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A la hora de invertir en un fondo de inversión o en cualquier otro producto financiero, lo primero que se debe tener en cuenta es la importancia de seleccionar un producto que se adapte al perfil inversor. Por ello, es fundamental tener muy claro cuál es ese perfil.

El inversor debe reflexionar antes de invertir su dinero en un fondo sobre los riesgos que está dispuesto a asumir y sobre los rendimientos que espera obtener. Un inversor puede ser conservador, moderado o arriesgado y, en función de esta posición, elegirá un fondo u otro. El riesgo va parejo a la rentabilidad, por lo que un inversor conservador debe estar dispuesto a conseguir un rendimiento bajo mientras que, cuanto más riesgo se asuma, también es mayor la rentabilidad esperada.

Eso sí, se recomienda evitar elegir un fondo en función de cómo lo haya hecho en el pasado y tener siempre en cuenta que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Del mismo modo, el hecho de que un fondo haya obtenido rentabilidades negativas en el pasado no significa, por sí solo, que deba ser descartado.

Una vez que se determina el perfil inversor y se opta, por ejemplo, por un fondo más arriesgado de renta variable o uno más conservador de renta fija, el inversor debe tener en cuenta otros aspectos que ‘complementen’ su perfil. El horizonte temporal de la inversión es otro elemento que se debe valorar a la hora de decidir si ese fondo se adecúa a lo que se busca. No debe invertir en el mismo producto quien necesita reembolsar ese dinero en un año y quien puede mantener su inversión a medio o largo plazo. Las fichas de los fondos incluyen información sobre el horizonte temporal de la inversión, que es el tiempo mínimo recomendado para mantener la inversión en dicho fondo en función de sus características.

Otro elemento añadido que se valora cuando se selecciona un fondo u otro son las comisiones que se deben pagar. Este dato también aparece en la ficha del fondo y varía mucho entre un fondo u otro, entre una gestora u otra e incluso dentro del propio fondo, entre las series. La comisión máxima de gestión, que es implícita y obligatoria, es del 2,25% y, desde ese nivel, puede llegar incluso a cero. También está la comisión de depósito, que igualmente es implícita, y otras comisiones (como la de suscripción o reembolso) que algunas gestoras cobran y otras no y que influyen en la rentabilidad final que obtendrá el partícipe.

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