• Será al más estilo ‘Super Bowl’
  • Los organizadores se frotan las manos pensando en los ingresos por publicidad y entradas
Clasico Real Madrid Barcelona

Un clásico en mitad de pretemporada para abrir boca. El Real Madrid y Barcelona darán rienda suelta a su rivalidad deportiva (y económica) en un escenario nunca antes visto: Miami. El próximo 29 de julio, en el recientemente renovado Hard Rock Stadium, abrirá sus puertas para ver a Messi, Cristiano y las otras estrellas de los dos imperios.

La International Champions Cup tiene por fin su plato estrella. El mejor partido que puede existir en Europa, se mudará a Estados Unidos para que disputen un amistoso. La International Champions Cup (lo que pretende ser la Champions League de junio) y que lleva en liza cinco años, ha conseguido convencer a las dos potencias, aunque eran bastantes reacias. Está claro que deportivamente poco o nada se van a jugar tanto Real Madrid o Barcelona y si pierde uno u otro la repercusión será mínima por aquello de “estamos buscando el tono, hacemos probaturas…” y una larga retahíla que los futbolistas y entrenadores se saben como la tabla de multiplicar del uno.

La parafernalia, propia de Estados Unidos, estará a la altura. Habrá conciertos previos, en el descanso y los tradicionales perritos, hamburguesas en los kioskos, y como siempre cerveza.

MUCHO DINERO FUERA DE LOS TERRENOS DE JUEGO

Pero, obviamente, hay otros intereses. Y el dinero y la expansión de la marca, son algunas de ellas. El impacto económico es muy amplio y el pastel es más que jugoso a repartir. Por ejemplo, la ciudad de Orlando calculó que, los dos partidos que jugó el Real Madrid la pasada pretemporada, dejó 50 millones de dólares. Pero, claro los clubes no se van de rositas. Jugar esta ‘Champions League’ supone para los clubes más top europeos hasta 19 millones de euros. Una cifra más que apetecible para los directivos de las entidades más poderosas.

Las entradas para ver un partido de este torneo veraniego van desde los 70 hasta los 1200 dólares

La International Champions Cup también sabe de recoger dinero. Cada patrocinador paga cifras astronómicas. Sin ir más lejos ‘Visit Orlando’ desembolsó a la organización hasta 70 millones de euros sólo por que apareciese su logo en los partidos de Estados Unidos, ya que esta competición se juega por todo el mundo, incluido Asia o Australia. Pero este es sólo uno de los ‘partners’ locales. Empresas como Heineken (que destronó a Guiness como patrocinador principal) o Herbalife organizan y mientras que Audi o Fly Emirates son las grandes patrocinadores en el que el aporte económico superan los ocho ceros, según datos de la organización.

Y como no, quedan las entradas. El precio del clásico aún no se sabe, pero puede hacerse una idea que un simple amistoso costará lo que un partido de altos vuelos. Los precios de las anteriores ediciones, de Madrid y Barça de por medio, costaban entre los 70 y 1.200 dólares.

¿QUIÉN ES EL HOMBRE QUE MUEVE LOS HILOS?

Charlie Stillitano es el hombre que maneja este torneo. Abogado de profesión vio en el deporte una mina y pronto se metió de lleno en este mundillo. En 1994 fue nombrado director deportivo de los Giants y dos años más tarde gerente de la sede de Nueva York de la Major League Soccer. En 2003 fue el promotor de la Champions World (otro torneo veraniego) y sin perder de vista su pasión por la radio ya que presenta “The Football Show” para XM Radio.

EL AZOTE DE LA UEFA… POR QUERER CREAR ‘SU’ CHAMPIONS’

La UEFA tiene un enemigo número uno público: Charlie Stillitano. Durante los últimos meses ha negociado con los grandes clubes europeos para crear una Champions League alternativa y cerrada, al más estilo nueva Euroliga. De hecho, el americano (con el grupo Wanda detrás) tenía convencido a Real Madrid, Barcelona y Premier League, pero una reunión de urgencia con la UEFA y unas condiciones más que favorables para los ‘grandes’ frenó toda ilusión.

Los promotores tenían entre ceja y ceja hacer una liga privada para negociar y explotar esta competición a sus anchas. Para Wanda tener un Barcelona-Arsenal, un Real Madrid-Manchester United o un Atlético-Juventus cada jornada era un buen motivo para tirarse a la piscina. Durante meses, el estadounidense y el grupo Wanda se vieron las caras con representantes de clubes alemanes, italianos e incluso españoles llegando a ser muy positivas las negociaciones. La UEFA le vio las orejas al lobo y puso su maquinaria para que no viese afectado su formato puesto que las potencias estaban interesadas en participar en esa Superliga. Las razones eran de peso, el dinero iba a ser muy superior en cuanto a derechos televisivos, patrocinio y taquillaje del que hay ahora.

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