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La crisis económica no es una situación transitoria, sino el nuevo modelo que ha llegado para quedarse. Así lo afirma el economista Santiago Niño Becerra en un artículo publicado en ‘La Carta de la Bolsa’, titulado ‘Lo que se ha dado en llamar devaluación interna’.

Niño Becerra recupera la cita “el futuro no es más que el pasado que regresa”, para señalar que “no es exactamente así”, aunque “en el presente pueden verse tendencias, muchas, que se dieron ayer; y en el futuro podrán verse algunas de las que hoy se están dando”.

El catedrático de Estructura Económica recuerda que, entre 1973 y 1979, “las grandes compañías se fueron dando cuenta de que podían dar por liquidado el espíritu del Tratado de Detroit firmado en 1950 entre el sindicato United Auto Workers (UAW) y las tres compañías automovilísticas de Detroit (Ford, GM y Chrysler)”. Este pacto supuso que el sindicato restringiera el derecho a ir a la huelga a cambio de aumentos de sueldo ligados a la inflación, menos despidos, planes de pensiones, cobertura médica y vacaciones, y se convirtió en un modelo en otros países.

"Ya no era necesario pagar tanto a los trabajadores ni mantener sus condiciones de trabajo"

Ahora, nos enfrentamos a “nuevos desarrollos tecnológicos, nuevos procesos organizativos y la posibilidad de deslocalizar procesos productivos a países más baratos y con legislaciones más permisivas”, lo que ha hecho “innecesario mantener lo acordado”. Así, a principios de los 80 comenzó un “declive en el bienestar”. “Ya no era necesario pagar tanto a los trabajadores ni mantener sus condiciones de trabajo ya que, debido a la tecnología y a la nueva organización, la demanda de trabajo tiende a ser inferior a la creciente oferta de trabajo”, explica, y “más aún si se permite una cierta inmigración”. “Lo que sí es esencial es mantener la inflación lo más baja posible a fin de que no se drenen beneficios y dividendos”, añade.

De esta manera, “la deslocalización abarata fabricados que pueden ser consumidos por los trabajadores peor pagados que han tenido que aceptar salarios menores en puestos de peor calidad, mientras que los bienes de más valor serán exportados en un mercado internacional que avanza en el desarme arancelario”.

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LA PRIMERA DEVALUACIÓN INTERNA

Entre 1980 y 1991, “se disparó la desigualdad en la distribución de la renta y los salarios reales mantuvieron una evolución prácticamente plana”. Aunque “nadie lo bautizó así”, lo que sucedió fue “una completa, total y absoluta devaluación interna en todos los países”. “El problema es que se alcanzó el límite”, en concreto en “la capacidad de consumo de la población, en las posibilidades de inversión, en la generación de beneficios, en la escalada de las cotizaciones bursátiles, y tuvo que inventarse algo”.

La contrapartida del crédito "ha sido una deuda que hoy es impagable y un montón de activos a muchos de los cuales el valor se le supone"

Ese algo, apunta Niño Becerra, fue el crédito, que “posibilitó que entre 1993 y el 2007 el mundo fuese bien aunque los salarios medios reales creciesen muy poco”. “A través de un instrumento tan sencillo como dar una capacidad de endeudamiento astronómica a todo el mundo, hasta a los pobres, se consiguió encadenar en todos las economías capitalistas tasas de crecimiento desorbitadas. Su contrapartida ha sido una deuda que hoy es impagable y un montón de activos a muchos de los cuales el valor se le supone”, explica.

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LA CRISIS NO VA A SER UNA SITUACIÓN TRANSITORIA

“En el 2007 y definitivamente en el 2010 la crisis”, que fue “provocada por el agotamiento de la capacidad de endeudamiento y por el exceso de capacidad productiva” que dio lugar a déficits públicos excesivos. Como consecuencia, ahora nos enfrentamos a “recortes de gasto público, recortes salariales, adelgazamiento de estructuras de personal, crecimiento de trabajo-bajo-demanda… todo ello acompañado, de momento, de muchas promesas por parte de todos los políticos y de enormes deseos de soñar por parte de gran parte de la población”.

Pero no nos engañemos: “El planeta está viviendo una nueva y gigantesca devaluación interna que busca deshinchar una megaburbuja de deuda impagable”, y “nada lleva a pensar que esta situación vaya a cambiar en el futuro”.

"El planeta está viviendo una nueva y gigantesca devaluación interna que busca deshinchar una megaburbuja de deuda impagable"

En este nuevo entorno, Niño Becerra ve dos diferencias fundamentales con la devaluación interna de los años 80:

1.- “Entonces había alternativas, que implicaban un empeoramiento, pero las había: siempre un trabajador especializado en el mantenimiento de hornos de una siderurgia podía ir a expender hamburguesas en un restaurante de comida rápida y buscarse otros dos empleos semejantes a fin de intentar mantener su poder adquisitivo; hoy esa vía está cerrada”.

2.- “De alguna manera la población continuaba siendo necesaria para hacer lo que hubiera que hacer y para, más adelante, consumir una vez rearmado el proceso económico tras recomponer el decorado”. Sin embargo, “hoy se sabe que esta situación no va ser transitoria y se conoce que segmentos enteros de población van a ser innecesarios. Por eso la actual crisis es sistémica y aquella no lo fue”.

“La crisis ha traído recortes de prestaciones y de servicios públicos, bajadas salariales y aumentos del desempleo, y lo peor es que todo esto ha llegado para quedarse”, señala. Es decir, “nunca se va a volver a ‘lo de antes’ porque aquello era insostenible y porque no es necesario volver”. En este nuevo entorno, augura que “se crecerá menos, pero quienes ostentan los resortes proporcionalmente aumentarán su participación y su control porque ‘el capital’ ya está teniendo una importancia decisiva”. “Bienvenidos al nuevo modelo”.

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