Bolsamania

La primera carrera, París – Rouen en 1894

La competición y la velocidad es algo inherente a los automóviles. Desde que estos existen sus fabricantes y propietarios han sentido la necesidad de demostrar que el suyo es más rápido que el de la competencia o el del vecino. El ansia de competir y la sed de velocidad son inherentes al automóvil. Seguramente hubo carreras anteriores a esta, pero la que se disputó en el verano de 1894 entre París y Rouen, sobre una distancia de 127 kilómetros, es la primera que está totalmente documentada y de la que existió una gran publicidad previa que la convierten en la primera carrera de la historia.

Se tiene constancia de otra competición en 1887, pero a la misma sólo acudió un vehículo participante con Georges Bouton y el Conde de Dion como tripulantes, por lo que no se puede hablar de carrera automovilística.

La París – Rouen surgió de una iniciativa del periódico parisino Le Petit Journal promovida por su editor, el periodista Pierre Giffard. Este hombre es considerado como el precursor del periodismo deportivo y de él surgió esta original idea, debido al auge que estaban tomando esos locos cacharros que se movían sin fuerza animal. En realidad este evento en su convocatoria y publicidad no era considerada como una carrera propiamente dicha, sino más bien como una demostración de lo que estos nuevos vehículos podían hacer. Pero en realidad fue una carrera en la que se contabilizó el tiempo invertido por los distintos vehículos participantes. Además se establecieron una serie de premios con las siguientes cuantías: el primer clasificado se llevaría 5.000 francos, 2.000 el segundo, 1.500 el tercero, 1.000 el cuarto y 500 el quinto.

El Peugeot que acabó ganando la carrera

El nombre que desde Le Petit Journal se le dio a esta convocatoria fue Competición de carruajes sin caballos. Su reglamento no era muy preciso y estaba abierto a todo tipo de vehículos en los que no interviniera la tracción animal. Los participantes podían estar propulsados por motores de gasolina, gas, vapor, eléctricos o por cualquier otro medio que hiciera mover el vehículo. Tampoco se limitaban las características del vehículo, admitiéndose también triciclos y tractores (conjunto de vehículo más remolque). Una de las pocas exigencias del reglamento era que los vehículos tenían que disponer de al menos cuatro plazas. Una para el conductor del vehículo (podía ser su constructor, su dueño o una persona que lo representara), otra para un mecánico y dos más para una pareja de jueces de la carrera. La presencia de estos jueces era debida a que además de la velocidad del vehículo también se premiaba la fiabilidad y la comodidad del mismo, lo cual sería valorado por estos jueces. También se admitía a participantes de otros países además de la francesa.

El éxito de la convocatoria fue absoluto y se inscribieron para la competición un total de 102 vehículos. Entre ellos estaban vehículos de constructores de reconocido prestigio de la época como Panhard, De Dion-Bouton o Peugeot, junto a otros muchos fabricantes aficionados. Comentar que la inscripción estuvo abierta desde el 20 de diciembre de 1893 al 30 de abril de 1894. Se estableció la fecha del 22 de julio para la disputa de la carrera, pero antes era necesario realizar una selección previa entre todos los inscritos.

Para ello se llevo a cabo una serie de eliminatorias entre los días 19 y 21 de julio. Para superar estas eliminatorias había que recorrer una distancia de 50 kilómetros en cuatro horas, por lo que dichos vehículos debían alcanzar al menos una velocidad media de algo más de 12 km/h. Superaron dichas eliminatorias un total de 21 vehículos que serían los que finalmente realizarían el trayecto París – Rouen el día 22 de julio.

A las ocho de la mañana se dio la salida al primer vehículo, saliendo el siguiente transcurridos 15 segundos, y así sucesivamente. El vehículo que llegó en primer lugar a Rouen fue un tractor con motor de vapor conducido por el Conde Alberto de Dion. El vehículo, un De Dion-Bouton, invirtió en recorrer los 127 kilómetros 5 horas y 40 minutos. En segunda posición llegó el Peugeot alimentado por gasolina de Albert Lemeitre a 5 minutos del Conde. El tercer puesto fue para otro Peugeot a gasolina, el de Auguste Doriot a 10 minutos del primer clasificado. El cuarto puesto fue para el Panhard et Levassor, también con motor de gasolina, conducido por Paul Panhard, a 23 minutos del vencedor. Así hasta un total de 17 clasificados, no habiendo llegado a la meta otros 4 vehículos por diferentes averías.

A pesar de haber obtenido el primer puesto el Conde de Dion fue descalificado por los jueces que lo acompañaban, entre otras cosas por tener que emplear un fogonero, algo que no casaba muy bien con los nuevos vehículos. Por lo tanto el primer clasificado pasó a ser el Peugeot de Albert Lemeitre.

A la hora de repartir los premios, además de la clasificación, se tuvieron en cuenta otros aspectos de los vehículos participantes, tales como su confort o su fiabilidad. Así el primer premio de 5.000 francos fue a repartir entre Peugeot y Panhard et Levassor. El segundo premio de 2.000 francos se lo llevó el Conde Alberto de Dion y su De Dion-Bouton a pesar de haber sido descalificado. Los 1.500 francos del tercer premio le fueron concedidos a Le Blant y su vehículo de vapor de nueve plazas movido por el “Sistema Serpollet”. El cuarto, dotado con 1.000 francos, fue compartido entre Vacheron y Le Brun. Y, por último, los 500 francos del quinto premio fueron para Roger, decimocuarto clasificado.

Después de la carrera muchos de los participantes se reunieron en la casa del Conde De Dion, un apasionado del automovilismo, donde debido a la euforia del momento después del gran éxito cosechado, se decidió organizar para el siguiente año otra competición, esta vez entre París – Burdeos – París. En total serían 1.200 kilómetros. La mecha de las competiciones automovilísticas había prendido y ya no tendría vuelta atrás.