• La tenencia de dinero en efectivo es inferior ya a los 70.000 millones de euros
  • El auge de los medios de pago electrónicos es clave en el descenso del dinero en metálico
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Es uno de los mantras de los últimos tiempos: el mundo está asistiendo a la progresiva desaparición del dinero en efectivo. Y el caso es que cada vez hay más evidencias de que, en efecto, las monedas y los billetes están perdiendo peso en la vida económica por momentos. España, de hecho, no se libra de una tendencia que seguramente irá a más en los próximos años.

Al menos, eso es lo que reflejan dos remesas de datos difundidos este mes por el Banco de España (BdE). La primera llegó a mediados de mes, cuando recogió que al cierre del segundo trimestre de 2016 los hogares atesoraban una riqueza financiera bruta de 1,98 billones de euros. De este total, solamente 68.455 millones de euros correspondían a efectivo.

Esta cifra llama la atención por varios motivos. O mejor dicho, por varios datos. El primero, que las familias españolas no tenían tan poco dinero en metálico desde finales de 2004. El segundo, que esa suma es 23.354 millones de euros más baja que la registrada a finales de 2009, que es cuando la tenencia de efectivo por parte de los hogares alcanzó su récord histórico. Y el tercero, y fundamental, que el descenso registrado en los últimos seis años y medio asciende ya al 25%, un considerable tijeretazo que parece dar la razón a quienes profetizan la desaparición del efectivo.

La segunda remesa se conoció este jueves. Según los datos ofrecidos por la entidad gobernada por Luis María Linde, el volumen de monedas y billetes puestos en circulación por el Banco de España descendió en septiembre hasta los 35.623 millones de euros, la cifra más baja desde la serie histórica de datos iniciada en 2002. Esta cifra depende fundamentalmente de los billetes, que apenas suman ahora 31.420 millones, cuando hace una década superaban los 87.000 millones de euros.

COYUNTURAL Y ESTRUCTURAL

Los expertos achacan este descenso a la combinación de tres tendencias. La primera, de corte más coyuntural, responde al protagonismo adquirido por el consumo privado en la recuperación económica, una dinámica en la que los hogares han tirado de ahorros y efectivo. La segunda, de corte político e institucional, consiste en la cruzada internacional surgida para luchar contra la economía sumergida y el blanqueo de capitales. La combinación de estos dos primeros ingredientes se refleja, por ejemplo, en que el número de billetes de 500 euros en circulación en España se limita ahora 53,3 millones de billetes, cuando en 2007 superaban los 113 millones.

En cuanto a la tercera tendencia, posee una naturaleza mucho más estructural. Y conecta con una realidad que ha venido para quedarse: el uso creciente de medios de pago electrónicos y digitales para realizar transacciones cotidianas que antes se hacían en efectivo.

Distintas estadísticas revelan hasta qué punto esta tercera dinámica está abriéndose paso en España. Para empezar, por la pujanza del comercio electrónico, tal como acreditan los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Según ha comunicado en octubre, en el primer trimestre de 2016 el volumen de negocio del comercio electrónico creció en España hasta los 5.400 millones de euros, un 21,5% más que en el mismo periodo de 2015 y la cifra más alta de siempre. En cuanto al número de transacciones, aumentaron un 30%, hasta los 88 millones de operaciones, que también representa un volumen sin precedentes. Esta actividad se concentra especialmente en los gastos en viajes y turismo, billetes de avión y ropa, segmentos en los que las ofertas y los medios de pago electrónicos están sustituyendo claramente a las compras presenciales y en metálico.

Para continuar, otra prueba evidente se encuentra en que los terminales de puntos de venta (TPVs) -los aparatos a través de los que se realizan los pagos mediante tarjeta de crédito y débito- registran ya más actividad que los cajeros. En 2006, el importe de las compras operadas a través de TPV se limitaba a 79.000 millones de euros, frente a los 108.000 millones retirados de los cajeros; cinco años después, la diferencia se estrechó hasta 98.300 millones frente a 113.570; en 2015, prácticamente empataron, puesto que las transacciones en terminales alcanzaron los 112.330 millones, por los 114.862 millones sacados de los cajeros. Y el adelantamiento se ha terminado produciendo en 2016: en el primer trimestre, los TPV superaron a los cajeros con unos volúmenes de 27.816 millones y de 26.603 millones, respectivamente; y lo mismo ocurrió entre abril y junio, con 30.648 millones frente a 29.722 millones.

AÚN EN TRANSICIÓN

España, por tanto, ofrece señales cada vez más sólidas de que se está sumando a una tendencia de dimensión internacional. Y anticipa lo que está por venir, porque todavía queda mucho terreno por delante. Casi todo el terreno, de hecho.

En un artículo publicado este año en la revista Papeles de Economía Española, editada por Funcas, Diego Vizcaíno y Verónica López, de Analistas Financieros Internacionales (AFI), estudiaban precisamente el fenómeno de la evolución del uso de efectivo tanto en España como en otros países. En este sentido, encontraban que España se encuadra en el grupo de naciones que se encuentra "en fase de transición" hacia una sociedad sin efectivo. En este bloque figuran los países en los que las transacciones en metálico todavía representan más del 80% de los pagos realizados por los consumidores.

Ambos autores también destacan que el valor de las operaciones realizadas con tarjeta en España equivalió al 11,7% del Producto Interior Bruto (PIB) en 2014, cuando la media de la Eurozona se situó en el 13,4% y la de la Unión Europea alcanza el 16,9%.

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