• La ratio 'crédito-PIB' del país oriental se ha casi duplicado hasta el 235% en una década
  • El periodo de expansión crediticio de China es el más largo de la historia
  • Existe un alto riesgo de colapso en la banca por falta de liquidez
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Donald Trump / Xi Jinping

China tiene un problema, y es Donald Trump. El presidente de Estados Unidos ha conseguido despertar un estado de intranquilidad global sobre una posible guerra comercial entre la economía más potente de América y su homóloga en Asia. Las ‘tropas’ de ambos bandos por ahora sólo se miran de lejos y lanzan amenazas, sin embargo, las tensiones podrían agravar la relación futura.

Ambas administraciones han hecho públicas listas de productos sobre los que aplicar aranceles. La intención es evitar el conflicto y negociar. Y debe ser China quien más fuerte apueste por buscar un acuerdo, ya que su economía cebada de crédito podría enfermar gravemente frente a la guerra con una menor inversión exterior.

China es un país peculiar, su mercado no se comporta ni como propio de un país emergente ni como de un país desarrollado. Su reducida deuda exterior, así como su continuo superávit por cuenta corriente permiten al país alargar la expansión crediticia sin signos internos de agotamiento. Pero Donald Trump podría revolver las aguas sobre las que la estabilidad financiera china navega, y quizá acabe por zozobrar.

Desde el inicio de la crisis financiera, la relación entre el desarrollo del Producto Interior Bruto (PIB) y el crédito ha sido irregular. En 2008, la ratio ‘crédito-PIB’ era del 135%, para crecer hasta el 170% en 2011 y casi duplicar su volumen hasta el 235% en apenas una década a principios de 2017. Como resultado, la desviación entre el crecimiento de la economía y el crédito ha avanzado hasta el 25%, peligrosamente por encima del límite máximo del 10% que marcan las recomendaciones del Banco de Pagos Internacionales (BPI).

Asimismo, el impacto de la nueva liquidez en el desarrollo de la economía se ha moderado por una ineficiente distribución de los recursos. Mientras que en 2007 eran necesarios 1,3 billones de yuanes de crédito para levantar el PIB en 1 billón, en la actualidad son necesarios 4 billones para contribuir a su crecimiento en la misma proporción, según apunta un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI). En una economía altamente industrializada, es necesario que haya una mayor inversión en capital fijo, generalmente dedicada a infraestructura. Las regiones del norte del país con mayor presencia de manufacturas registran una menor productividad que aquellas zonas dedicadas a servicios, sin embargo, su exposición al crédito es mayor. Prestar es cada vez menos ‘rentable’.

Según el FMI, una ratio 'crédito-PIB' por encima del 100% es un síntoma alarmante de recesión futura. China soporta un 235%

El FMI estudió en enero 43 casos de países con grandes ciclos expansivos de crédito, y todos aquellos con una ratio ‘crédito-PIB’ por encima del 100% acababan sufriendo una crisis posterior. China ostenta un porcentaje de más del doble, concretamente del 235%. No existe consenso acerca de cuál es el límite hasta el que una burbuja crediticia puede crecer antes de estallar, sin embargo, lo que está claro es que el periodo de expansión que el país asiático muestra es el más largo de la historia. Desde su inicio en 2003, el crédito no ha parado de crecer en quince años, cuando en economías emergentes el ciclo máximo suele ser de unos tres años y de dos para países ya desarrollados.

Y como es lógico, de no ser así, el crecimiento no habría sido el mismo. En caso de que la liquidez inyectada al sector privado hubiera aumentado a un nivel ya cuantioso del 10% en el último lustro, los cálculos del FMI marcan un crecimiento entre 2012 y 2016 del 5,3%, dos puntos por debajo del crecimiento real, con un aumento del crédito del 45%.

LA BANCA ES VULNERABLE A LAS CONTRACCIONES

El balance de los bancos chinos ha crecido en más de 50 puntos porcentuales sobre el PIB en los últimos tres años, hasta situarse en el 310% del producto interior. Una cifra por encima de la media de economías desarrolladas y tres veces mayor que el nivel esperado en países emergentes. La banca china es una de las mayores del mundo con los Productos de Gestión de Capital, o WMPs por sus siglas en ingles, como buque insignia.

El carácter industrial del país y la popularidad de activos de renta fija limitan la liquidez del sistema, y lo exponen al colapso frente a una inesperada falta de financiación

Estos vehículos de inversión ofrecen una rentabilidad mayor que los tipos de depósito gracias a un empaquetamiento de varios activos de renta fija que aumentan el beneficio, pero limitan la liquidez. Un problema sobrealimentado por, de nuevo, el carácter industrial del país, que orienta a muchas compañías a juntar grandes cantidades de activos no financieros difíciles de vender con urgencia en caso de una contracción del crédito. Las autoridades chinas son conscientes de esta situación y los esfuerzos del regulador han conseguido invertir la tendencia de emisión de WMPs, alcanzando saldos negativos en varias ocasiones durante el pasado ejercicio.

EL 'TALÓN DE AQUILES' CHINO

La naturaleza macroeconómica del país le permite alargar la expansión del crédito durante amplios periodos de tiempo. Su fuerte posición exterior y balances comerciales positivos ofrecen continuos superávits por cuenta corriente, con una ligera deuda foránea que defiende a su población de una tradicional crisis de financiación exterior. Pero es exactamente esto lo que el presidente de Estados Unidos ataca. Con peores relaciones comerciales, China sufrirá.

Asimismo, la baja deuda gubernamental ofrece capacidad al país de inyectar liquidez al sistema en caso de colapso. Sin embargo, este escudo es cada vez más débil. Las previsiones del FMI a medio plazo indican que la deuda pública crecerá desde el 40% actual hasta el 90% en apenas cinco años.

Una accidentada relación con la mayor economía del mundo, dirigida por Donald Trump, podría hacer saltar por los aires las defensas chinas. La Casa Blanca puede pinchar la burbuja.

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