• La FCA británica ya ha anunciado un paquete de medidas restrictivas para el uso de CFDs y opciones binarias
  • En Estados Unidos, el uso de este tipo de productos financieros está prohibido
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El mundo de la bolsa está cambiando, aunque hay un perfil inversor que se mantiene a lo largo de la historia. El del ‘pelotazo’. Esa persona que busca hacerse millonaria haciendo la jugada de su vida en el menor tiempo posible. La diferencia ahora radica en que los brókers ya han encontrado el modo de justificar que esto es posible, y ofrecen las herramientas necesarias para llevar a cabo tal ‘hazaña’. Los CFDs y las opciones binarias.

El pasado martes saltaba a los medios la noticia de que la FCA, el regulador del mercado británico, ha decidido establecer unas normas más restrictivas a la comercialización de estos productos. Lo que pretende es limitar el riesgo de los inversores particulares y castigar estrategias de marketing engañosas para atraer clientes. El anuncio provocó el desplome de las acciones de muchos de los brókers que basan su negocio en este tipo de productos, que llegaron a caer más de un 30% en la bolsa de Londres.

La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) define los CFDs (o contrato por diferencias) como “contratos en los que un inversor y una entidad financiera acuerdan intercambiarse la diferencia entre el precio de compra y el precio de venta de un determinado activo subyacente”. El producto en sí no supone un gran cambio con respecto a otros derivados financieros, la cuestión radica en el tipo de inversor al que va destinado.

En algunos países, como Estados Unidos, el uso de CFDs ya está prohibido

Operar con estos productos supone asumir un riesgo elevado. De hecho, la CNMV ya advirtió en agosto del peligro que supone comercializar CFDs a inversores minoristas. Además, avisó sobre las prácticas de marketing “agresivas” que estas empresas llevan a cabo y sobre la base del problema: el conflicto de intereses entre el intermediario y el cliente. En algunos países, como Estados Unidos, el uso de CFDs ya está prohibido y otros como Alemania, Holanda o Bélgica planean cambios en su regulación.

PUESTA EN MARCHA DEL ‘CASINO’

A diferencia de los futuros, los CFDs no se negocian en mercados regulados y no tiene por qué haber una persona al otro lado de la operación. Es decir, quien pierde si usted gana no es otro inversor, sino su propio bróker, aunque con una diferencia: el intermediario ya tiene las cartas marcadas.

En este juego, en el que su bróker actúa como ‘la banca’, el inversor apostará a que un determinado activo subirá o bajará de precio, mientras que él apostará lo contrario. La partida parece empezar en igualdad de condiciones, con la diferencia de que es el propio bróker quien puede controlar el precio y el que sabe dónde colocan sus clientes todas las órdenes de ‘stop’ (limitador de pérdidas).

Al ser el mismo bróker el que crea el mercado (‘market maker’), el precio, por regla general, seguirá el comportamiento del activo que se esté negociando, aunque puede haber sorpresas. El intermediario puede modificar ligeramente la cotización para hacer saltar una orden de ‘stop’ o para coger una operación limitada y luego volver a seguir el comportamiento del subyacente, por lo que la suerte ya está echada.

Lo mismo ocurre con las opciones binarias. Aunque estas funcionan con un sistema ligeramente diferente. El inversor apostará a que un activo subirá o bajará al paso de un tiempo determinado. Hasta aquí todo suena parecido a los CFDs, con la diferencia de que cuando falle siempre perderá más dinero del que gane cuando acierte. En un sistema aleatorio en el que supuestamente acertase y fallase en igual porcentaje, 50%-50%, ‘la banca’ siempre ganará más dinero que el cliente minorista.

El 82% de los inversores que operan con este tipo de productos pierde dinero

Con todo el engranaje en funcionamiento, falta lo más importante: el apalancamiento. Esta es la ‘pieza’ que hará que el inversor pueda operar como un multimillonario con apenas unos cientos de euros. De hecho, hay brókers que ofrecen apalancamientos 1:500, es decir, el cliente puede operar con 500.000 euros aportando simplemente 1.000 como garantía.

Gracias a esto, el inversor se verá atraído por las potenciales ganancias que puede aportarle operar con tal cantidad de dinero, aunque lo único que conseguirá es perderlo aún más rápido. Según los últimos datos de la FCA, el 82% de los inversores que operan con este tipo de productos pierde dinero.

EL MARKETING

Este apartado es uno de los que más controversia está generando entre los organismos reguladores. En concreto, señalan a los bonus de apertura como el principal motivo de conflicto.

Los brókers ofrecen una suculenta cantidad de dinero extra si abre una cuenta con un determinado capital, aunque esto también tiene truco. Si el inversor desea disponer de ese dinero, el bróker ‘market maker’ le pedirá que realice un mínimo de operaciones, por lo que puede olvidarse de que el dinero llegue alguna vez a sus manos.

NO TODOS LOS BRÓKERS SON IGUALES

A pesar del mal uso que se está haciendo por parte de algunos brókers de los CFDs, hay que distinguir entre entidades que funcionan como un casino, ‘market makers’, y entidades que no tienen intereses encontrados con sus clientes. A estos brókers se les llama STP (Straight Through Processing), en el caso de que las órdenes vayan directamente a proveedores de liquidez como JP Morgan, Goldman Sachs, Citi o HSBC, o brókers ECN (Electronic Communication Network), en el caso de que las órdenes vayan además a otras entidades intermediarias y a diferentes clientes.

En esta situación, el bróker no gana cuando el cliente pierde, por lo que funciona como un simple intermediario que cobra una comisión. Además, en defensa de los CFDs hay que decir que bien usados y utilizando un intermediario adecuado pueden permitir cubrir la cartera sin necesidad de tener que invertir una gran cantidad de dinero.

En eventos que crean una gran volatilidad, como el Brexit o las recientes elecciones estadounidenses, se podrá aprovechar el apalancamiento que ofrecen los CFDs para cubrir la cartera. Es decir, si se han invertido 3.000 euros en acciones, con un apalancamiento 1:100 se puede realizar una cobertura empleando apenas 30 euros para operar en corto. Así se consigue mantener una posición neutral en la cartera, eliminando el riesgo de cualquier movimiento brusco que pueda originarse en el mercado.

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