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Para los alemanes, “deuda” no es una palabra cualquiera, entre sus acepciones se encuentra la de “culpa”. El propio Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, se ha posicionado en multitud de ocasiones contra los planes de estímulo que impliquen adquirir mayor deuda, sólo un ejemplo, de una mentalidad general más orientada al ahorro.

Las tasas de ahorro de los alemanes se encuentran entre las más altas de Europa

“Ser culpado”, “¿es mi culpa?”, son algunas de las expresiones para la palabra alemana “schuld” o “deuda”, que aparecen en el diccionario Collins de uso del alemán. No es casual, por tanto, la tendencia de los germanos hacia el ahorro.

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Si acudimos a las cifras de Eurostat para el año 2003, veremos que tasa de ahorro de los españoles alcanzó sólo el 11%, mientras que la de los alemanes se mantuvo en un rango de entre un 15% y un 16%, aunque también es destacable que aquel año la renta disponible de las familias alemanas aumentó cada trimestre un 1%, mientras que las de las españolas cayó en la misma proporción.

La aversión histórica al riesgo de endeudarse, o de generar dinero con programas de estímulo viene del periodo entre 1922 y 1924, cuando la, en aquel entonces, República de Weimar se vió en la necesidad de inyectar dinero en la economía con la intención de poder subsanar los pagos impuestos después de la Primera Guerra Mundial. La medida generó una hiperinflación que no hizo más que empeorar la ya débil situación, y lanzó al desempleo a miles de trabajadores, y a la ruina a los que tenían ahorros.

El miedo a la hiperinflación ha quedado inserto en la mentalidad germana

Según una reciente encuesta a pie de calle de la BBC en Berlín, los jóvenes alemanes estarían más dispuestos a ahorrar que a gastar, en el caso de que les llegara un importante ingreso extra no esperado. Ni chalets, ni coches, ni motocicletas de lujo: directo a la hucha.

De ahí que Alemania no acepte con facilidad medidas encaminadas a la creación de dinero, primero porque supone una depreciación de los depósitos de los ahorradores en un escenario inflacionista, y una pérdida de valor de su moneda.

Para Alemania, la deuda contraída por las multas de la Primera y Segunda guerras mundiales significó también una enorme montaña que escalar hasta 1953. En ese momento, en Londres, las grandes potencias se reunieron para decidir cómo sacar a Alemania del atasco. Aparte de los intereses de Estados Unidos en una Alemania fuerte que pudiera enfrentarse a Rusia, y supusiera una aliado de altura en la OTAN, países como Grecia, Irlanda, España o Portugal decidieron perdonar una gran parte de lo que le debían, según algunos cálculos más de un 62%.

Tras este gesto en Londres, Alemania comenzó una gran etapa de crecimiento que muchos economistas califican como “el milagro alemán”.

Desde ese momento, Alemania ha tratado de controlar su política monetaria y de mantener en una dimensión asumible las estructuras del Estado.

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