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Córdoba.- La UCO halla un sistema que predice el crecimiento de la mala hierba eCSIC - Archivo

MADRID, 2 (EUROPA PRESS)

La biodiversidad vegetal es clave para mantener la fertilidad y la productividad de los ecosistemas áridos, según un trabajo realizado por un equipo hispano francés en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que ha analizado 123 ecosistemas áridos y semiáridos en todo el planeta.

Los miembros españoles del equipo son investigadores de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA) del CSIC. Los resultados, que aparecen recogidos en un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) destacan la importancia de las especies poco abundantes y su historia evolutiva para mantener la fertilidad y productividad del suelo en zonas áridas de todo el mundo.

Así, señalan que las condiciones ambientales influyen en las especies de plantas que pueden vivir en un lugar determinado. Por ejemplo, si hay mucha herbivoría, las plantas desarrollarán espinas para protegerse.

Donde llueve poco, como por ejemplo en muchas zonas de la Península Ibérica, crecerán hojas pequeñas y gruesas, o tallos que almacenan agua, mientras que en zona de nieve, una forma achatada y circular les ayudará a lidiar con el peso extra que van a tener que soportar.

Esta variedad de rasgos o adaptaciones funcionales forma parte de la biodiversidad, pero no es la única. Según expone la investigación, el número de especies o diversidad taxonómica es la medida más utilizada y un buen indicador de cómo cambian los ecosistemas y qué consecuencias se pueden esperar en el futuro y también es importante su diversidad evolutiva, es decir, los miles de años de evolución que atesoran las plantas.

Este es un indicador de las adaptaciones a climas pasados, pero también del establecimiento de relaciones mutualistas o la coevolución con enemigos como los patógenos y los herbívoros.

El investigador de la Universidad Rey Juan Carlos y coordinador del estudio, Yoaan LeBagousse-Pinguet, ha indicado que se sabía que todas estas facetas de la biodiversidad eran importantes para el funcionamiento de los ecosistemas, pero nunca se habían estudiado sus efectos en conjunto.

"Esto es importante, ya que estas diferentes facetas no están necesariamente relacionadas entre sí, ni van a responder igual al cambio climático. Por tanto, debemos saber su papel en conjunto, no de manera aislada, para poder predecir mejor las consecuencias de estos cambios en la diversidad", explica el coordinador del estudio.

Los científicos han estudiado ecosistemas distintos como los espartales y romerales ibéricos, las sabanas africanas y australianas y la pampa patagónica.

En todos ellos han evaluado distintas variables que, como el reciclaje de nutrientes, el contenido de materia orgánica en el suelo o la productividad de la vegetación, determinan los ciclos de los tres elementos más importantes para la vida: el carbono, el nitrógeno y el fósforo.

Más allá del número de especies, este estudio revela que las especies menos abundantes y su diversidad evolutiva son factores clave para mantener el funcionamiento de los ecosistemas áridos.

Por su parte, el profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, Carlos Torices, que trabajaba en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, "curiosamente" los rasgos funcionales de las especies dominantes son los que determinan cada función por separado, pero sus efectos tienen signos distintos en cada uno de los nutrientes principales.

"Es decir, ninguna especie dominante puede mantener niveles altos de todas las funciones a la vez, independientemente de las condiciones ambientales. Ahí es donde entra el colectivo de las especies menos comunes, éstas sí que son capaces de proveer múltiples funciones, y nuestro estudio revela que es principalmente el componente evolutivo de su biodiversidad el que determina esa capacidad", ha subrayado.

El muestreo global que se ha llevado a cabo para esta investigación, único en el mundo, se enmarca en el proyecto BIOCOM liderado por el Catedrático de Ecología de la URJC Fernando T. Maestre, que cuenta con una ayuda Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación (ERC por sus siglas en inglés).

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