. El PNV, con cinco escaños, y coalición canaria, con uno, podrían completar la mayoría, que en última instancia podría ser facilitada incluso por el PSOE.

Tal salida tiene sin embargo un obstáculo importante: Albert Rivera, líder de Ciudadanos, ha manifestado que no prestará sus votos a Rajoy, por sus responsabilidades políticas en la larga lista de episodios de corrupción del PP. Ciudadanos exige, en fin, una regeneración del PP para aliarse con él en un proyecto compartido.

Sería muy difícil de entender que cuando el Rey llame a Mariano Rajoy, líder de la fuerza más votada, para ofrecerle la posibilidad de someterse a la investidura, el todavía presidente en funciones no allane el camino al monarca y al país resignando su liderazgo y haciendo posible que otro político popular tome el relevo e intente la formación de una mayoría. Si la renuncia se produce, el camino quedará definitivamente allanado, pero en caso contrario podríamos embarrancar en un nuevo impasse.

Antonio Papell

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