ep filed - 09 november 2019 us new york a general view of the sign of a branch of mobile
T-Mobile.Christoph Dernbach/dpa - Archivo

Las telecomunicaciones son, junto con el sector energético y petrolífero, uno de los pilares estratégicos sobre los que se sustenta nuestro modo de vida a nivel mundial. A pesar de ello, ninguna compañía del sector telco se sitúa entre las 50 de mayor capitalización del mundo y hay que irse hasta el puesto 62 para encontrar la primera: T-Mobile US.

Los porqués son múltiples y diversos. Malas decisiones estratégicas, gestores en algunos casos deficientes, una regulación que ha promovido la cantidad y la hipercompetencia frente a la calidad y la sostenibilidad a largo plazo y la falta de capacidad de capturar el valor de sus infraestructuras en el pasado han conducido al sector a la situación actual.

Este hecho ha sido particularmente acusado en Europa, donde la regulación ha jugado un papel clave. Prueba de ello es el comportamiento del índice Eurostoxx Telecommunications frente al Eurostoxx, arrojando un diferencial evidente en lo que llevamos de siglo. Mientras que el índice sectorial está prácticamente plano, el Eurostoxx se ha multiplicado por 2.5x en este periodo de tiempo. En el plano particular, compañías como Telecom Italia o Altice han atravesado serias dificultades financieras en los últimos años y otras como Telefónica han tenido que realizar múltiples desinversiones para estabilizar su balance.

Pensamos que este 2024 puede ser el inicio del resurgir del sector, particularmente en Europa

Sin embargo, tras este panorama tan desolador, se abren algunos claros que nos invitan a recuperar la esperanza en el futuro del sector.

En primer lugar, estamos empezando a presenciar lo que parece un cambio de mentalidad en los reguladores europeos. El excesivo celo de la Comisión en bloquear o dificultar cualquier proceso de consolidación durante los últimos años ha derivado en un sector hiperfragmentado con una capacidad de inversión reducida, lo que hace que la supervivencia futura del mismo se vea mermada. Este hecho que, hasta este año, era una demanda histórica del sector, ha sido por fin reconocido por la Comisión con la publicación del 'Libro Blanco' sobre el sector. Es evidente que cualquier cambio regulatorio (y más en las instituciones europeas con tantos intereses cruzados) llevará tiempo y esfuerzo, pero al menos el primer paso ya se ha dado: reconocer la situación tal y como pedían los principales operadores de telecomunicaciones europeos.

En segundo lugar, hay que destacar la buena gestión en un contexto complejo que muchos de los operadores han realizado en los últimos cinco o seis años, acelerando su desapalancamiento, apostando por el despliegue de redes de alta generación y mejorando su eficiencia. Todo ello amenazado por el creciente número de 'challangers' que surgían todos los años y que erosionaban los márgenes. Esto ha permitido que la mayor parte de los principales actores del sector se encuentren en una buena situación para acometer la siguiente generación de inversiones y con negocios en sus principales geografías mayoritariamente encaminados hacia el crecimiento. Ejemplos de este buen hacer son Orange o Deutsche Telekom. Otros, como Telefónica, están finalizando este proceso de restructuración y algunos, como Vodafone, están en medio del mismo, al haberse dado cuenta más tarde de su situación.

Por último, los operadores parecen haber aprendido la lección de los últimos años y han logrado llegar a acuerdos colaborativos para mejorar el sector en su conjunto y tratar de capturar el mayor valor posible para todos, en vez de hacer la guerra cada uno por su cuenta. Iniciativas como la unión entre Vodafone, Orange, Telefónica y Deutsche Telekom para comercializar la publicidad digital de manera conjunta y hacer frente a Meta o Google u Open Gateway, o la alianza de la mayor parte de las compañías del sector para facilitar a desarrolladores el acceso a las redes con nuevas APIs estandarizadas y universales son claros ejemplos de ello. El sector ha tomado consciencia que de manera conjunta tiene más poder que de manera individualizada y con el 5G se han dado y se darán más colaboraciones para tratar de guardar el mayor valor posible de la tecnología en el sector y que no sean otros (principalmente las Big Tech) las que capturen ese valor, sin realizar inversión alguna en redes.

En resumen, a nivel macro se aprecian cambios relevantes, tanto exógenos como endógenos, y a nivel micro, gran parte de las compañías han hecho bien los deberes para afrontar esta nueva etapa del sector. Por tanto, sin querer pecar de optimistas, pensamos que este 2024 puede ser el inicio del resurgir del sector, particularmente en Europa. No será rápido ni inmediato, pero pensamos que se reúnen muchos mimbres para que las deprimidas cotizaciones de las compañías de telecomunicaciones vuelvan a dar alegrías a sus sufridos inversores.

Esperamos no tener que volver dentro de unos años a lamentarnos de una nueva ocasión perdida por la falta de iniciativa de los reguladores o por la falta de unidad del sector ya que pensamos que, esta vez, unos y otros han aprendido la lección.

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