• La consultora Context cree que el mercado de la impresión 3D aumentará hasta alcanzar en 2020 los 16.000 millones de dólares
impresora 3d
Impresora 3DFlickr (Medialab Prado)

Las impresoras 3D (tres dimensiones) han llegado para quedarse. Ya no se encuentran sólo en universidades o grandes centros tecnológicos, sino que cada vez son más las casas que cuentan con esta tecnología, con la que se pueden fabricar todo tipo de objetos desde cero. El proceso de creación ya no es tan costoso como antes, sino que poco a poco se va abaratando más, lo que está facilitando la democratización de las impresoras 3D entre el gran público.

Existen diversos materiales que se pueden usar para imprimir en 3D, como metales, resinas, polvos cerámicos, comida, e incluso biomateriales compuestos por células humanas

Fundamental para ello ha sido tanto la liberalización del hardware, es decir, los componentes físicos con los que se fabrica una impresora 3D, que actualmente se pueden encontrar a bajo coste, como la aparición de software libre -programas informáticos- que permite diseñar objetos para 'filetearlos' después e imprimirlos en tres dimensiones capa por capa. Lo más económico, para todo aquel que quiera tener una impresora 3D en casa, es comprar una por piezas que posteriormente habrá que montar y, sobre todo, tener ganas de aprender.

Porque, como explican desde el FabLab de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, tener una impresora 3D requiere cierto conocimiento para su mantenimiento. No es como una impresora de papel, que se enchufa y funciona al instante, sino que una impresora de este tipo es una tecnología que hace falta saber utilizar y manejar. Y aunque hay una “barrera de conocimiento” importante, poco a poco se va superando y cada vez son más los que se animan con estos aparatos, con los que se puede imprimir casi de todo.

Actualmente hay en el mercado diversos materiales que se pueden usar para imprimir en 3D, como metales, resinas, polvos cerámicos, comida, e incluso biomateriales compuestos por células humanas que permiten 'crear' prótesis médicas e implantes quirúrgicos. Con el resto, se pueden imprimir alimentos (la NASA pretende que los astronautas se impriman la comida en el espacio, y han invertido 125.000 dólares para desarrollar un prototipo de impresora que lo consiga), puentes y viviendas (Ámsterdam contará con el primer puente de acero impreso en 3D dentro de poco), e incluso ropa, complementos de moda y objetos decorativos. El límite es la propia imaginación.

EL FUTURO SE IMPRIME EN 3D

El auge de las impresoras 3D se pronosticó hace ya varios años. En el informe 'Análisis del estado actual de la pyme española y sus necesidades en digitalización' (2015) de la Escuela de Organización Industrial (EOI), perteneciente al Ministerio de Industria, ya se hablaba de la importancia de que las empresas apostasen por esta tecnología, teniendo en cuenta que el hecho de que cualquiera pueda imprimir casi cualquier cosa de la misma forma en que se imprime un documento de papel “puede marcar un antes y un después”.

Además, se aludía a un informe de la consultora McKinsey en el que se incluía a la impresión 3D entre las tecnologías disruptivas que transformarán el mundo durante la próxima década. Tanto es así que asegura que la fabricación directa de pequeñas series y productos totalmente personalizados, junto con la producción por el propio consumidor, serán las principales fuentes de generación de un negocio que alcanzará entre 230.000 y 550.000 millones de dólares anuales en una década.

Incluso el informe 'Global 3D Printing Report 2016' elaborado la consultora EY decía que la tecnología de impresión 3D ya tiene una penetración de mercado aceptable, y adelantaba que esta industria crecerá a un ritmo del 25% anual hasta 2020, y que la demanda tanto de particulares como de empresas tampoco dejará de crecer.

Context afirma que el sector de la impresión 3D crecerá un 42% hasta 2021 y que este año las ventas de equipos subirán, destacando las de uso doméstico que crecerán en torno a un 40%

Por otro lado, la consultora Context proporcionaba, a principios de este año, los últimos datos disponibles sobre el mercado de las impresoras 3D y destacaba el auge de la “impresión doméstica”. En concreto, señalaba que las ventas mundiales de este tipo de impresoras había aumentado un 25% hasta septiembre de 2016 gracias, en gran medida, al aumento de las ventas de impresoras de consumo, que han bajado de precio considerablemente. Así, del total de 217.073 impresoras 3D vendidas hasta ese momento, el 96% de ellas eran para uso doméstico y costaban poco menos de 1.000 dólares, registrando así un crecimiento interanual del 27% en comparación con la caída del 15% registrado en la venta de impresoras 3D para uso profesional, que fue de 7.726 unidades en los tres primeros trimestres de 2016.

No obstante, en cuanto a ingresos globales, el 78% de los mismos lo representan las impresoras profesionales, que son bastante más caras. Además, Context preveía que el mercado de impresión 3D, que no sólo incluye la impresora, sino materiales y servicios, generase más de 5.000 millones de dólares en 2016 y siguiese aumentando, sobre todo, en el plano doméstico, hasta alcanzar en 2020 los 16.000 millones de dólares. “La demanda sigue siendo importante para estos dispositivos en todo el mundo, tal y como demuestra el aumento de los envíos y la aparición de nuevas marcas y de grandes startup que están entrando en escena”, decía Chris Connery, vicepresidente de Análisis Global en la consultora británica.

Recientemente, en el evento Rapid+TCT celebrado en Pittsburgh (EEUU) sobre impresión 3D, Context ha aportado nuevos datos sobre este mercado, afirmando que crecerá un 42% hasta 2021 y que este año las ventas de equipos profesionales aumentarán un 16%, mientras que las en el caso de las impresoras personales el crecimiento será de un 40%. También destacó que la penetración de las impresoras 3D en gran consumo aún sigue estando lejos de producirse a media o gran escala, aunque valoraba positivamente el segmento 'maker' de aficionados, así como en educación, que sigue creciendo incluso por encima de las previsiones.

¿CAMBIARÁ EL MODELO DE CONSUMO?

Al ver las muchas posibilidades que ofrecen las impresoras 3D, y el rápido crecimiento que están experimentando, es normal preguntarse si esta tecnología va a propiciar un cambio del modelo de consumo tradicional. ¿Dejaremos de ir a las tiendas y nos haremos nuestros propios objetos en casa? En el FabLab de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla no lo tienen tan claro. Explican que no es algo que pueda descartarse por completo, pero también apuntan que si se produce será algo que se verá dentro de bastante tiempo, no en el corto plazo.

En concreto, señalan que hasta que empresas como HP apuesten de forma decidida por este tipo de impresoras y las pongan a disposición del gran público a un precio asequible, facilitando su mantenimiento y utilización, no se producirá ese gran boom que pueda propiciar el cambio en el modelo de consumo. “Hay que crear el entorno adecuado para que la gente se anime a imprimir en 3D”, dicen desde este FabLab, que nació en 2011 con vocación de ofrecer a todo el que quiera un laboratorio en el que desarrollar sus ideas.

Aunque de momento no son demasiadas las marcas que comercializan este tipo de dispositivos en nuestro país, la empresa española BQ sí que tiene algunos modelos de impresoras 3D que se pueden adquirir a través de su página web. Astrid Sánchez, directora de unidad de negocio 3D de la compañía, explica que la implementación de estas impresoras en España “está siendo paulatina pero muy positiva” y que actualmente se venden unas 1.500 unidades al mes, dice citando datos de Context. “Aún no son un producto de consumo masivo, pero ya han salido del nicho de usuarios avanzados y han llegado al ámbito profesional, en el que cada vez más empresas están usándolas, sobre todo para crear maquetas de forma rápida y económica”, afirma.

¿Dejaremos de ir a las tiendas y nos haremos nuestros propios objetos en casa? Los expertos creen que puede ocurrir, aunque no en el corto plazo...

Sánchez cree que dentro de poco su llegada a los hogares será mucho más significativa. De hecho, apunta que en BQ apuestan por que la gente que se haga sus propios objetos en casa en vez de comprarlos en una tienda, y asegura que muchos otros también piensan igual. Por ejemplo, la diseñadora Danit Peleg, que sólo crea modelos imprimibles en 3D, ha dicho que el futuro pasa por que el usuario no necesite ir a la tienda online a comprar la prenda, sino que adquiera el diseño directamente en la página web y lo imprima en su casa. “Es un nuevo paradigma en el que pasaríamos de ser consumidores a creadores”, dice la responsable de la empresa española BQ, participada por el fondo Diana Capital y que en 2013 compró una fábrica de impresoras 3D en Pamplona.

“Para que se convierta en una herramienta de uso masivo en los hogares, las empresas tenemos la responsabilidad de mostrar a las personas su increíble potencial técnico y creativo”, insiste Sánchez, que apunta que la “clave” está en la educación. “Si conseguimos que los más jóvenes abracen la impresión 3D, será una herramienta imprescindible para ellos en su vida adulta”, concluye.

Aunque no todos lo ven así. Según Antoni Viladomat, profesor de Gestión Empresarial y Emprendimiento de la Universidad Abat Oliba CEU, se trata de una tecnología con “muchas posibilidades” de cara al futuro, pero que tiene “un gran interrogante en el plano doméstico”. En su opinión, hay que poner el acento en el plano de la seguridad, y reconocer que hay riesgo de que se pueda hacer un mal uso de estas impresoras en 3D, como ya se ha visto en algunas ocasiones con usuarios que se han fabricado armas plásticas usando estos dispositivos.

Eso por un lado, porque por otro está el hecho de que aún se trata de unas impresoras caras. “Una implementación en los hogares de forma masiva, de momento lo veo complicado”, dice Viladomat, que cree que será difícil ver en cada casa uno de estos aparatos porque ya hay centros en los que se pueden imprimir diseños en 3D de forma tan sencilla como quien va a una copistería a hacer unas fotocopias.

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